Apenas un centenar de aficionados daneses se acercó hasta El Madrigal. Lógico, su equipo no transmite buenas sensaciones; va penúltimo en su Liga. Por eso sorprendió el modo en que el Aalborg se metió en el partido. Nada más empezar se fue acercando con peligro a los dominios de Diego López. Pellegrini salía del banquillo preocupado. Y con razón: su conjunto andaba desubicado, tanto que llegó el gol danés; el primero que logra en la Liga de Campeones. Lo que son las cosas. La grada ni se lo creía.
El gol no sentó bien al Villarreal, que seguía sin despabilarse. Curth volvió a meter el miedo en el cuerpo en un remate a centro de Bogelund. Lo advirtió Pellegrini: 'Somos favoritos, pero en el fútbol no siempre los favoritos ganan'. Y por lo visto en el campo, sus palabras resultaban proféticas. El centro del campo danés podía con el castellonense. Edmilson y Senna no se hallaban; el resto del equipo tampoco.
Pero el Villarreal, lo dijo Bruce Rioch, el entrenador rival, 'es un equipo grande por su calidad'. También fueron proféticas sus palabras, porque en cinco minutos le dio el submarino la vuelta al partido: primero Rossi y después, ¡qué golazo!, Capdevila. Sin jugar como acostumbra marcó siguiendo la lógica o la inercia de los conjuntos que nadan a favor de corriente. Eso es todo. Porque el fútbol brillaba por su ausencia en las botas de los de Pellegrini.
El Aalborg siguió a lo suyo y enseguida cazó la igualada. ¡Con lo que cuesta hacerle goles al Villarreal! Pues ya llevaba dos. Pellegrini, de apariencia tranquilo, se desesperaba. Las cuentas de la lechera, que él prefería no echar, no salían. Los daneses, de momento, daban la sorpresa.
Y sí, salió con otra marcha el Villarreal en la reanudación. Presionaba lo que no presionó en la primera mitad y Llorente le daba otro aire a la delantera. El Aalborg reculaba. Rossi dio el primer aviso y Llorente a punto estuvo de marcar al cuarto de hora. El Villarreal, ahora sí, manejaba el ritmo. Y más cuando salieron Pires y Bruno. El juego amarillo ya era otro. La salida de Pires se notó. Como la presencia de Llorente, determinante. Apuntaló la mejoría con dos goles decisivos, los que valían la victoria.
Pero como el partido se había roto, así continuó. El Aalborg acortaba distancias en plena fiesta local. Adiós a las pizarras tácticas. El partido andaba loco y la locura se instaló definitivamente cuando Pires y Llorente abrieron hueco definitivamente. ¡6-3! Inédito. La sorpresa de la que hablaba Rioch iba por otro lado. Su equipo no ganó, pero hizo de extraña pareja en un partido más que de fútbol, de tenis. Sí ¡6-3!.
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