Las finales no son de los que las juegan, sino de los que las ganan. Y en esas lides y en Europa, el Real Madrid es el más grande. Ha tardado doce años en volver a levantar el título de sus desvelos, el que corona al mejor equipo del continente. Pero la espera ha finalizado. La tan ansiada Décima ya es realidad para el club blanco. Lisboa se convirtió en Glasgow. Zidane ya tiene sucesores. Tuvo que hacerse valedor de la 'orejona' en la prórroga, un tiempo al que llegó gracias a un tanto de cabeza de Sergio Ramos en el tiempo de descuento, que contrarrestaba el de Diego Godín tras un fallo impropio de Casillas.
El Atlético llegó a soñar con conquistar su primera Champions durante una hora, pero murió en la orilla. Exhausto. En la playa le esperaba en el anochecer de la final con las escopetas cargadas el regimiento blanco. Bale, Marcelo y Cristiano fueron los artilleros. La gloria se vistió de blanco. La épica se puso del lado de Cibeles. Ahora el desconsuelo es terrible para los rojiblancos. Nadie se acuerda de los finalistas, pero de este Atlético sí. Fue demasiada dolorosa la derrota. Pero el tiempo situará en su justa medida al grupo de Simeone.
Fue una final con mucha más emoción que fútbol. Los sentimientos superaron en todo el partido a las tácticas. El reto al que se enfrentaban los futbolistas era mayúsculo. El choque había terminado con todos los calificativos. Un derbi en una final de Champions. La rivalidad rebosaba las líneas del estadio de Da Luz. Las alineaciones despejaron incógnitas sobre los ‘tocados' de ambos equipos. Los delanteros Diego Costa y Benzema arrancaron en Da Luz. Por parte del Atlético, Arda se quedó hasta fuera de la convocatoria mientras que Ancelotti, sin Pepe disponibe, apostó por la experiencia de Khedira en detrimento de Illarramendi para formar junto a Modric y Di María en la medular. El resto, lo esperado. Simeone contrarrestó con una línea de cuatro con Gabi, Tiago, Koke y Raúl García.
La final arrancó con las pulsaciones rojiblancas aceleradas y el Real Madrid tomó el balón de inicio en el primer cuarto de hora. Simeone pedía tranquilidad a sus pupilos. El escenario y la altura del acontecimiento debía desaparecer de sus mentes para desplegar el fútbol conocido. Y sin apenas romper a sudar, Diego Costa paró. Duró menos el hispano-brasileño que en el Camp Nou. Esta vez no hubo mano a la pierna. Pidió el cambio y Adrián le tuvo que sustituir. Arriesgó en exceso su recuperación y en cuanto olió riesgo se marchó al túnel. No hubo milagro en la placenta. Corría el minuto nueve de final.
Hasta entonces las dos aficiones no habían asistido al fútbol que se espera de los dos mejores equipos del continente. La tensión y los nervios superaban a la calidad. Mucha imprecisión, balones largos y sin continuidad en el juego. Los porteros miraban pasar el cronómetro. El Real Madrid proponía velocidad y bandas para acercarse al área de Courtois, pero la brega atlética impedía cualquier intentona. El colegiado Kuipers dejaba jugar y la intensidad iba en aumento, como se demostró en las entradas por detrás que regalaron Raúl García a Di María y Koke a Carvajal. Con el paso de los minutos la contienda empezaba a declinarse hacia donde quería el Atlético.
Superada la media hora Bale falló el primero para el Real Madrid. Recogió un regalo de Tiago pero su puntera lamió el poste atlético. Y del 1-0 al 0-1. En la jugada más inesperada del partido a Casillas se le cayó la aureloa al suelo. El portero blanco midió mal un balón aéreo, se quedó a media salida y ante la descoordinación de la defensa aprovechó Godín para pesar. Cabeceó con Khedira, el balón salió hacia la portería. Corrió Casillas para corregir el error, metió la mano pero el balón ya había superado la línea. La primera Champions se acercaba al Atlético. Y la cabeza de Godín, como en el Camp Nou, se convertía en el arma más letal.
El Atlético noqueaba al Real Madrid y sus jugadores volvían a ofrecer un magisterio de sacrificio coral, de ordenanza táctica y de entrega. Como la que demostró David Villa, cuyas piernas no parecían tener los años que marcan el DNI. Los blancos, mientras, buscaban la bocana del descanso para recomponer el ánimo. Pero no surtió efecto el paso por el vestuario para los madridistas. El golpe había sido demasiado duro y el Atlético salió a la segunda parte mucho más entero. Ancelotti cambió piezas. Khedira y Coentrao dieron paso a Isco y Marcelo. Simeone dio entrada a Sosa por Raúl García. Los rojiblancos desactivaban los ataques del Real Madrid y subían la presión a todo el campo para alejar el balón de su zona.
