Este artículo se publicó hace 14 años.
Quinto grande a la vista
Por su trayectoria, y pese al su juventud, Messi se gana el derecho a situarse junto a Di Stéfano, Pelé, Maradona y Cruyff
¿Es Leo Messi el quinto grande de la historia? ¿Está ya a la altura de Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona? ¿Se sitúa el argentino en el escalafón anterior o ya en el posterior? Suscitado por las últimas actuaciones del delantero argentino del Barcelona, mundialmente elogiadas y reconocidas, el debate se ha desatado entre los aficionados al fútbol, entretenidos ahora en dirimir la grandeza de La Pulga. Elhat-trick logrado el domingo porMessi ante el Zaragoza, punto y seguido al que consiguió ante el Valencia, en la jornada anterior, dejaron a Pep Guardiola, su técnico, sin adjetivos para calificar su valía futbolística. Otros, más decididos, se lanzaron a hablar del mejor jugador de la historia.
Precipitada o no la afirmación, lo cierto es que el rendimiento de Messi avala su candidatura a ocupar el pódium desde el que Di Stéfano reinó en los años cincuenta, antes de ceder a Pelé, a finales de los sesenta, la corona que luego recogería Johan Cruyff (años setenta) y finalmente se colocaría Diego Armando Maradona, en los ochenta, como dios del fútbol. Desde entonces nadie ha conseguido subir al escalafón. Un vacío de casi dos décadas que el diez argentino está dispuesto al fin a rellenar.
Sus números y su incidencia en los partidos le igualan a lo mejores
El extraordinario año de Messi, sumado a lo que ya acumulaba desde que FrankRijkaard le reclamó para el primer equipo con tan sólo 16 años, ha relativizado la competencia de Cristiano Ronaldo, el otro gallo que peleaba por la titularidad de ese reinado. Hoy no se discute: le corresponde a Messi. Su palmarés, con tres Ligas, dos Ligas de Campeones, tres Supercopas de España, otra de Europa, una Copa del Rey y un Mundial de Clubes y la incidencia que tiene en los partidos dejan poco lugar a la duda. Los reconocimientos individuales la disipan, si es que existe.
Segundo mejor jugador del FIFA World Player en 2007 y 2008, cuando Ronaldinho aún le hacía sombra en el equipo azulgrana, Messi se alzó al primer lugar de este trofeo el año pasado, cuando lideró al Barça más exitoso de la historia. La revista France Football corroboró el reconocimiento como jugador más sobresaliente del mundo concediéndole el Balón de Oro. El delantero argentino había contribuido a la maravillosa temporada del equipo de Guardiola con 23 goles en la Liga marca que ya ha superado en la presente, con 25, nueve más en la Liga de Campeones y seis en la Copa del Rey, tres trofeos que acabaron en las vitrinas azulgrana.
No sólo eso. Además de firmar goles que deciden partidos, el diez del Barça ha dejado para la videoteca obras que se aproximan al arte, como la que ideó hace tres años ante el Getafe y le valió la primera gran comparación con Maradona o la que se inventó el domingo ante el Zaragoza, un segundo gol que recordó a aquel que, en 1997, en Compostela, consagró a Ronaldo como El Extraterrestre.
Sus exhibiciones en el Barça le coronan; le falta repetirlas con la selección
Ni Ronaldo ni el fabuloso Zidane, ni el eficiente Van Basten ni Ronaldinho el jugador que devolvió la sonrisa al Barça, por citar algunos firmes candidatos, lograron entrar en el olimpo colonizado por los cuatro grandes. Se quedaron un escalón por debajo. Messi parece reunir todas las condiciones para conseguirlo. Aunque aún no haya logrado ningún gran título con Argentina y se difumine en las actuaciones con su selección. Ese sería, quizá, el único pero a su impresionante trayectoria, que debe confirmar y prolongar en el tiempo para que el cuarteto se convierta en quinteto.
Tiene a su favor una característica que le sitúa por encima del resto: su inagotable ambición ganadora, calificada por Guardiola de "amateur" por lo inusual entre los profesionales consagrados. Su humildad, su generosidad embajador global de Unicef, su espíritu de equipo admirado por sus compañeros, siempre asegura que sin ellos no lograría nada permiten afirmar que, si hoy ya es reconocido como el mejor jugador de la historia del Barça, no es descabellado pensar que acabe siéndolo de la historia mundial, pese a lo dificultoso de comparar épocas. De momento, el debate ya está ahí. Hay quinto grande a la vista.
Los cuatro dioses del Olimpo futbolístico
Di Stéfano
Alfredo di Stéfano (83 años) será siempre el primer grande. El delantero argentino revolucionó en los años 50 y 60 un deporte que, al ritmo de su fútbol y sus traspasos, se convirtió en un espectáculo de masas. En 1949, el River Plate le vendió a Millonarios (Colombia) y cuatro más tarde el Real Madrid lo fichó tras una dura pugna con el Barça. Con Di Stéfano, el Madrid ganó ocho de diez ligas, una Copa y cinco copas de Europa. Con Argentina fue campeón de la Copa de América, pero con la selección española no ganó nada. Ni siquiera jugó un Mundial.
Pelé
Edson Arantes do Nascimento (69 años) es la eclosión irrefrenable de la magia. Pelé no tuvo que abandonar su club de toda la vida, el Santos, ni, por tanto salir de Brasil para conquistar el mundo con su fútbol prodigioso. Ganó nueve Campeonatos Paulistas, cinco trofeos brasileños, dos copas libertadores, dos copas intercontinentales y la Supercopa de Campeones Intercontinentales. Y, sobre todo, fue campeón del mundo con Brasil tres veces: 1958, 1962 y 1970. De ahí su famoso apodo: ‘O Rei’. Se retiró en el Cosmos de Nueva York.
Cruyff
La irrupción de Johan Cruyff (62 años) provocó un seísmo. El holandés comandó el ‘fútbol total’ y lo desplegó en el Ajax, Feyenoord, Barça y Holanda. En su paso por los tres clubes ganó, entre otras, tres copas de Europa (1971, 72 y 73), una Intercontinental (1972), nueve ligas y seis copas de Holanda, una Liga y una Copa españolas. En cambio, los títulos no acompañaron el primoroso juego de la naranja mecánica. Sólo disputó un Mundial, el de 1974, donde Holanda perdió la final (2-1) con la anfitriona, Alemania. Luego renunció a jugar en Argentina 1978.
La leyenda de Diego Armando Maradona (49 años) se cimienta en la maravillosa capacidad para desequilibrar los partidos mediante su prodigiosa zurda. Así ganó Argentina el Mundial de 1986 y así tiró del modesto Nápoles para obtener dos ligas, una copa, una Supercopa de Italia y una Copa de la UEFA. Antes, en el Barça, sólo fue capaz de levantar la Copa de 1983. El breve período azulgrana, su primer escala europea tras triunfar en Argentinos Juniors y Boca, fue un paréntesis sombrío, justificado en parte por una grave lesión de tobillo. Su final fue aún peor.
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