De los Yokai a Godzilla, la monstruosidad en el arte japonés
La Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando recupera del folclore japonés a unas criatura inquietantes cuya influencia llega hasta nuestros días. Seres inventados que explican lo inexplicable y que presagian la animación y el manga.
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MADRID,
Los hubo de muchos tipos, estaban los que eran mitad buey, mitad diablo; los humanoides como la vieja de la montaña o la mujer de nieve; también los que respondían a formas fantásticas como los ogros hambrientos o los duendes. El folclore japonés, rico en iconografías sobrenaturales, aterriza en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando con la mirada puesta en su vertiente más monstruosa. Un mismo hilo conductor que recorre más de diez siglos de historia que va de los Yokai a los Godzilla y cuya influencia se refleja en el cine de animación y en el manga.
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Comisariada por el coleccionista japonés Koichi Yumoto y por el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Daniel Sastre, la muestra de interminable epígrafe —Yokai: iconografía de lo fantástico. 'El Desfile nocturno de los cien demonios' como génesis de la imagen sobrenatural en Japón— pone el foco en una perturbadora romería de criaturas delirantes datada en el periodo Muromachi y atribuida al pintor Tosa Mitsunobu. Un total de 80 piezas provenientes de la antigua colección sobre yokai de Koichi Yumoto, que actualmente está gestionada por la ciudad de Miyoshi (Hiroshima) y que se podrán ver hasta el 23 de septiembre.
"El motivo por el cual desde el periodo Edo se extendió la cultura de los yokai se debe a que en esta época aparecieron muchas variedades de estos seres, que estaban estrechamente relacionados con la vida cotidiana de los japoneses y que fueron representados también en los vestidos, en los kimonos y en las armaduras utilizadas", afirmaba Yumoto en la presentación. En efecto, de principios del XVII a mediados del XVIII el universo yokai fue impregnando —como se puede ver en el primera tramo la exposición— lo popular: desde juegos infantiles hasta cajas para medicinas, pasando por dagas, guardas de katana o lámparas de papel.
Los yokai son, a fin de cuentas, representaciones tan imaginativas como inquietantes nacidas al fragor de lo inexplicable. Así, cuando una paisano nipón de la época escuchaba un sonido enigmático en la montaña se lo achacaba a la existencia de un yokai oculto en la ladera. Un ser que puede estar escondido dentro de la oscuridad y que adopta múltiples formas. Un modus operandi que le emparenta con el mítico Godzilla y que marca para siempre la topografía del arte japonés.
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El corazón de la muestra queda, sin embargo, reservado para lo que se conoce en la cultura japonesa como emaki, o lo que es lo mismo; el rollo ilustrado. La versión más lúdica y familiar del yokai, piezas que pueden llegar a medir entre 6 y 16 metros y que, pese a estar escritas hace trescientos años, tienen la capacidad de conectar con la mirada contemporánea. No en vano, como bien explican los comisarios, su influencia en el manga y la animación es más que evidente.
Son, además, piezas íntimas, unipersonales: "Uno lo va leyendo, lo va desenrollando, y al final lo que vas viendo es la distancia de tus brazos", explicaba Daniel Sastre. Se trata de un modelo que se va repitiendo constantemente, con diferentes variaciones. No estamos ante un modelo estático, sino ante una copia donde conforme avanza la historia cada uno va introduciendo sus toques personalizados. Por otra parte, la fragilidad de los materiales que se exponen propiciará que a partir del 20 de agosto se muestre otro material. Algo que, sin buscarlo, le confiere a esta muestra un halo mágico y sobrenatural; como sus protagonistas.
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