España llegaba a esta Eurocopa con la intención de cambiar la historia. De pasar los malditos cuartos de final, de desacomplejarse. Nada para ello como eliminar a Italia, resolver las semifinales con un partido formidable en el que consolidó su estilo de toque y derrotar en la final a Alemania. El enemigo menos deseado por el fútbol español. No ha habido peor rival para la selección y los clubes españoles que la selección y los equipos alemanes. Era escuchar el nombre de Alemania y empezar a tener pesadillas. Recuerdos de tundas incontestables, de avasallamientos, de sentimientos de impotencia porque los teutones eran más altos, más fuertes y jugaban mejor.
Hasta el Mundial de 1966, los enfrentamientos entre España y Alemania fueron cinco amistosos que no arrojaban un balance demasiado cruel: dos victorias para los alemanes, una para España y dos empates. La psicosis comenzó en aquel campeonato del mundo de Inglaterra. España acudió como campeona de Europa y el cartel de favorita. Tenía a varios futbolistas en la plenitud de sus carreras. Luis Suárez estaba considerado el mejor jugador del continente y a su alrededor se juntaban Amancio, mejor 7 del continente, Del Sol y Peiró, triunfadores en Italia junto a Suárez. Alemania y España se vieron las caras en Birmingham el 20 de julio y se jugaban pasar a los cuartos de final. Ese día España supo de la leyenda alemana, de por qué su victoria en el Mundial 54 quedó bautizada para la historia como el milagro alemán.
El término fue acuñado en paralelo a la recuperación económica y anímica tras el destrozo que supuso para el país el nazismo y la derrota en la II Guerra Mundial. Fusté adelantó a España, pero Emmerich empató. A siete minutos del final marcó el cazagoles Seeler. “Teníamos una buena selección, pero no respondimos a las expectativas. Yo no jugué ante los alemanes, pero nos infundían respeto nombres como los del portero Tilkowski, Beckenbauer, Overath, Seeler… Para nosotros fue un chasco, porque ese Mundial nos
devolvió a la tierra. Argentina, que estaba en el grupo y también nos derrotó, y Alemania demostraron que eran más fuertes que nosotros. Esta final España debe jugarla como las semifinales, pero sin olvidarse de que enfrente está quién está. A veces ganan aunque hagan todo lo posible por perder”, relata Luis Suárez.
En aquel Mundial de Inglaterra se empezó a fraguar la segunda edad de oro del fútbol germano. No ganaron, pero fueron segundos tras perder con Inglaterra la final. Esa derrota alimentó el hambre de Beckenbauer, que con 18 años deslumbró al mundo. Era tan elegante en sus conducciones que resultaba hasta pedante, siempre con la mirada erguida y el balón controlado con toquecitos con el exterior del pie. Hasta 1976, españoles y alemanes no se volvieron a ver las caras en un partido oficial. Para entonces, Alemania era la primera potencia mundial. Había ganado la Eurocopa de 1972 y el Mundial del 74, mientras que el Bayern había encadenado tres copas de Europa (de 1971 a 1974) Maier, Beckenbauer, Breitner, el Torpedo Müller, Heynckes...
A esa panda de excelentes peloteros tuvo que medirse España en la liguilla de clasificación para la Eurocopa de 1976. “Decían que Müller no tenía técnica, pero para tener esa precisión en el remate hay que poseerla. Empatamos en Madrid y nos ganaron claramente en Alemania”, recuerda Camacho, que vivió los tres siguientes enfrentamientos oficiales. El primero fue un correctivo que hundió a todo un país volcado con el Mundial 82. En la segunda fase, que daba acceso directo a las semifinales, los alemanes cortaron de raíz las ilusiones españolas.
“Perdimos porque eran mejores que nosotros. Tenían jugadores excepcionales. Breitner, Stielike, Littbarski, Rummenigge, Hrubesch, Magath… Siempre han sido duros de pelar. Nosotros no habíamos jugado nada bien en la primera fase y era normal que perdiéramos”, explica Camacho.
En la Eurocopa de 1984, Arconada se vengó de las críticas que le acusaron de ser el culpable directo de los goles de Littbarski y Fischer. De nuevo, un partido decisivo. A Alemania le valía el empate para estar en semifinales. Nadie daba un duro por los jugadores de Muñoz, que en la mañana previa habían hecho las compras por si tenían que volverse a casa. Alemania sonaba a imbatible y en los dos primeros partidos ante Rumanía y Portugal, España no había pasado de sendos empates ramplones.
La propia Federación Española de Fútbol también había adquirido los billetes de avión. “Arconada hizo un partido increíble. Lo paró todo y lo que no, se estrelló en los postes. Muñoz había renovado a la selección tras el varapalo del Mundial 82 y llegamos hasta la final. La celebración fue muy espontánea. Faltaba poco para el final y estábamos fuera. Si me preguntan lo que me sugiere Alemania, es que siempre están. De todas formas, la situación ahora es muy distinta. Si España juega como ante los rusos, ganará. Ahora mismo somos mejores que ellos. Esta es la primera vez que España sale como favorita en un partido con ellos”, concluye Camacho.
Alemania se tomó la revancha en la siguiente edición de la Eurocopa. Alemania jugaba en casa y cómo no, último partido de la primera fase y la clasificación en el aire. Otra derrota. Esta vez el zarandeo y el disgusto se lo llevó la Quinta del Buitre, que lideraba a la selección señalada antes del torneo como la que mejor fútbol practicaba. “Fue un encuentro especial porque a la postre significó el último partido de Camacho en la selección y el último de Miguel Muñoz como entrenador. Hasta que nos hicieron el primer gol, ellos no estaban haciendo gran cosa. Tuvimos algunas ocasiones de marcar, pero con el primer gol de Völler nos vinimos abajo”, admite Michel, que también comparte la opinión de Camacho sobre las circunstancias anteriores y las actuales. “Yo creo que ya casi no quedan jugadores alemanes en Alemania, por decirlo de alguna manera. Antes era impensable que se pudieran derrotarles”.
Aquella selección germana estaba fraguando su tercera camada de campeones mundiales: Klinsmann, Kohler, Brehme, Matthaus, Völler, Möller. Todos se presentaron como grandes estrellas en el Mundial 94, tras conquistar el del 90. Por enésima vez, el bombo encuadró a ambas selecciones en el grupo. Hasta hoy, ése ha sido el último enfrentamiento oficial y no acabó mal para la España de Clemente. Felipe Miñambres, era integrante de aquella selección y recuerda que complejos físicos ya no había, pero sí mucho respeto: “Ellos venían con confianza, eran campeones del mundo. Nos intimidaban más por el fútbol que tenían que por su físico. Nos liberó que ellos se presentaran en el partido como los favoritos. Juegas también con el peso de la historia y con lo que dice la prensa antes de los partidos. A nosotros, sin embargo, eso nos hizo crecernos porque todo el mundo decía que éramos superiores. Ahora pasa lo contrario, pero ojo con ellos”. El duelo continúa el domingo.
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