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"Apareció un señor argentino y me cambió la vida"

Ibra, el ex futbolista de Atlético y Osasuna, jugaba en las calles de Senegal antes de triunfar en Europa. Pero su caso no es tan común: hay muchos que se rinden

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Las calles de África suelen ser anárquicas y la pobreza importa tanto que no se olvida nunca. Sus chicos juegan con balones de plástico y no de reglamento. Las porterías son de trapo y casi todos los niños son tan livianos como lo era Ibra (Senegal, 1989) que, después de jugar en Atlético y Osasuna, ha firmado este verano un magnífico contrato en el Kuban Krasnodar ruso. A los 22 años, no olvida su infancia y aún menos aquel día en el que apareció "un señor argentino" que insinuó a él y a su familia un futuro mejor. Era el mayor de seis hermanos, y no sabía a lo que se arriesgaba. "Me ofreció ir a probar a Argentinos Juniors. Me resultó extraño, pero me convencí de que, entre tantos africanos como querían ir a Buenos Aires, no podía ser casualidad que yo fuese el elegido. Me fui de casa y les prometí a mis padres que, por difícil que fuese, no me rendiría nunca". A su favor, Ibra tenía la inteligencia ("¿qué niño de mi país tenía para el pasaje de avión?"), pero las dificultades aparecieron antes de que lo imaginable.

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"La realidad es que cuando llegué allí tenían tanta gente que no me necesitaban", explicó a Público en su época de Osasuna. "Y me vi viviendo durante semanas solo en un piso, entrenando a solas en un parque y sin tener idea del idioma hasta que conseguí una prueba con el juvenil de Velez Sarsfield. Y, una vez ahí, me encontré con un vestuario que me dejó flipado. Tiraban mis zapatillas en la basura, ataban mis camisetas en una percha..., no entendía nada, yo quería ayudarles... Pero, en vez de ir a casa a llorar, todo eso me dio fuerza para decirme: "tienes que triunfar para que te tengan miedo". Ibra, en realidad, es un futbolista especial, capaz de hacer declaraciones como ésta: "Sólo tengo miedo a Dios, porque no le conozco". De ahí que su aventura encontrase un final feliz en Argentina que le permitió cruzar el charco hasta Europa, donde ha encontrado la riqueza y el dinero que sería imposible en África. Y los niños lo saben. Y sus familias, también.

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Por eso se sueña con Europa como soñó Samuel Etoo en su momento. Tenía 14 años cuando lo trajeron al Madrid y, al principio, se sintió tan solo que no sabía ni en que estación de Metro bajarse. Pero lo superó como Pierre Webo, un delantero camerunes que, tras jugar en el Mallorca, ahora lo hace en Turquía. Atrás queda su infancia, "en la que jugaba al fútbol con zapatos en las calles" y ni sabía lo que era pisar un campo de hierba. "¿La hierba? En Camerún sólo hay un campo de césped en el que actúa la selección". Pero Webo salió pronto, con destino a un club mítico, el Nacional de Montevideo y, después, a Europa. Y ahora su historia se cuenta, porque Webo triunfó. Y no son memorias de África, sino realidades de un continente, que cada vez tiene mejores futbolistas. Incluso, cada cuatro años se habla de las posibilidades de este continente de ganar el Mundial. Algunos de sus futbolistas son de los mejores del mundo como Drogba que, a los 36 años, ha sido decisivo para ganar una Champions para el Chelsea. Europa sabe esto y por eso, actualmente, hay más de 800 africanos repartidos por equipos del fútbol europeo.

"Yo era traductor del entrenador de Osasuna con los jugadores que no hablaban castellano"

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Vienen de Senegal, Camerún, Costa de Marfil, Malí, Burundi, Nigeria y hasta de Cabo Verde como Nani, el extremo actual del Manchester, que llegó a Amadora, un barrio de delincuentes de Portugal siendo un niño. Era el menor de nueve hermanos al que, antes de fichar el Sporting de Lisboa, aceptó el Real Sport Massana. Pero, eso sí, a un precio muy duro. "Debía caminar tres millas diarias de ida y vuelta a casa, porque no tenía para el autobús". Nani ha triunfado, como Etoo, como Webo o como el mismo Ibra, que fueron niños capaces de saltar los obstáculos. Incluso, hoy son hombres maduros que, a costa de esta emigración tan temprana, hablan idiomas. Ibra, que maneja un inglés perfecto, es la prueba: "Yo era el traductor de Mendilibar, el entrenador de Osasuna con los jugadores que no hablaban castellano". Pero el lenguaje del éxito es una realidad incompleta cuando se habla de esta emigración tan temprana de niños africanos a Europa. ¿Cuántos no son capaces de triunfar se lesionan, se pierden o son incomprendidos por el entrenador? ¿cuántos de esos niños, que salieron prematuramente de su país, están viviendo ahora por las calles y playas de Europa con un puesto de bisutería?

La pregunta es imposible de cuantificar, pero la tendencia es clara en el fútbol del viejo continente. África es una alternativa barata y, es más, ya no hay que esperar a que el futbolista esté formado para ficharle. Por eso en casi todas las Ligas del mundo, incluso de Grecia, Bélgica o Rumanía, hay campañas de captación de niños en África. El pionero fue Francia, porque en su Liga pueden jugar todos los extracomunitarios que se deseen. De ahí han salido innumerables futbolistas como el mismo Song, que ahora ha fichado por el Bará y llegó al Bastia a los ocho años. "El mercado francés nos lleva cuarenta años de ventaja", señala Víctor Orta, secretario técnico del Sevilla, que ha encontrado ‘diamantes negros' en África.

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"El futbolista africano es una materia prima a la que se va a buscar para cualificarle y revenderla más cara"

Por eso en Europa cada vez se presta más atención a ese continente que, para empezar, casi siempre garantiza futbolistas con un físico portentoso. "El futbolista africano es una materia prima a la que se va a buscar para cualificarla y revenderla más cara". Ha habido miles de casos y de anécdotas. Hubo un tiempo, por ejemplo, en el que el Beveren de Bélgica tenía hasta quince africanos en plantilla. Según el geógrafo Raffaele Poli, especialista en emigraciones clandestinas, el proceso está estudiado. "Los jóvenes africanos primero pasan por campeonatos de tercera (Rumanía, Albania y hasta Malta) o segunda categoría (Suiza, Bélgica o Francia), antes de dar el gran salto". Sin ir más lejos, es sorprendente saber la cantidad de futbolistas ghaneses que hay en Rumanía o de nigerianos en Albania. El último año fueron 184 futbolistas africanos de las grandes Ligas europeas los que marcharon a jugar la Copa de África. De allí salieron antes de ser adolescentes. Tenían una ventaja, quizá. Estaban tan endurecidos que hoy son capaces de jugar hasta con una hernia discal como Toure Yaya en su época del Barcelona.

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"Quizá sea porque de niños nosotros estamos acostumbrados a sufrir más", justifica Pierre Webo, que ahora juega en Turquía. "Por eso la gente dice que somos tan fuertes físicamente". Y, sobre todo, influye el incentivo: la posibilidad que se les ofrece de arreglar la vida. Pero de esos no hay tantos y a esos casi nunca les buscan los focos. Justo o injusto, es la realidad de un país que promete mano de obra barata. Y, ante eso, al fútbol europeo se le hacen los ojos chiribitas.

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