'Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos'. Son palabras del libro ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, una obra fundamental en la creación y fortalecimiento de los movimientos sociales surgidos hace un par de años en Europa.
Aquellas frases reunidas en poco más de 60 páginas significaron un impulso decisivo para centenares de miles de personas. Una de ellas fue el iconoclasta cineasta de origen gitano Tony Gatlif, quien sí tenía su propio motivo de indignación, un asunto al que quiso responder con una película, Indignados, que él califica como 'la secuela de la obra de Hessel'.
A finales de 2010 Gatlif sintió una poderosa ira por las crecientes corrientes de xenofobia y racismo surgidas en su país. Unos meses después del discurso de Sarkozy en Grenoble, donde atacó a la comunidad gitana, el director necesitaba hacer algo, 'no tenía ni idea de cómo reaccionar, no se me ocurrió ninguna otra opción salvo la de hacer una película'. Allí nació Indignados. 'Cuando leí ¡Indignaos! sentí lo mismo que Stéphane Hessel, la necesidad de una insurrección pacífica, como él la llama', recordaba en una entrevista concedida después de presentar su película en el Festival de Cine de Berlín.
El cineasta recuperó un antiguo guion y lo adaptó a su propio estado emocional y a sus necesidades y comenzó a rodar Indignados, una mezcla de ficción y cine documental, donde todo se mueve entre el desasosiego, la preocupación, la esperanza y la ilusión por cambiar las cosas, por convertir este sistema altamente contaminado en otro más limpio para todos.
Así, Tony Gatlif, enfurecido aún por el ataque lanzado contra los gitanos y el resto de inmigrantes, decidió que no serían ni siquiera sus ojos los que mirarían esta crisis capitalista sino los de alguien que busca en Europa un mundo mejor y, sin embargo, encuentra un lugar donde 'es preferible ser un animal que un ilegal, como aquí nos llaman'.
Apareció entonces Betty, un personaje interpretado por Mamebetty Honoré Diallo. Es ella la que ofrece al espectador la visión de la Europa de hoy, el lujo en los escaparates de sus tiendas, la miseria de la vida de los inmigrantes, las protestas pacíficas en las calles...
Así, Betty va recorriendo Grecia, Francia y España, los campos y las ciudades. Va encontrando a muchas personas que viven la misma situación que ella, pero también tropieza con otras personas, los indignados, que salen a manifestarse pacíficamente a las calles, que protestan, que, siguiendo las palabras de Stéphane Hessel, se levantan y pelean por todo aquello que 'hoy está amenazado por el poder insolente del dinero y las dictaduras de los mercados'.
Y Gatlif recurre también a las palabras de Stéphane Hessel y recoge de esta forma la manera de expresarse de todos los movimientos surgidos en las calles. Los lemas, las pancartas, los carteles de las concentraciones y manifestaciones en París, Atenas, Madrid... se cruzan con las sentencias de Hessel en esta película. 'El capitalismo mata', 'Levántate del sofá', 'Stop al nuevo orden mundial', 'Banqueros ladrones, culpables de la crisis', 'Seamos realistas, pidamos lo imposible', 'Ninguna persona es ilegal', 'No estamos armados, estamos indignados'... 'En lugar de escribir en los muros -dice el cineasta-, escribimos en la pantalla con la cámara. Sin discursos ni entrevistas. Dialogamos a través de eslóganes'.
'Mi filme es un tributo a los ultrajados', añade Tony Gatlif, que en su filme se detiene en cada colchón improvisado en la calle, en cada rincón ocupado por alguien sin casa, en cada asentamiento improvisado de inmigrantes. 'Filmé sus camas para mostrar cuántos colchones desechados y vacíos ocupan los paseos de París. Me da escalofríos pensar en esa gente durmiendo fuera bajo la lluvia en pleno invierno. En Patras, Grecia -recuerda el director- asustaba ver cuánta gente proveniente de todo el mundo dormía en la calle. Les pedí que no se pusieran frente a la cámara y que abandonasen el plano porque muchos de ellos no habían contado a sus familias su situación'.
'Vine a trabajar y ganar dinero, pero es muy duro aquí, hay muchos problemas. Las cosas que veo... me parten el corazón. Es un país duro, la policía nos persigue. Pasamos malos momentos, sufrimos', dice uno de estos jóvenes, un chico que, como Betty, mezcla su frustración con el desencanto que viven muchos europeos y, al mismo tiempo, con la esperanza por cambiar las cosas y levantar un mundo mejor.
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