Este artículo se publicó hace 13 años.
Marta no era un buen ejemplo
José Miguélez
Un año más, Oviedo anunciará hoy al ganador del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, un galardón que dice condecorar "a la persona, institución, grupo de personas o de instituciones que, además de la ejemplaridad de su vida y obra, haya conseguido nuevas metas en la lucha del hombre por superarse a sí mismo y contribuido con su esfuerzo, de manera extraordinaria, al perfeccionamiento, cultivo, promoción o difusión de los deportes".
Pese al afán clarificador de la teoría, el jurado no acostumbra a pronunciarse según un criterio fijo. No se sabe aún hacia dónde derivará hoy su contradicción, pero, conocidos los finalistas (Raúl,Gebrselassie, el equipo español de sincronizada, Longo y Edurne), ya es lo de menos. La 25ª edición ha evitado el mayor de los sonrojos, que procedía de la presencia entre los 19 candidatos de Marta Domínguez.
La atleta palentina no se llevó el galardón en sus mejores años, cuando emocionó como un ejemplo de superación, no salió a hombros en 2009, tras colgarse el oro en los Mundiales de Berlín. Pero irrumpió, y con fuerza, entre los candidatos de 2011, un curso cuya única aportación a su currículum, maternidad al margen, procede de su implicación en una trama de dopaje aún por resolver. Es verdad que Marta fue sobreseída de los cargos por tráfico de sustancias prohibidas, pero sigue imputada por presunto delito fiscal y, sobre todo, implicada en la operación como sujeto pasivo de dopaje. Es decir, aún está bajo sospecha.
Simplemente mencionarla entre los nominados, con el propósito de reparar no se sabe qué afrenta, sonaba a provocación. Sobre todo hacia los deportistas limpios. Su candidatura fue validada por la organización, pero el jurado la ha derribado a tiempo. Cómo si no puede pretenderse luego que a España se la mire de otra forma desde fuera.
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