Este artículo se publicó hace 14 años.
Ahora la culpa va a ser de Luis
José Miguélez
Messi encontró buena compañía. La de Higuaín para empujar (primer hat trick del torneo) y la del Kun para asociarse. Argentina toca los octavos de final con los dedos y luce cada vez una imagen más saludable. Le costó llegar a Suráfrica, pero una vez aquí, está decidida a quedarse. Todo lo contrario que España, que venía para instalarse hasta la final y ahora tiene en peligro incluso quedarse más allá de la primera fase. La prensa internacional la caricaturiza y hasta Honduras, a través de su seleccionador, se atreve a minimizar su dificultad, a ponerla un escalón por debajo de Chile.
La selección se retuerce bajo los efectos de esa derrota inesperada que le ha dejado tocado el ánimo y la reputación. Y que la obliga a vivir el resto del torneo sin margen de error. Españadebe ganarlo todo hasta que concluya el Mundial. No es imposible, ni siquiera difícil para quien hace dos días era reconocida como la mejor. Pero el fútbol carece de memoria y contagia. De repente, España duda. Debe recordar que es la mejor, volver a convencerse a sí misma y a los demás.
Hay una vena fatalista que complica ese reencuentro con la realidad. Un poso victimista y acomplejado con el que precisamente este grupo de jugadores parecía haber acabado. Pero ha bastado un partido perdido ante un rival menor para que los fantasmas vuelvan. Por dentro y por fuera. Para que empiece la búsqueda desesperada de culpables ajenos y falsos enemigos. Para que Piqué califique lo de la aureola de favorito que tanto les gustaba hace un rato como nocivas "tonterías" del exterior.
O para que cierto entorno influyente empiece a propagar la idea de una conspiración. Ya hay un malo al que señalar, Luis Aragonés, un tipo sobre el que descargar las frustraciones que no le pertenecen. Al parecer, el pecado del técnico es opinar sobre la selección en los medios que le han contratado. Como hace Camacho o Clemente, por nombrar a dos antecesores más. Como hacía el propio Del Bosque en los tiempos de Luis. Como hacen todos. Pero, al parecer, cuando Luis habla, enreda. Así que si algo sale mal, que en el fondo es lo que temen, ya tienen un responsable. La excusa a la que agarrarse.
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