Las últimas horas de Salvador Allende, el mito que unió a socialistas y comunistas
El legado "ético y democrático" del legendario presidente de Chile, cuyo Gobierno fue derrocado por Pinochet hace 50 años, es analizado por Mario Amorós, autor de la biografía 'Salvador Allende' (Capitán Swing).
Madrid-Actualizado a
Mario Amorós (Alicante, 1973) vuelve a indagar sobre una de las figuras del siglo XX en Salvador Allende. Biografía política, semblanza humana (Capitán Swing), donde aborda la dimensión política y humana del líder chileno, fallecido el 11 de septiembre de 1973.
El periodista e historiador rastrea sus orígenes, rescata a personajes que influyeron en su trayectoria —como el carpintero anarquista que le inoculó su ideología revolucionaria— y describe con precisión sus últimas horas, cuando decidió suicidarse en el Palacio de la Moneda tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet.
Además de otros aspectos de su vida y de su legado, Mario Amorós destaca el logro de haber ensamblado al Partido Socialista y al Partido Comunista en torno a la Unidad Popular para convertirse en el presidente de Chile en 1970, ahora que se cumplen cincuenta años de su muerte.
A continuación, su biógrafo también desgrana otros pasajes de la biografía del impulsor de la vía chilena al socialismo, desde su relación con los militares hasta su emotivo discurso en Radio Magallanes, cuando decidió permanecer en la sede presidencial aun sabiendo cuál iba a ser su destino.
El hito de la unión entre socialistas y comunistas
"Salvador Allende se presentó a las elecciones presidenciales de 1952 como candidato del Frente Nacional del Pueblo, una coalición integrada, entre otros, por el Partido Comunista y el Partido Socialista. Una unión que se reeditó en los siguientes comicios con el Frente de Acción Popular y, en 1970, con Unidad Popular", explica Mario Amorós.
"Chile es el único país del hemisferio occidental donde, durante la Guerra Fría, socialistas y comunistas lucharon juntos. Y sabemos lo que cuesta unir a la izquierda... Sin embargo, en Chile se forjó esa unión en torno a la candidatura de Allende y a la inteligencia de todos los partidos políticos".
La reacción de Estados Unidos
"La victoria de Allende en las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 es una sorpresa para el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y para el secretario de Estado, Henry Kissinger.
Tras el desconcierto inicial, Agustín Edwards, propietario y director del diario El Mercurio, se reúne el 15 de septiembre en la Casa Blanca con Kissinger y, probablemente, con Nixon; y, en un hotel, con el director de la CIA, Richard Helms. Les transmite que solo un golpe de Estado evitará que Allende tome posesión y esa tarde Nixon decide estrangular la economía chilena y promover un golpe abiertamente.
Esas tentativas golpistas de la derecha chilena y del Gobierno Nixon fracasan porque al frente del Ejército está un general democrático constitucionalista, René Schneider, quien sufre un atentado el 22 de octubre de 1970 y muere dos días después, cuando Allende es proclamado presidente por el Congreso", recuerda el periodista e historiador.
"A partir de entonces, la intervención de Washington pasará, en el frente externo, por un bloqueo económico y diplomático sobre Chile; y en el frente interno, por alimentar con dólares a la oposición, representada por los partidos políticos, las patronales y los medios de comunicación opositores".
La 'amenaza' de la la vía chilena al socialismo
"Al margen de que las empresas norteamericanas resultasen perjudicadas por la nacionalización de las minas de cobre, lo que más temía Washington era el ejemplo que representaba la vía chilena. Es decir, la posibilidad de romper el dogma de la Guerra Fría y de demostrar que era posible el socialismo democrático, con pluralismo político y libertades ciudadanas y de prensa", cree Mario Amorós.
"Eso, para Estados Unidos, era un peligro enorme, de ahí que se produjese esa escalada en la intervención encubierta de EEUU en Chile", analiza el autor del libro Salvador Allende. Biografía política, semblanza humana.
