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Es un coloso en un mundo de gigantes. Sus 206 centímetros le sitúan como uno de los jugadores más altos del balonmano de alto nivel. De hecho, nadie en alguna de las selecciones más pujantes que alberga el Mundial de Qatar iguala su portentosa altura. Tiene cierta lógica, puesto que Borja Fernández (Pontigón, Asturias, 1981) fue pívot de baloncesto antes de ser pivote. No es una ruta nueva. El fabuloso Fernando Martín, por ejemplo, hizo el camino inverso aunque, eso sí, cuando era un chaval. Antes de ser una leyenda fue balonmanista e incluso dicen que estuvo cerca de fichar por el Atlético.
Fue descubierto por el Joventut gracias a la televisión cuando Borja era sólo un adolescente en Avilés. Pasó el casting y de ahí marchó a Badalona. Jugó también en Melilla y en Bilbao en la Liga LEB, donde coincidió con el brasileño de los Spurs Thiago Splitter. Trotamundos como muchos, Nápoles y Ragusa italianos también vieron sus andanzas. En su travesía transalpina tomaron prestado el sobrenombre de Rusell Crowe en Gladiator como reconocimiento. Proclamado ya Hispano, desembarcó en Zaragoza, donde apareció la oportunidad que le ha pegado un buen meneo a su vida. Levantaba pasiones en la ciudad maña, donde transcurrió una de sus mejores épocas gracias a su especial conexión con afición y compañeros. “Metía una canasta y saltaba el pabellón como si hubiésemos ganado la Copa de Europa”, recordaba a finales de 2013.
Quiso la fortuna que compartiera cancha de entrenamiento con el conjunto de balonmano de la ciudad, el CAI Aragón, del que era director deportivo el maestro Valero Rivera. Fue él quien le enredó. Vio su potencial en 2006, le engatusó y desde entonces está absolutamente unida su carrera deportiva con la del mítico técnico. “Ha sido una figura clave en mi carrera”, reconoce cada vez que tiene ocasión. Jamás se ha arrepentido de su atrevimiento, por lo que cada día que pasa está más agradecido a su padrino. “Tomé la decisión acertada porque cuando voy a entrenar ahora, lo hago disfrutando. Antes, en el baloncesto, era para sufrir”, ha defendido en diversas entrevistas.
Tras cambiar la pelota de básket por una que le cabía en la palma de su gigantesca mano, pasó por Algeciras, Teucro, Torrevieja y cruzó los Pirineos en 2011 para jugar en el Nantes. Tras dos temporadas asentado en Francia, su teléfono sonó. Era de nuevo Valero, siete años después, proponiéndole la aventura más exótica y excitante de su vida: nacionalizarse qatarí, jugar en la Liga de aquel país (en el Al Quiyadah) y disputar con los colores de la selección anfitriona que él mismo dirige el Mundial de 2015. Y, claro, una buena inyección de dinero en su cuenta bancaria. Con escasas expectativas a la vista de representar a su (primer) país, la incertidumbre sobre su futuro le duró poco. “En Qatar me ofrecen la posibilidad de jugar partidos internacionales, grandes competiciones como los Mundiales y de estar en la élite”, comentaba en el diario As al poco de conocerse su nuevo periplo. Siempre supo aprovechar las ocasiones que la vida le puso delante.
“La liga es muy distinta porque cada equipo tiene un máximo de seis o siete profesionales por equipo. Entonces lo que hacen es fichar a jugadores europeos o africanos, que son los que van a llevar el peso del equipo”, explica alguien que ha pisado aquel país artificial en medio del desierto y que lo conoce bien. El navarro Iosu Goñi compitió en el emirato un par de meses, cedido precisamente en el equipo en el que ha desembarcado Fernández. De hecho, el país del Golfo Pérsico tocó antes a Goñi para incorporarle a su selección. “Me lo dijeron al poco de llegar y me quedé un poco sorprendido, ya que ni siquiera había jugado un partido. Lo que quieren es que su selección tenga un buen rendimiento y está claro que con sus jugadores nacionales no lo iban a conseguir”, asegura a Público.
A sus 33 primaveras y con más de 120 kilos, no queda ya nada de las peculiares rastas que Borja lucía hace unos años. Junto a nombres como Saric, Stojanovic o Markovic, es uno de los extranjeros que el emirato ha nacionalizado a golpe de petrodólar para ser un equipo competitivo y dar una buena imagen en el torneo que organizan. De momento, llevan pleno de victorias: ante Brasil, Chile y Eslovenia. Como capitán del barco está Rivera, que hace dos años guió a España a su segundo oro mundialista. Quiere la casualidad que esta tarde los dos países de Fernández y del técnico se enfrenten (17.00 horas, Teledeporte) en el penúltimo duelo del grupo, clave para dirimir la clasificación y los posteriores cruces. No podrá estar Borja, por unas molestias en el menisco, aunque desde la grada tendrá seguramente el corazón partido. "Puxa Asturies", proclama en su Twitter, por si las moscas.
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