Este artículo se publicó hace 16 años.
Docilidad y poco ruido contra la frustración
España se agarra al toque para vencer, en Austria y Suiza, su propensión a caer en los cuartos de final
José Miguélez
Al contrario de lo que dice su apuesta de juego, obsesiva por el toque, la posesión y el ras de suelo, la característica principal del plan de Luis Aragonés para afrontar la Eurocopa procede de un contundente despeje. Ejecutado con disimulo y cierto cinismo, pero minuciosamente diseñado. Porque no es la casualidad y su sentido de la justicia lo que han puesto al técnico frente a un grupo de jugadores tan inequívocamente divididos de categoría.
Hay trece o catorce protagonistas indiscutibles y un relleno de inofensivos actores secundarios cargados de ilusión, pero sin reivindicaciones, que alejan las discusiones por dentro y por fuera. Ninguno de los suplentes se sentirá agraviado ni maltratado por su condición. Y hasta el poderoso y temible entorno se ha quedado sin margen de maniobra: no encontrará un solo futbolista al que reclamar a gritos, ni siquiera posibilidades para demandar otro estilo ni como recurso: no hay extremos, no hay cabeceadores, no hay centrocampistas defensivos. A quedarse con el balón, a tocar, a llegar por abajo y punto.
Efecto calmanteNi siquiera hay hueco para deslizar combates por colores. Los que van del Madrid y del Barça, los dos frentes de batalla más influyentes, jugarán siempre. El valencianismo, de gen alborotador, estará anestesiado porque en todo momento se verá representado. Y los del Atlético, otros agitadores natos, no tienen un solo elemento sobre el que sujetar sus protestas. Su escudo está reflejado en el propio seleccionador. Así las cosas, el menú sólo contiene dos platos para elegir: jugar con un punta o actuar con dos. No hay más contenido para las tertulias. El debate se murió con la lista, se agotó con la pelea por Raúl, que ya es irreversible.
Luis se limpió las discusiones: jugar con un punta o dos es el único debateY no es el azar lo que ha rebajado el ruido de la fase final, factor lateral convertido en determinante porque acaba por distraer o contaminar. El perfil bajo del equipo es una decisión premeditada, es la consecuencia directa de la moraleja de barrio que Aragonés estableció tras su experiencia en el Mundial de Alemania.
Igual que allí llegó convencido de que lo más desestabilizador es el aburrimiento (convicción que mantiene), en Austria no quiere veneno interno (el efecto de los egos mal comprendidos) ni presiones externas. A costa de perder glamour, gana un ambiente de concentración tranquilo, unido y protegido. Y deposita todas las miradas en él. Luis es el único pim, pam, pum a la vista.
El fútbol le inquieta menos. Está seguro de su propuesta actual de juego: como no hay condición física de base, alejemos el músculo tan de moda y volvamos al balón. Es así como Aragonés, quizás en el último asalto de su carrera como entrenador, pretende conquistar el sueño desesperado de España, corregir su frustración patológica de no ganar nada (1964 queda muy lejos). La costumbre de caer en cuartos de final recomienda no ilusionarse, casi lo exige. Pero en cuanto la gran competición se acerca es imposible contenerse. Tocar, ya toca.
El análisisTras el buen resultado que le dio en Dinamarca, Aragonés confiará en el 4-1-4-1, con muchos jugadores de toque, ningún extremo puro y un único medio centro defensivo. Los laterales deben aportar la profundidad por los costados.
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