Nunca fue fácil encontrar patrocinios para el ciclismo. Ni siquiera a primeros de los noventa, cuando Miguel Indurain fue 'el producto más rentable de Banesto'. La entidad gastaba 1.800 millones de pesetas anuales, pero no había problema en rentabilizarlos. De hecho, en 1993 una campaña publicitaria lanzada con la imagen del ciclista supuso 24.000 nuevas cuentas corrientes. Tampoco se olvidará jamás que en los 23 días que duró el Tour de 1995, el último ganado por Indurain, Banesto captó 90.000 millones de pesetas en depósitos de los que un 40% (36.000 millones) correspondieron a nuevos clientes. Pero no todos eran como Indurain, claro.
Entonces la salud del ciclismo era excelente, pero en esa época Javier Mínguez, que era un director de enorme prestigio, se quedó sin patrocinador. Su biografía (había dirigido a equipos míticos como Helios, ZOR o Amaya) no le ayudó lo suficiente. Mínguez siempre recordará que visitó a más de cien empresarios, que intentó convencer a decenas de ejecutivos y de jefes de marketing o que llegó hasta el consejo de administración de numerosas empresas. Pero no hubo manera hasta que casualmente un día, a la salida de una corrida de toros durante la Feria de San Isidro, Mínguez se encontró con un ejecutivo de Vitalicio. El director quedó en entregarle su dossier y en enero de 1997 la empresa dio el ok definitivo.
Eran otros tiempos en los que nadie en el mundo dudaba del ciclismo, porque no había crónica de sucesos. Pero aun así ya era difícil captar patrocinadores. No todos los equipos tenían a Indurain, capaz, incluso, de sobrevivir a la intervención judicial de Banesto y, por supuesto, a la remodelación de toda su cúpula.
Fueron muchas las marcas que pasaron por el ciclismo y casi ninguna las que se quedaron indefinidamente El ciclismo era un ejemplo para la sociedad. Pero aun así se detectaba que había pocas marcas que patrocinasen a equipos ciclistas durante mucho tiempo. Ni en España ni fuera de España. Fueron demasiadas las que pasaron por el ciclismo (Reynolds, Kas, Teka, Seur, Panasonic, Renault, Peugeot...) y casi ninguna la que se quedó indefinidamente. Ni siquiera el equipo ONCE, que aguantó 15 años (1989-2003), siempre bajo la dirección de Manolo Saiz. Superó, incluso, el primer gran escándalo de dopaje con el caso Festina en el Tour de Francia de 1998.
Pero en 2005, cuando estalló en España la Operación Puerto, el ONCE ya llevaba dos años alejado del ciclismo. En la memoria quedaron quince temporadas en el pelotón, más de 400 victorias y un reconocimiento de marca del 98 % (de cada 100 españoles 98 ya sabían lo que era la ONCE y, en alguna medida, gracias al ciclismo).
Para entonces, cuando la Organización Nacional de Ciegos Españoles abandonó, la reputación del ciclismo ya estaba herida. Pero la auténtica criba se produjo con la Operación Puerto, que vive su juicio durante este mes cada día con una cosa nueva. En el juzgado se ha hablado mucho de dopaje, de orina negra y de transfusiones de sangre, pero nada de la ruina del negocio. Hubo equipos, que eran estables, como Liberty o Comunidad Valenciana que desaparecieron inmediatamente y que nunca más volvieron.
La tasa de ciclistas españoles en paro creció sin rencor. Todavía hoy, siete años después, hay casi 50 corredores nuestros que necesitan un equipo. Pero no los hay. Desde entonces, las consultoras de medios dudan que el ciclismo cumpla con una de las máximas de la publicidad de recuperar hasta cinco euros por cada uno invertido. Algo que no ocurre en otros deportes, como, por ejemplo, la Fórmula 1 donde el Grupo Santander recuperó en un solo año su inversión prevista para cinco en su patrocinio de Ferrari (250 millones de euros).
Se ha hablado mucho de dopaje, de orina negra y de transfusiones de sangre, pero nada de la ruina del negocioEl ciclismo, no. En realidad, el ciclismo jamás se ha recuperado de la Operación Puerto y le ha sucedido como a Tiger Woods que perdió progresivamente a sus patrocinadores una vez que se conoció su adición al sexo. En el ciclismo han existido hasta tentativas locales como el Xacobeo Galicia o el Andalucía Team, que duraron demasiado poco. Ya no es como en el pasado, cuando marcas como Teka, Kelme, Zor... llegaban al ciclismo y, al menos, se tiraban años.
Entonces, aparte de que no había una crisis económica tan fuerte, se hacían hasta álbumnes de cromos de los equipos ciclistas españoles. Ahora difícilmente se podría hacer, porque solo hay tres: Euskaltel Euskadi (que aguanta, como puede, después de 19 años en el pelotón), Caja Rural RGA Seguros y el Movistar que, en realidad, es la prolongación del mítico equipo de Indurain con la diferencia de que ahora Eusebio Unzúe, que también era el director de entonces, califica este patrocinio como 'un regalo' para el ciclismo. Hace veinte años, sin embargo, hubiera sido al revés. Pero, claro, entonces ni se imaginaba la Operación Puerto.
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