Fútbol más allá del muro
La selección alemana: esplendor en la hierba
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"Señor Gorbachov, eche abajo este muro", solicitó el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, al secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov. Esas palabras las pronunció durante una cumbre crucial para el devenir del mundo que tuvo lugar en Berlín, con la puerta de Brandeburgo como testigo, en junio de 1987. Toda una declaración de intenciones que se materializó dos años después, un histórico 9 de noviembre de 1989, con la caída del mayor símbolo de la guerra fría, el Muro de Berlín, y que ha quedado grabado como uno de los momentos clave de la historia del siglo XX.
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Durante casi medio siglo, Alemania se vio dividida en la República Federal y la República Democrática, dos naciones hermanas con un destino tan dispar: brillante y luminoso el de los occidentales, hermético y en segundo plano el de los orientales. La RFA coleccionó éxitos tanto a nivel de selecciones como de clubes. Conquistó dos Copas del Mundo: la de 1954 con el llamado ‘Milagro de Berna’ y la de 1974, capitaneada por el formidable Franz Beckenbauer y el infalible Gerd ‘Torpedo’ Müller.
Asimismo, ganó la Eurocopa de 1972, comandada por el ‘Kaiser’ bávaro, y la de 1980, con un fabuloso y jovencísimo Bernd Schuster y gracias al acierto goleador de Rummenigge. A nivel de clubes los éxitos llegaron con el poderosísimo Bayern de Múnich, que reinó en Europa durante buena parte de los años 70, o los competitivos Hamburgo y Borussia Mönchengladbach en sus épocas más gloriosas.
La RDA, por su parte, sufrió un férreo control durante un largo período por parte del aparato gubernamental, encarnado en la figura del todopoderoso jefe del Estado, Erich Honecker, y la temida policía secreta. La Stasi utilizó el deporte como instrumento político y sus éxitos en el mundo del fútbol fueron escasos, limitándose a un oro olímpico de la selección oriental en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 y la ya casi olvidada Recopa conquistada por el Magdeburgo dos años antes.
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La selección alemana: esplendor en la hierba
El fútbol es un espejo de la realidad social de un país y en Alemania queda evidenciado de manera notoria con la brecha existente entre los clubes que antiguamente conformaban la RFA y los que representaban a la RDA: opulentos y potentes los primeros, más humildes y modestos los segundos, configurando un panorama desigual en la Bundesliga. Sin embargo, a nivel de selecciones la Alemania unificada nunca ha perdido el esplendor de antaño y continúa siendo un equipo dominador tanto a nivel europeo (campeón de la Eurocopa en 1996 y finalista en 1992 y 2008), como planetario (campeona mundial en 1990 y 2014).
Sammer, Ballack y Kroos, ejemplos de magníficos futbolistas nacidos en la antigua República del Este
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Los triunfos de la ‘Mannschaft’ desde la reunificación siempre han tenido como protagonistas a jugadores nacidos en la antigua República del Este, con nombres tan importantes como Ulf Kirsten, Andreas Thom, Jens Jeremies o Thomas Doll, ya retirados. En la Liga española tenemos el caso de Toni Kroos, actual centrocampista del Real Madrid y único representante ‘ossi’ (como se conoce a los habitantes del Este) que se proclamó campeón del mundo hace un par de años en Brasil. Pero los dos ejemplos más legendarios son Mathias Sammer y Michael Ballack.
Mathias Sammer, el ‘Barón Rojo’, es uno de los jugadores más recordados entre la afición. Comenzó jugando de centrocampista y terminó su carrera en la posición de líbero, liderando la época más gloriosa del Borussia Dortmund, con el que se proclamó campeón de Europa en 1997. Un año antes protagonizó una de las decisiones más controvertidas en la historia del Balón de Oro, trofeo que consiguió al arrebatar al exuberante delantero brasileño Ronaldo gracias a que lideró a la selección alemana en la conquista de la Eurocopa en 1996. Sammer inició su carrera en el histórico Dynamo de Dresden de la Oberliga y curiosamente formó parte del último partido oficial de la selección de la RDA, brillando en el encuentro con dos goles.
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Ballack se quedó sin premio
El fútbol fue injusto con un jugador de porte elegante y estampa imponente, Michael Ballack, mediocampista que inició su carrera en el equipo de su ciudad natal, el Karl-Marx-Stadt, en el Este del país. El alemán se quedó a las puertas de la gloria en numerosas ocasiones, siendo recordado como uno de los más grandes ‘perdedores’. El año 2002 fue su ‘annus horribilis’, cuando la inmortal volea de Zinedine Zidane le arrebató la final de la Champions League con el Bayer Leverkusen y la selección germana perdió la final de la Copa del Mundo ante el Brasil del renacido Ronaldo. Ballack, que había puesto de manifiesto su liderazgo durante todo el Mundial, se perdió el encuentro decisivo.
En 2008 cosechó otras dos derrotas: en la final de la Champions con el Chelsea (en la fatídica tanda de penalties) y en el memorable Europeo que dio a España el cetro continental con la eterna cabalgada de Fernando Torres. Ambas competiciones le impidieron saborear las mieles del triunfo. Siempre orgulloso, la ‘era Ballack’ quedará para siempre grabada en el recuerdo de los buenos aficionados.