Los militares y el golpe de Estado
"En su discurso público como presidente, Salvador Allende siempre destacó algo que se probó equivocado: que las Fuerzas Armadas chilenas eran una excepción en Latinoamérica, cuyos gobiernos estaban expuestos a golpes de Estado periódicos que acababan con efímeras etapas democráticas.
En cambio, Allende no consideró que las Fuerzas Armadas chilenas estaban supeditadas ideológica y logísticamente a Estados Unidos y al Ejército norteamericano, en virtud de los tratados suscritos a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta en el marco de la Guerra Fría. Esa dependencia era notoria y pública, porque miles de oficiales chilenos fueron adiestrados en cuarteles norteamericanos, aunque no todos ellos fueron golpistas, como Schneider, asesinado por ser un general democrático.
Además, el Gobierno de Allende se preocupó de dirigir un discurso a las Fuerzas Armadas que pretendía —con argumentos de tipo nacionalista, progresista y de soberanía nacional— que los militares no se sintieran hostiles ante el proceso político de la vía chilena del socialismo".
La traición de Augusto Pinochet
"Su comportamiento fue impecable y ajustado a sus obligaciones constitucionales hasta el 23 de agosto de 1973, cuando el general Carlos Prats dimite y Allende designa al general Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército", explica el autor de la biografía sobre el presidente chileno.
"Durante casi tres semanas, los oficiales conjurados sondean a Pinochet, quien dudó mucho antes de unirse a los golpistas el 9 de septiembre. Por lo tanto, Allende era un hombre de honor que confiaba en la palabra de sus interlocutores, sobre todo en casos de tanta relevancia, y Pinochet traicionó la confianza del presidente", se lamenta Mario Amorós.
Las últimas horas de Allende
"Tras conocer que se ha producido una sublevación armada en Valparaíso, Salvador Allende llega al Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Sobre las 9.20 horas, se dirige al país por última vez a través de Radio Magallanes, consciente de que no hay unidades militares leales al Gobierno y de que va a ser derrocado en cuestión de horas, que afronta con serenidad y madurez.
Pide a muchas personas que abandonen la sede presidencial, aunque durante el bombardeo permanece medio centenar, y posteriormente es tomada por el Ejército. Entonces les dice a sus colaboradores que se entreguen para que puedan salvar la vida y se despide uno a uno de todos, si bien muchos de ellos serían ejecutados el 13 de septiembre.
Cuando se han ido, se dirige a un salón y se dispara con un fusil AK soviético que le había regalado Castro, cuya inscripción en la culata decía: A Salvador, de su compañero de armas, Fidel".
El suicido de Allende, un "gesto político heroico"
"Allende puso fin a su vida en un gesto político heroico que marcó para siempre a los golpistas, porque su muerte fue responsabilidad de Pinochet", cree Mario Amorós.
"Fue un acto para la historia y de lealtad a su pueblo, pues no iba a permitir que los golpistas lo humillaran y lo vejaran. Él no quería ser un presidente en el exilio y había prometido que saldría del Palacio de la Moneda el día que entregara el poder después de unas elecciones democráticas. Y, como muestra de respeto a su pueblo, el mismo que lo había apoyado y votado durante décadas, cumplió su palabra y sacrificó su vida".
El legado de Salvador Allende
"Hasta el día de su muerte, Allende dejó un legado democrático y ético al pueblo chileno, que hoy orgullosamente se puede llamar allendista e ir con la cabeza bien alta, porque su presidente murió como había vivido: como un revolucionario y como un hombre que dejó una huella en el siglo XX", concluye Mario Amorós.
"Por su vida, por sus valores, por su trayectoria y también por su resistencia en el Palacio de la Moneda, Salvador sigue siendo recordado en Chile, en España y en muchos otros lugares de todo el mundo".
El discurso de Allende en Radio Magallanes
"Ante estos hechos, solo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos" (Salvador Allende)
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