Pero los de Ancelotti fueron asumiendo la potestad del juego y arrinconando cada vez más a los de Simeone, que a medida que pasaban los minutos cedían más el balón y los espacios. La entrada de Isco le dio otro aire al Madrid. Y Bale fue el mayor peligro pero siempre pecaba a la hora de entrar a matar. Hasta tres ocasiones tuvo el galés para empatar sin éxito. Los últimos quince minutos sucedieron enteros en el área rojiblanca, convertida en un frontón. Consumieron los técnicos los cambios. El de Filipe Luis obligado por lesión. Le suplió Alderweireld. Y Benzema cedió su sitio a Morata. Godín, también imperial en su área, arañaba un balón controlado con sutileza enorme por Isco dentro del área.
Cristiano mandaba una volea alta. Marcelo y Di María, incisivo cual cuchillo en un ibérico, llenaban el área de centros. Y mientras, el Atlético se encomendaba a la concentración, los despejes y a las arrancadas de Villa, combativo como el que más. Cinco minutos añadía el árbitro holandés. Pero antes resurgió Sergio Ramos. El héroe de Múnich volvía a elevarse al cielo de Lisboa para mandar un balón de saque de esquina al rincón de la portería de Courtois. Otro cabezazo estratosférico. Un gol que mandaba la final a la prórroga. Cinco minutos de resuello y otros 30 por delante. La Copa requeriría el máximo esfuerzo.
El tiempo extra evidenció los rigores de la temporada y los minutos acumulados. Lo sufrieron más los atléticos, como Juanfran y Koke. Pero también Cristiano. El Real Madrid, impulsado por el gol de Ramos, se creyó la victoria y fue a por ella. Los primeros quince minutos pasaron volando. Tan solo quedaron para reseñar una falta de Cristiano enviada a la barrera y el postrero córner que remató Varane a las manos de Courtois.
La segunda parte de la prórroga consumó la debacle del Atlético y la entronización del Real Madrid. Tres goles en cuarto de hora que situaban la Décima en las vitrinas del Bernabéu. El primero, de Gareth Bale, que remató de cabeza un jugadón de Di María. El argentino descosió a Juanfran y Miranda, disparó, su tiró lo repelió Courtouis y el galés lo encajó. El Real Madrid daba la vuelta a la final. Casillas daba gracias y lloraba arrodillado.
El segundo y el tercero fueron frutos del hundimiento físico y moral de los colchoneros. Marcelo se paseó sin oposición hasta que de puntera puso el 3-1. Y Cristiano, tras un penalti forzado a Gabi, transformó el definitivo cuarto desde los once metros. Se quitó la camiseta para celebrarlo tras un partido desaparecido. El final, empañado por algunos gestos y la tensión del momento, dejó al Real Madrid como nuevo dueño de Europa.
4 - Real Madrid: Casillas; Carvajal, Ramos, Varane, Fabio Coentrao (Marcelo, m. 59); Modric, Khedira (Isco, m. 59), Di María; Bale, Benzema (Morata, m. 79) y Cristiano.
1 - Atlético de Madrid: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis (Alderweireld, m. 82); Raúl García (Sosa, m. 66), Tiago, Gabi, Koke; Villa y Diego Costa (Adrián, m. 9).
Goles: 0-1, m. 36: Godín aprovecha con la cabeza un fallo en la salida de Iker Casillas. 1-1, m. 93: Sergio Ramos remata de cabeza un saque de esquina. 2-1, m. 110: Bale cabecea un rechace de Courtois tras una jugada de Di María. 3-1, m. 118: Marcelo, con un tiro cruzado. 4-1, m. 120: Cristiano, de penalti.
Árbitro: Bjorn Kuipers (Holanda). Amonestó a Raúl García (m. 27), Miranda (m. 52), Villa (m. 72), Juanfran (m. 74), Koke (m. 86) y Gabi (m. 99), por el Atlético de Madrid, y a Sergio Ramos (m. 27) y Khedira (m. 45), por el Real Madrid.
Incidencias: final de la Liga de Campeones disputada en el Estadio de La Luz de Lisboa ante 60.976 espectadores.
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