El DKV Joventut cumplió con la misión que le había llevado al Telefónica Arena sin demasiadas dificultades y dejó una nueva derrota, la séptima en ocho partidos, en el casillero del MMT Estudiantes, que perdió el partido, pero sintió mucho más la pérdida de Alejandro González Varona, sin tiempo de ponerle la insignia de oro y brillantes en el homenaje que le iba a rendir antes del partido.
La noche se tornó demasiado sombría antes de empezar. El Estudiantes tenía preparado el reconocimiento para González Varona porque quería rendirle honores antes de que fuera tarde. Sin embargo, el directivo madrileño falleció poco antes del encuentro. Una perdida irreparable para el club, para el baloncesto y para toda la familia colegial, que se vistió de luto para enfrentarse al líder desde la última posición de la tabla. Tiempos duros.
El Joventut marcha viento en popa. Las cosas le están saliendo muy bien desde principio de temporada, dispone de individualidades brillantes y del concepto colectivo que Aíto García Reneses imprime siempre a todos sus equipos. Una cuesta muy escarpada para los madrileños, en un día negro por todo, también por las lesiones.
Ante la abundancia de personal de los verdinegros, las ausencias de Gonzalo Martínez -intervenido para restañar unas calcificaciones en la rodilla izquierda- y Sergio Sánchez -problemas en el gemelo derecho-, obligaron al técnico colegial, Mariano de Pablos, a situar al esloveno Domen Lorbek como conductor del juego y a poner en la recámara al joven ítalo-uruguayo Jayson Granger como refuerzo procedente de la cantera.
El Estudiantes, un colista hundido de ánimo
El Joventut quiso ejercer de líder y explotó a sus pivots para someter a un enemigo consciente de que pisa arenas movedizas y, además, tocado en lo moral. La tripleta interior badalonesa formada por Edu Hernández-Sonseca, el alemán Jan Erik Jagla y el serbio Petar Popovic, que salió desde el banco, anotó veinte de los veintiocho primeros puntos (11-28 m.13) como encargada de exhibir los poderes del primero de la clase.
La nave colegial hacía aguas sin remedio, se iba a pique. Así que Mariano de Pablos mandó a Granger, con veintiocho segundos de carrera sobre una pista de la ACB desde debut en la anterior jornada, consumado en la pista del Cajasol. Unos cuantos destellos de base puro, nada excepcional, pero si muy necesario para un equipo cogido con alfileres en ese puesto, despertaron de forma inesperada a los madrileños, que a cinco minutos para el descanso perdían por veinte puntos (11-31).
Las rentas pasaron de los diez puntos, bajaron a ocho al final del tercer periodo (53-65) y quedaron establecidas en un entorno de seguridad absoluta para el líder. Otro mal trago en un día muy triste para la familia del Ramiro de Maeztu.
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