LONDRES
Son las 14:55h. Jake La Motta (el boxeador al que interpreta Robert de Niro en Toro Salvaje) permanece sentado a la mesa devorando la comida que le está preparando su mujer mientras el personaje al que da vida Nicholas Cage en Leaving las Vegas sigue tirado en el sofá de un motel completamente borracho. Dentro de sólo tres minutos, a las 14:58h. Woody Allen tocará el timbre del apartamento de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita, al tiempo que la Kramer que interpreta Meryl Streept espera ya sentada en un café de Nueva York a el Kramer al que da vida Dustin Hoffman, que llegará tarde, a las 15:02h. Casi a la vez que la familia de Pequeña Miss Sunhine aparece en el concurso de belleza. Ellos también se han retraso: les han dado las 15:04h.
Así podrían ser las cosas si cogiéramos miles de películas y supusiéramos que todas transcurren en un sólo día. La acción de los personajes de una se solaparía con la de los personajes de otra y unos actuarían como continuación de los demás.
Lograr completar las 24 horas del día parece un proyecto imposible, y de hecho es lo primero que pensó al artista estadounidense criado en Ginebra Christian Barclay, de 63 años, cuando la idea se le cruzó por la cabeza. Pero aún así decidió ponerse manos a la obra y lo consiguió: recopiló y editó miles de planos de películas en los que aparece un reloj o alguien hace mención a la hora que es en la trama, hasta conseguir dar dos vueltas completas al reloj.
No importa el género, ni el año de producción, ni si la cinta es en color, en blanco y negro, sonora o muda. La magia surge al ver a Harold Lloyd colgado del reloj de un rascacielos en El Hombre Mosca al mismo tiempo que el agente Cooper de Twin Peaks se prepara para grabar uno de esos mensajes en su grabadora: “Diane, son las 14:45h".
La obra, The Clock, que ahora se proyecta en la Tate Modern de Londres y que lógicamente dura exactamente eso 24 horas, es un trabajo mezcla de locura y genialidad que se alzó con el León de Oro de la Bienal de Arte de Venezia.
Barclay cuenta que a la hora de recopilar las escenas, con algunas películas fue a tiro fijo, como con Atrapado en el Tiempo o las películas de James Bond porque 007 siempre se encarga de lucir su reloj de lujo. Y también se centraron mucho en películas británicas porque normalmente cada vez que sucede algo en Londres, ahí esta el Big Ben. Y así es: el reloj más famoso de la ciudad aparece infinidad de veces a lo largo de la proyección.
Merecieron la pena los tres años de trabajo necesarios para recopilar y editar las escenas de las cerca de 10.000 películas que ha utilizado (ni él mismo sabe la cifra exacta). Cuenta que contrató a un grupo de 6 ayudantes que se repartieron las películas por géneros y nacionalidades y, armados con sus carnés de socio de videoclubes de todo Londres, iban seleccionando cada escena. Daba igual si el reloj era de pulsera, de cadena o si estaba en lo alto de una torre, cada clip se convertía en un archivo y se guardaba en una de las 24 carpetas que tenían, una para cada hora del día.
Barclay reconoce que hay tramos que resultaron más fáciles que otros. Y entre todos, el más complicado fue el que va entre las 4:00h y las 5:00h; a esas horas las cosas que ocurren de madrugada ya han pasado pero la ciudad todavía no se ha despertado y ni los panaderos ni los barrenderos, que suelen ser los primeros en ponerse en marcha, lo han hecho todavía.
Una vez reunidos todos los fragmentos, fue el propio Christian quien se encargó del montaje: “El proceso de edición fue lo más divertido para mí. Buscar una lógica para todos esos fragmentos; buscar puentes para conectarlos y encontrar cortes en los que la acción ocurre en una película y la reacción ocurre en otra. Que alguien abra una puerta y entre en un mundo diferente; en otra película diferente. Estos trucos de edición están hechos para crear ese sentido de continuidad, ese fluir, esa ilusión…”.
Por si alguien cree que hay tongo, durante la proyección aparece en todo momento un reloj sobreimpresionado en una esquina de la pantalla perfectamente sincronizado con los que se ven en la película y, por tanto, también con los de los espectadores que la están viendo en una sala oscura, repleta de sofás, con acceso gratuito y de la que cada uno puede entrar y salir cuando quiera. Aunque ya adelantamos aquí que mejor ir con tiempo porque la cosa engancha y a pesar de que durante todo el rato tengamos presente qué hora es, uno llega a perder la noción del tiempo y se le pasa volando.
“Somos más felices cuando no tenemos que pensar en el tiempo”, confiesa Barclay. “En esta película estás pensando en el tiempo constantemente por lo que es una especie de meditación sobre el tema. Básicamente estoy haciendo que te plantees el paso del tiempo. Constantemente sabes cuánto tiempo llevas frente a la obra y tu decides cuanto tiempo quieres dedicarle”.
….Cuánto tiempo y qué momento concreto: quien quiera ver cómo Ingrid Bergman mira el reloj de cuco en Luz de Gas tendrá que estar en la sala exactamente a las 16:55 porque no habrá otra oportunidad. Y para escuchar al Señor Lobo en Pulp Fiction decir aquello de “estoy a 30 minutos de allí” tendría que estar en la Tate Modern a las 8:40h.
Algo a priori imposible porque su horario habitual de apertura son las 10:00h. De ahí que el museo, que compró una copia de la obra junto con el Centro Pompidou de París y el Museo de Israel y ahora la exhibe por primera vez, tiene que cumplir las instrucciones que acompañan a la cinta. Una de ellas es que tiene que poder verse entera varias veces mientras se está exhibiendo.
Por eso la Tate Modern permanecerá abierta durante toda la madrugada del 1 al 2 de diciembre. “Es una experiencia rara -confiesa Barclay- porque si te dijera que te pasaras 24 horas mirando el reloj te volverías loco pero aquí es como si el tiempo intentara contraerse de una manera natural”. La otra condición es que nunca se pueden proyectar dos copias simultáneamente, a pesar de que en total hay seis y todas ellas están en manos de las instituciones artísticas más prestigiosas del mundo. En Londres se podrá ver hasta el 20 de enero de 2019.
Y no importa si uno ya ha visto muchas de las películas o no. Igual de emocionante puede resultar recordar la magistral escena en la que el reloj de El extranjero de Orson Welles llega a la medioanoche como descubrir por primera vez si a esa misma hora Meg Ryan y Tom Hanks acudieron a la cita que sus personajes tenían en lo alto del Empire State en Algo para Recordar.
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