En el nombre de Ricky
Con el objetivo de protegerle de los medios y la fama, su entrenador prohíbe al joven jugador conceder entrevistas. Cinco de las personas que más le conocen contestan por él a Público
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Su voz sólo se escucha en la intimidad del vestuario. Allí donde aprende de Aíto. Fuera de esta burbuja, Ricky Rubio (El Masnou, 1990) calla y sólo se dedica a jugar al baloncesto. Sólo ha atendido a la prensa en una ocasión. Fue en mayo del pasado año, con motivo de la presentación de los playoffs de la ACB. Entonces defendió el veto de la Penya. "Si tuviera que atender a los medios de comunicación, me descentraría", explicó. A sus 17 años, sigue dueño de su silencio. Hasta hoy. Su entorno más cercano habla por boca de Ricky.
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¿Cree que estará en Pekín?
Es cuestión del seleccionador. Está jugando muy bien esta temporada, pero no se sabe si estaría preparado para afrontar una competición como los Juegos Olímpicos: se juega al máximo nivel contra los mejores jugadores del mundo.
¿Cree que está preparado para asumir esa presión?
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Sería una presión bastante grande para un chico de 17 años estar en una selección que aspira a todo y sabiendo que toda la gente estará pendiente de él. No sé cómo lo viviría él, pero, si yo estuviera en su lugar, lo llevaría bastante mal. Pero él es mentalmente muy fuerte.
¿Le ha visto en algún momento superado por el revuelo creado entorno a él?
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No. La suerte que tiene es que no habla con los periodistas y en ningún momento le queman la cabeza. Creo que eso es bueno para él.
¿En qué le ha cambiado a Ricky la vida este último año?
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En que cada vez tiene más problemas con los estudios porque viaja mucho. A medida que avanza profesionalmente, le cuesta más compaginar ambas cosas. El año pasado, casi para sorpresa de todos, logró sacarse todo el curso (1º de bachillerato), pero éste ya se ha dejado alguna asignatura para el año que viene.
¿Le preocupa?
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Lo lleva bastante bien, pero se angustia a veces porque querría sacarse el bachillerato. Después, ya veremos, aunque le gustaría hacer algo.
¿Qué le apetece estudiar?
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Le gustaba Medicina y también INEF, pero, tal y como están las cosas ahora, es prácticamente imposible.
¿Se ha planteado ir a Estados Unidos a alguna universidad?
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No, porque, si fuera a la NBA, lo tendría aún más complicado que aquí... Seguramente, tendrá que aparcar los estudios y crecer aquí
deportivamente.
¿En qué se nota su madurez en la vida diaria?
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En todo. Desde pequeño, todo lo razona como un adulto. Siempre ha ido tres pasos por delante de todos.
¿Tiene la sensación de que se está perdiendo cosas?
Sí. A veces, se pregunta si todo esto vale la pena porque, mientras sus amigos salen y hacen cosas, él se entrena y, a las 12 de la noche, como tarde, está en casa. Es consciente de que son cosas que se pierde y después no vuelven. Pero, luego, lo valora todo y lo entiende. Cuando ya ha jugado, sale un poquito más.
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¿Está abrumado por su propia progresión?
Se abruma cuando viaja mucho y tiene exámenes. Se lleva el portátil a las concentraciones, le pasan apuntes por internet y su hermano también le pasa cosas.
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¿Se ve como un bicho raro?
No. En su ambiente y en casa, es un chaval muy normal. Va con sus amigos de siempre y hace las mismas cosas.
¿A quién admira en el equipo?
Se lleva bien con todos, pero siempre ha alabado a ElmerBennett, que le ayudó mucho el año pasado.
¿Su sueño es ir a Pekín?
Nadie en la familia había pensado en ello, pero, poco a poco, nos van llegando informaciones y, cada vez más, piensa y pensamos que puede haber una posibilidad.
¿Le ilusiona?
Sí, le haría mucha ilusión estar en Pekín porque participar en unos Juegos con 17 años no está al alcance de cualquiera. Pero no le preocupa demasiado porque, si no va a Pekín, seguramente se irá de vacaciones a Estados Unidos.
Cuando no juega a baloncesto, ¿qué hace?
Estar con los amigos, salir a cenar, de fiesta, jugar a la play...
¿Practica otros deportes?
Ya no, pero, cuando tenía 10 años, dejó el baloncesto por el fútbol. Era un crack. Le pusieron a jugar con niños dos años mayores que él y, como era en campo grande, se aburría. A él lo que le gustaba era el fútbol sala, los malabarismos, así que aguantó dos meses y volvió al baloncesto.
