Iniesta y Cesc celebran el gol de Villa ante la desolación de los jugadores de Paraguay. REUTERS
Esta Roja ya es mejor que todas las anteriores. La primera que cruza la frontera de los cuartos, la primera que acaricia unas semifinales. España pondrá un nuevo techo a su currículum en Suráfrica. Sigue decidida a luchar por todo. Se citó con Alemania para el miércoles tras superar un partido mucho más complicado de lo que ponía el guión, escaso de juego pero cargado de emociones fuertes.
Un encuentro plano en su comienzo y delirante en su final. Con dos penaltis fallados, uno por bando, y un gol decisivo que se hizo de rogar, que llegó tras coquetear una y otra vez con los palos. Lo marcó Villa, cómo no, que vive el Mundial con el fusil siempre preparado. Fue otra vez el héroe de la clasificación, el que puso el apellido a una victoria ya legendaria de la que hablarán los libros de historia. Y mencionarán a Casillas, que al fin se sumó a la fiesta, que volvió a ser el portero de los milagros, que dejó tres paradas de esas que lo definen como el mejor guardameta del mundo. Pitado el final, consumada la gesta, los jugadores españoles fueron a abrazarse a su capitán. Ya están todos. O casi.
Pero la historia se hizo esperar. Durante mucho minutos, Paraguay hizo mejor lo que sabe que España lo que debe y puede. Otra vez volvía La Roja a su versión discreta. Dominadora, tal vez por complicidad del rival, pero nada más. Lenta en la circulación, imprecisa, nada venenosa. Ahogada por el trabajo defensivo del adversario. Sólo encontraba salida por los laterales, por donde tanto Ramos como Capdevila descolgaban continuas subidas, pero sus centros eran tan mecánicos como inofensivos, marcaban el final de la jugada antes de tiempo.
Del Bosque diseñó una extraña formación de fogueo. No en cuanto a los apellidos, que volvieron a ser de saque los que la afición ya recita de carrerilla, sino en la colocación inicial. Villa fue el nueve, Torres el que venció su posición hacia una banda, la derecha, e Iniesta el que se ubicó en la izquierda. Diez minutos de despiste intrascendente. Después, cada cual volvió a su sitio habitual durante el Mundial. El goleador a la izquierda, El Niño a pelearse con los centrales e Iniesta a encarar y buscar heridas desde la derecha.
En ningún tramo, España atacó bien. El medio campo volvió a ser menos laberinto para el rival que para sí mismo. Busquets, en lo suyo, corregir defectos posicionales de los demás y equilibrar defensivamente al equipo, bien, pero con la pelota desentona. La retiene demasiado y cuando le toca subir, que fue bastante por la inercia de Xabi a buscarle y sitio y desplazarle, no inventa nada.
Alonso estuvo mejor en esa fase, fueron sus precisos cambios de juego los que arañaron alguna complicación a Paraguay. Y Xavi volvió a estar demasiado arriba, con menos opciones de pase de las que su talento recomienda. Estuve en jefe, intencionado, pero sometido al embudo del que Del Bosque anunciaba querer huir. España parecía echar de más a Busquets y de menos a un tocador de ida y vuelta como Cesc o Silva.
Paraguay era la que estaba cómoda. Sin muchas pretensiones, con la meta puesta exclusivamente en agobiar a España, pero metido en su partido destructivo. Su política de correr menos riesgos que el rival no le impidió gozar de las mejores ocasiones. Desde un tiro inicial de Santana que Casillas interceptó hasta los movimientos endemoniados a la contra de Valdez que tanto a Puyol como a Piqué les costó descifrar. De hecho, poco antes del descanso, Valdez marcó en un centro que se supo ganar, pero el árbitro le echó un cable a España y lo anuló sin motivo aparente.
La selección llegó al intermedio con un tiro sorpresa de Xavi y poco más. Villa no estaba suelto y Torres seguía con sus evidentes problemas de forma, con más ganas que realidad. España no huía de los pelotazos, aunque principalmente recurría las asociaciones, pocas certeras, ninguna cortante. Del Bosque estaba obligado a hacer algo, pero tardó en llegarle una idea. Mientras se le ocurría, mandó a calentar a todos. Y al que recurrió, poco antes de la hora, fue a Cesc. No retiró al sobrevalorado Busquets sino al inexistente Torres. El seleccionador quería el medio del campo.
Quizás no era esa la intención, pero nada más producirse la sustitución, el partido enloqueció. Piqué concedió un penalti inexplicable y devolvió a Casillas al territorio de los héroes. En la jugada siguiente fue Villa el que forzó la pena máxima y Xabi Alonso, después de que el árbitro le invalidara el primer lanzamiento, el que la desperdició (en el rechace Batres se comió otro penalti a Cesc). En cinco minutos pasó de todo, los cuartos pasaron de un lado a otro subidos en una montaña rusa, pero sin embargo no ocurrió nada.
Pasados ese tramo de locura, España decidió coger de una vez la eliminatoria por la pechera. Xavi bajó al fin a tomar el volante y se asoció con Cesc e Iniesta para perforar a Paraguay. Y hasta Del Bosque renunció a su exceso de usar a dos jugadores de la misma zona (retiró a Xabi no a su intocable) a cambio de Pedro. Hubo más ida que vuelta.
En una de esas conexiones por el medio, Iniesta se desató. Rompió a Paraguay con una de sus célebres conducciones, se fue de tres rivales y dejó solo a Pedro. Pero el cuarto de los héroes no estaba reservado para él. Su tiro lo rechazó el poste y lo bañó de gol el de siempre, Villa, el máximo realizador del Mundial. España supo conservar ya el gol a base de toque y de Casillas, que volvió al santoral con dos paradas postreras extraordinarias. Y dejó a La Roja en semifinales, sentada ya en la historia.
Paraguay: Justo Villar; Verón, Da Silva, Alcaraz, Morel; V. Cáceres (Barrios, m.83); Santana, E. Barreto (Vera, m.62), Riveros; Valdez (Santa Cruz, m.72) y Cardozo.
España: Casillas; Ramos, Piqué, Puyol (Marchena, m.83), Capdevila; Busquets; Xavi, Xabi Alonso (Pedro, m.75), Iniesta; Torres (Cesc, m.56) y Villa.
Goles: 0-1. M.82. Jugadón de Iniesta por el centro del ataque, abre a Pedro, que, solo, remata al palo. El rechace lo recoge Villa, que controla y marca.
Árbitro: Batres (Guatemala). Amarilla a Piqué, Alcaraz, Busquets, Morel, V.Cáceres, Santana,
Ellis Park Stadium: Casillas le detuvo un penalti (m.57) a Cardozo, cometido por Piqué. Justo Villar le detuvo otro (m.60) a Xabi Alonso, cometido por Alcaraz sobre Villa, después de que Batres invalidara el primer lanzamiento.
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