Este artículo se publicó hace 17 años.
Unsane, el ruido blanco que el ‘grunge’ tomó como modelo
El trío neoyorquino, precursor de Nirvana, presenta su nuevo disco en España.
Son muy pocos los grupos que logran ser respetados por públicos de géneros diferentes. Las peleas entre rockers y mods de hace 40 años son un símbolo de lo que ha sido una constante en la historia de la música popular moderna: si te gusta éste, no te puede gustar esto otro.
De este integrismo musical, que poco o nada tiene que ver con la música, escasas bandas se libran. Sólo hay consenso, y no siempre, en dos casos: ciertos clásicos y los grupos de culto. Los neoyorquinos Unsane, que esta semana están de gira por España, pertenecen a estos últimos.
“Tenemos un sonido muy original y al mismo tiempo nuestras canciones son muy duras, lo que explica que gente diversa se interese por nosotros”, explica a Público Chris Spencer, vocalista y guitarrista de la formación.
Surgidos en la época de entreguerras de finales de los 80, con el heavy hundido, el punk olvidado y la revolución del rock alternativo en estado fetal, Unsane empezaron a hacer música con una consigna tan básica como esta: “Sonar tan ruidosos e incendiarios que lográramos atronar a quién se ponga delante”.
Delante no se ponían muchos, porque en sus primeros años no pasaron de grabar un puñado de singles que cuajaron entre la escena hardcore. La abrasiva sequedad de su noise-rock, ejecutado en formato trío de bajo, guitarra y batería con la voz gritando al límite, también atraía a los seguidores más duros de unos Sonic Youth. Oscuros, opresivos y muy brutos, no era difícil identificarles como herederos de Joy Division o Slayer, grupo al que telonearon años más tarde.
El mundo los descubrió
Y entonces llegó el grunge: “Nos sentimos muy próximos a los grupos de aquella generación”, reconoce Spencer, “conocí a Kurt [Cobain] y solía salir con Mark Am, de Mudhoney. El gran éxito de Nirvana fue bueno, pero por otro lado fue negativo. Las multinacionales comenzaron a comprar grupos y cogían lo primero que encontraban. Destruyeron muchas bandas”.
Y también la heroína: “Era algo típico en Nueva York. Había mucha droga y hubo gente que se volvió loca. Perdí varios amigos en aquella época y eso se refleja muy directamente en nuestra música”. Entre ellos, el batería original de la banda, Charles Ondras, fallecido en 1992 por sobredosis.
El estallido a nivel mundial del rock alternativo a principios de los 90 les pilló de lleno. El sello con el que publicaron su primer disco en 1991 fue adquirido por el gigante Atlantic, para el que grabaron su segundo disco, Total Destruction.
Trance multinacional
“Fue una mala experiencia. No fue nuestra elección entrar en una multinacional. Nos las arreglamos para pasar el trance sin que acabaran con nosotros. Son máquinas gigantes que engullen a bandas y esperan que la gente compre sus discos. Se gastan ingentes cantidades de dinero en cosas ridículas. ¿Para qué te vas a gastar 20.000 dólares en un vídeo?”, relata Spencer.
Curiosamente, en su siguiente disco, ya con un sello independiente, ellos se gastaron 200 euros –“en realidad 169”, puntualiza Spencer– en hacer el vídeo de su canción Scrape y fue elegido por la MTV entre los diez más divertidos de la historia. “Me resultaba curioso que pusieran nuestro vídeo justo después del de Janet Jackson”, comenta.
Este año han publicado Visqueen, su sexto disco, un nuevo arrebato de rock catártico, agresivo y sudoroso. Y hoy llegan a la sala El Sol de Madrid después de presentarlo en Bilbao y Gijón. Mañana estarán en Alicante (Stereo) y al día siguiente en Barcelona (Be Cool).
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