¿Cómo llevan sus hermanos el éxito?
Laia, muy bien, está muy contenta por él, farda mucho en el cole, lleva autógrafos para sus compañeros... Para Marc, es más duro. Le costó un poco asumir que su hermano pequeño le pasase por delante y aún le cuesta a veces. Es una cuestión delicada, pero la va sobrellevando.
¿Comentan los partidos en casa?
No, no demasiado. Hablan más de lo que hacen otros equipos: el Tau, el Barça, el Madrid...
¿Acostumbra a darle vueltas a las cosas, a hablar de lo que le ha ido bien y de lo que le ha ido mal?
No. Es muy reservado e introvertido con quien no conoce. Tiene un círculo reducido de amigos y estudia mucho a la gente antes de abrirse. En cambio, con sus conocidos, sí es muy extrovertido.
¿Lee los periódicos?
Sí, se lo lee casi todo. Esteve Rubio añade: Y sigue lo que se publica por Internet, pero él es consciente de dónde está y no piensa más allá. Quiere disfrutar, pasarlo bien y aprender.
¿Alguna vez ha comentado alguna de las cosas que se escriben sobre él?
No, nunca lo ha hecho.
¿La Copa es el trofeo que más le ha ilusionado?
Diría que no. La Mini Copa le hizo mucha ilusión: fue el MVP, obtuvo todos los premios... Y el campeonato infantil también le satisfizo mucho.
¿Qué piensa de Aíto?
Le tiene respeto y admiración. Lo considera un maestro y a Sito (segundo entrenador de la Penya) también. Él tiene muy claro que está en la Penya para aprender.
¿Cómo lleva la prohibición de tratar con los medios de comunicación?
De momento, le va muy bien. Para él, es un alivio porque tiene muchos exámenes y, si encima tuviese que atender a los medios... Cuando ganó el campeonato de Europa con la selección, el teléfono no paraba de sonar...
¿Ricky es su modelo?
De alguna manera, lo es para mucha gente, pero hay que ser conscientes de que lo que ha hecho él no lo hará nadie más. Es único. Así que no hay que desistir si no se consigue tan rápido como él.
¿Hablan del impacto que ha causado?
Cuando estamos juntos, no hablamos de esto. Ricky sigue siendo el mismo de siempre.
¿De qué hablan?
Del colegio, de los estudios, de las cosas de los chicos de nuestra edad...
¿Le agobian los estudios?
Lo intentan llevar todo bien, pero, cuando tiene exámenes, a veces se agobia un poco.
¿El día de la Copa fue su momento más feliz?
Yo le he visto ganar muchas cosas y siempre tiene la misma cara de felicidad, pero es consciente de que es el título más importante que ha logrado.
¿Sueña con Pekín?
No piensa en Pekín. Tiene los pies en la tierra.
¿Sería una desilusión para él no ir a los Juegos?
No, no sería una desilusión.
¿En qué ha cambiado Ricky en el último año?
En que ha madurado muy rápidamente. Ha tenido la oportunidad de jugar en el primer equipo regularmente, de que lo vean y de que la gente sepa de su nivel.
¿Cómo le influye ese proceso en lo personal?
En Ricky, lo más sorprendente es su cabeza. Es un chaval muy bien educado. La capacidad que tiene de entender el juego y la vida no es normal en alguien de su edad.
Ponga un ejemplo.
Tiene una gran responsabilidad. Sabe renunciar a muchas cosas para jugar al baloncesto. Entiende perfectamente que sus amigos salgan de fiesta y él no. Eso, que puede parecer fácil para un adulto, no lo es tanto para un chaval de 17 años.
¿Y cómo lleva esas renuncias?
A veces, lamenta no poder hacer más cosas con su familia, sus hermanos y sus amigos. Y le crea cierta incomodidad tener a centenares de personas que van detrás de él, pero lo sobrelleva bien.
¿Lo ha visto superado por su propia evolución?
No. Es muy camaleón. Se adapta muy bien a las circunstancias y evoluciona más rápido de lo que se pueda esperar. Siempre llega más arriba.
¿Ni siquiera está sorprendido?
Todos lo estamos y él también porque asume metas que ni siquiera se le habían pasado por la cabeza.
¿Cómo lleva su peculiar relación con los medios?
Muy bien. Él está preparado para hablar ante los medios y asumir esa responsabilidad.