València
La derrota del València CF el viernes contra el Levante no parece sino el menor de los problemas por los que pasa el club. Y esto que el resultado es especialmente nefasto. Por un lado deja el equipo a solo ocho puntos de la zona de descenso y, en un plan moral, supone una humillación contra el equipo con quien comparten ciudad, el modesto Levante que los valencianistas siempre han mirado por encima del hombro.
Bajar a segunda –todavía improbable– sería una desgracia para los seguidores, sí. Pero nada en comparación con la posibilidad de que el club desaparezca. Porque a los problemas deportivos se suman los económicos, mucho más graves y urgentes, con el València CF en números rojos, agravados por la caída de ingresos relacionados con la pandemia y que podrían llevarlo a la quiebra. Y, en medio de esta crisis deportiva y económica, la televisión pública À Punt anunciaba que Anil Murthy dejará la presidencia del club "los próximos días". La marcha de Murthy estaría relacionada con la posible llegada al accionariado del club de Tunku Ismail, un excéntrico millonario malasio más conocido por su título de Príncipe de Johor y amigo del actual propietario, Peter Lim. Según las mismas fuentes, Murthy se habría enterado por Instagram de estos cambios.
Una losa en forma de estadio
Pero todos estos problemas podrían considerarse más coyunturales y, en el caso de la caída de ingresos por el cierre de los estadios al público, compartidos con el resto de equipos. Pero la losa que pesa sobre los resultados económicos –e indirectamente deportivos– del València tiene un nombre propio: Nou Mestalla.
En plena burbuja inmobiliaria y de poder valenciano –tan económico como también deportivo–, el entonces presidente Juan Bautista Soler proyectó la construcción de un nuevo estadio que estuviera a la altura de la proyección soñada. En 2007 se empezó a construir en unos solares del barrio de Benicalap cedidos por el Ayuntamiento, no sin resistencia de parte de los propietarios y arrendatarios de las tierras expropiadas que entonces aún eran huerta. A cambio de los terrenos, el club tenía que dar al consistorio 32 solares dispersos por la ciudad, la construcción de un polideportivo y otras instalaciones en Benicalap y 20 millones de euros que se pagarían una vez vendido y reurbanizado el antiguo Mestalla. Un acuerdo que se leyó cómo extremadamente beneficioso para el club. Pero el estallido de la burbuja frustró los planes y las obras del estadio se paralizaron el 2009.
En 2007 comenzó la construcción del nuevo estadio, pero el estallido de la burbuja inmobiliaria paralizó las obras
En 2012, el Gobierno de Alberto Fabra –con Isabel Bonig de consellera de Infraestructuras y Territorio– aprobaría un nuevo mecanismo jurídico para facilitar la instalación de proyectos urbanísticos considerados "prioritarios", la llamada Actuación Territorial Estratégica (ATE). El València CF se acogió a esta figura para volver a impulsar las obras del Nou Mestalla, pero la crisis económica volvió a frustrar los planes.
El calendario de la ATE obliga a tener acabada la urbanización del entorno del estadio el 15 mayo del 2021, incluido el polideportivo público. Si no cumple, la ATE caduca y la Generalitat confiscaría las garantías, o sea 40.000 metros cuadrados valorados en 15 millones de euros, además de los costes de demolición. Esto supondría que su patrimonio neto sería menor que la mitad del capital social del club, lo que supone una causa de disolución objetiva de la empresa según el artículo 361.1 de la Ley de Sociedades.
Hasta el 3 de marzo, la única posibilidad de evitar esta situación era que la Generalitat aceptara prorrogar la ATE. Pero entonces se produjo la reunión entre Murthy y Ximo Puig, en la que el singapurense se presentó sin ninguna propuesta seria –"ni un triste folio", según explicaron testigos de la reunión– y Puig respondía públicamente con una contundente negativa a ningún tipo de prórroga. Una prórroga, por cierto, que más allá de la voluntad política de concederla o no, seguramente sería tumbada por la Justicia. Vecinos del Nou Mestalla ya habían anunciado su intención de recorrerla en caso de ser aceptada.
Un indicativo de hasta qué punto la prórroga de la ATE es inviable y la poca credibilidad que tiene Lim en la ciudad es que prácticamente nadie, ni la oposición ni los seguidores valencianistas, ha criticado abiertamente la decisión de Puig con el argumento de "salvar el club".
El Príncipe de Johor: ¿última esperanza o una trampa más?
Este domingo –y siempre según informaciones de À Punt– Peter Lim se reunirá con Tunku Ismail para negociar la entrada del segundo en el accionariado del València. La propuesta del excéntrico príncipe malasio –aficionado a hacer ostentación por Instagram de su colección de coches de lujo o su palacio inspirado en Los Picapiedra– no parece despertar demasiadas simpatías entre los ambientes valencianistas. Mediante sus perfiles en redes sociales, Ismail ha hecho todo tipo de promesas de amor al club y nuevos éxitos, puesto que, en sus palabras, "no es un hombre de negocios sino un príncipe", y no está interesado "en el dinero sino en la gloria".
El valencianismo no ha quedado demasiado convencido por estos cantos de sirena, quizás después de ver del resultado de anteriores "salvadores" extranjeros. Pero tampoco parece tener demasiadas opciones sobre la mesa. La única alternativa la representa la plataforma De Torino a Mestalla, que plantea una "democratización del accionariado" con la entrada de 30.000 o 40.000 valencianistas convencidos de invertir en su club. Una opción que, a pesar de ser difícil, aún sería incluso más realista que la Príncipe de Johor.
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