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Brasil, por fin, se deshace de Scolari

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La historia de Luiz Felipe Scolari en el banquillo de la selección brasileña se ha terminado. La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) confirmó anoche que dimitió después de las derrotas por 7-1 contra Alemania en semifinales del Mundial y por 3-0 contra Holanda en el partido por el tercer puesto.

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El coordinador técnico de la selección, Carlos Alberto Parreira, y el resto de integrantes de la comisión técnica también dejaron el cargo, según un comunicado oficial. La CBF todavía no ha anunciado quién será el sucesor de Scolari, que será encargado de dirigir a la selección brasileña en la Copa América de Chile 2015.

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Scolari ya había dicho después de la derrota (3-0) ante Holanda --en el partido por el tercer puesto--, que pondría el cargo a disposición de la CBF al término del torneo, conforme a lo acordado cuando lo asumió, aunque indicó que le gustaría seguir al afirmar que su futuro dependía del presidente del organismo, José Maria Marin. 

El presidente de la CBF, José María Marín, al aceptar la dimisión, agradeció a Scolari por "devolver al pueblo brasileño su amor a la selección", aunque no haya conseguido el "objetivo mayor" que era ganar el Mundial.

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En su segunda etapa en la selección brasileña, que comenzó en diciembre de 2012, Scolari dirigió al equipo en 29 partidos, con un balance de 19 victorias, seis empates y cuatro derrotas.  En este tiempo Brasil ganó la Copa Confederaciones de 2013 y se preparó para el Mundial, que terminó con una derrota histórica ante Alemania, un resultado que el propio Scolari admitió que fue una "vergüenza".

Scolari ya fue capaz de ganar el Mundial de Corea y Japón de 2002. Y ese triunfo le colocó como el único entrenador con respaldo suficiente como para asumir el reto de dirigir a Brasil en su propia casa. Sin embargo, la humillación sufrida en el estadio Mineirao contra Alemania, la mayor de toda la historia brasileña,  dilapidó todo ese crédito de un plumazo.

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Los seis minutos del "apagón" brasileño en los que Alemania hizo cuatro goles consecutivos en la portería de Julio César en las semifinales del Mundial arrasaron su prestigio de ser un técnico defensivo, que sabe organizar un equipo y amarrar los resultados. Los nervios, lloros y volatilidad emocional de los jugadores brasileños durante todo el Mundial también hicieron tambalear su fama de buen "psicólogo", de entrenador especialista en manejar banquillos.

Sobre todo, la derrota contra Alemania enterró su imagen de entrenador resultadista, que consigue los objetivos para los que le contratan, aunque ello suponga una renuncia al buen fútbol, algo de lo que "Felipão" hace gala.

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Pero en realidad, el paso de Scolari del panteón de los campeones al ostracismo no ha sido automático y en sus últimas experiencias ha sufrido tropiezos, resultados que no dejaron contentos a todos y fracasos sonados. Debido a su éxito con Brasil en 2002, Scolari fue invitado a dirigir a Portugal y obtuvo unos resultados notables, pero agridulces.

Alcanzó la final de la Eurocopa 2004 en Lisboa, pero la perdió contra Grecia, y después llevó a la selección lusa a las semifinales del Mundial de Alemania 2006 y a los cuartos de la Eurocopa 2008. En el Chelsea inglés no tuvo un buen año en la temporada 2008-2009 y fue despedido sin lograr ni un título, antes de irse dos años a un país con poca tradición futbolística como Uzbekistán, donde ganó la liga con el Bunyodkor.

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Su regreso a Brasil fue más amargo, pues pasó de ganar la Copa de Brasil con el Palmeiras a llevar al equipo, el más laureado del país, prácticamente a la segunda división en la misma temporada, aunque se desvinculó del club semanas antes de que se materializara el descenso.

Con ese currículo, Scolari regresó a la selección brasileña en diciembre de 2012 en sustitución de Mano Menezes como garantía del título mundial en casa. Su victoria en la Copa Confederaciones, con un juego notable de la selección brasileña, acalló las voces críticas que cuestionaban el atraso de las tácticas del entrenador de 65 años con respecto a las que se ven en el fútbol europeo.

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Pero el mal Mundial de Brasil, que tuvo como colofón la histórica derrota contra Alemania, fue una losa para la reputación del técnico, que ha perdido todos sus apoyos entre la prensa, los aficionados y los dirigentes del fútbol del país. Scolari se aferró hasta el final a su cargo, defendió con números la preparación que realizó para el torneo y se negó a admitir ningún error en la debacle contra Alemania.

Su carácter ríspido habitual se acentuó en la etapa final del Mundial, salió a relucir con toda su fuerza cuando los resultados no acompañaron y lo desató contra la prensa cuando cuestionó sus métodos y los supuestos equívocos en la preparación de Brasil, llegando a mandar "al infierno" a quien no compartiera sus ideas.

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