Este artículo se publicó hace 15 años.
"Los niños brasileños ya quieren ser porteros"
Valencia y Almería apuestan por arqueros brasileños, hecho insólito en la Liga
La pena máxima en Brasil son 20 años, pero yo ya llevo cumplidos 44 por un delito que no cometí". Aquel quejido de Barbosa, el portero maldito del Maracanazo, calibra la alergia que despertaba el puesto en Brasil. Si en el resto del planeta el porcentaje de porteros vocacionales escasea, en el país de la fantasía estaba hasta mal visto.
Hoy, el paisaje ha cambiado de tal manera que esta tarde en Mestalla, si no fuera por la lesión de Renan, bajo las porterías habría dos brasileños, una quimera sin necesidad de echar la vista atrás. Para cuando Barbosa, en 1994, pronunció aquella sentencia que clamaba tanta comprensión como compasión, todavía se estilaba que un padre brasileño torciera el gesto si un hijo le expresaba que lo suyo era parar goles, no meterlos. Al paraíso europeo no se llegaba con los guantes puestos. Y la posición aún estaba maldita por el recuerdo de aquellos goles de Schiaffino y Ghiggia en el Mundial de 1950 que le borraron la sonrisa a un pueblo al que le viene de serie.
"Que Brasil ganara un Mundial gracias a Taffarel nos ayudó mucho"Brasil acudía a cada Mundial con la certeza de que le sobraba fútbol y la sensación de que sus propios responsables últimos de dejar su portería a cero eran un enemigo más al que temer. El poco ortodoxo Valdir Peres, que emborronó a la excelsa Brasil del 82, es uno de los ejemplos más significativos del estigma de los porteros brasileños.
"La aparición de Taffarel y que fuera el primer meta brasileño en triunfar en Europa nos ayudó mucho. Ganamos el Mundial 94 en la tanda de penaltis y Taffarel fue el héroe. Fue un empujón, porque en los anteriores mundiales que conquistamos se hablaba de Pelé, Garrincha, Tostao, Jairzinho, pero muy poco de sus porteros", explica Diego Alves, guardameta del Almería.
Taffarel se hizo un hueco en Italia, un país cuya excelente escuela de porteros elevaba a la categoría de sacrilegio entregarle el uno a un foráneo. Taffarel fue figura en el Parma. Incluso creó la moda que aún perdura de las mangas a la altura del codo que hoy lucen Casillas y Buffon.
"Con 15 años pensaba que siendo portero era difícil salir fuera"Exportación sorprendente"Ahora, los niños en Brasil ya quieren ser porteros", argumenta para explicar el flujo de goleiros brasileños hacia Europa. Dida (Milan), Julio César (Inter), Gomes (PSV y Tottenham), Helton (Oporto), Doni (Roma), Rubinho (Genoa)... "Nunca Brasil tuvo tantos porteros fuera. Hoy hay en España, Italia, Portugal... Ahora somos uno de los mejores países para exportar arqueros", asegura con orgullo.
"De pequeño me daba cuenta de que éramos muy pocos los niños que queríamos jugar de portero. Siempre que faltaba uno, yo estaba allí para entrar. Con 15 años todos pensábamos que era más difícil salir al extranjero para un portero que para un jugador de campo" .
No hay una escuela tan definida en Brasil como en Italia, sobria y con querencia por afianzarse bajo los palos, o como en Argentina, menos académica con el arte de atajar, pero más incisiva en el juego de pies, el mano a mano o las salidas fuera del área. "A diferencia de los brasileños, los porteros argentinos tienen un estilo propio. Cuando llegué aquí tuve que cambiar mi forma de entender el puesto. En Brasil, no jugamos tan adelantados ni tanto con los pies, salvo Ceni. He tenido que mezclar la costumbre brasileña de jugar bajo los palos con la europea de jugar más al borde del área. He trabajado mucho y ya no me quedó tanto atrás".
El número de guantes que utiliza, un 10, es más propio de porteros de menor envergadura que él, pero sus antebrazos son de una potencia excepcional. Se los educó Eder, aquel extremo que petrificó a Dassaev con su rotunda pierna izquierda en el Mundial 82: "Le pegaba muy fuerte. Era el segundo entrenador del Atlético Mineiro y nos bombardeaba. Nos doblaba las manos cuando le atajábamos los disparos, porque a sus 50 años, de cinco, tres todavía iban a la escuadra".
Allí, en el Mineiro, Alves vivió la anécdota que más le ha marcado: "Era un derbi y acabábamos de meter el 3-0. Lo estábamos celebrando y ellos sacaron otro balón rápido para sorprendernos. Se lo quitamos y les metimos el cuarto, porque su portero todavía estaba de espaldas recogiendo el balón del tercer tanto".
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