'Vamos muchachos, saquen la vergüenza', clamaba el comentarista argentino ante el paupérrimo espectáculo que su selección ofreció anoche en Barranquilla ante Colombia. La albiceleste ganó 1-2 en otro partido rácano de un equipo con jugadores para multiplicar por mil su interpretación. Lo poco salvable fueron los primeros 20 minutos, hubo cierta aristocracia para meter a los locales en su campo. También es cierto que esa fue la táctica de la selección de Leonel Álvarez: concederle el terreno y la pelota.

A partir de ahí Argentina se convirtió en un desierto en el que nadie fue capaz de encontrar a Messi o a Higuaín con cierta ventaja. Colombia no tenía mucha intención de atacar, pero la desidia del favorito invitó a suavizar la planificación inicial. Una falta lanzada por Pavón a un minuto del final del primer tiempo se coló en la portería después de rebotar en Mascherano. Argentina agonizaba en su camino hacia el vestuario.

Alejandro Sabella no esperó más tiempo y colocó en el césped al Kun Agüero junto al barcelonista y al madridista. Había mecha, pero nadie parecía capaz de encenderla. En realidad sí que había alguien, Messi.

Esta vez no hubo motivo alguno de su hinchada hacia el mejor jugador del mundo. Fabricó la jugada, creó la superioridad con un pase hacia la banda y remató la jugada como un delantero oportunista. El gol cambió la cara de Argentina. El miedo se coló por todo el sistema colombiano y parecía evidente que algo más aún tenía que pasar. Agüero firmó la sufrida victoria.