Vayan haciendo hueco que llegan los obesos. Gordos, segunda película de Daniel Sánchez Arévalo, pasó este domingo por la sección paralela Jornadas de los Autores. El filme, que se estrena en España el próximo viernes, es una tragicomedia coral sobre los problemas existenciales de un grupo de gorditos que asiste a una terapia. Antonio de la Torre, Goya al mejor actor de reparto por Azuloscurocasinegro, vuelve a ponerse a las órdenes de Arévalo; incluso aunque estas sean tan extremas como las dadas en Gordos: todo el reparto tuvo que engordar y adelgazar en función de las necesidades de la historia. Pero el actor, que interpreta a un exitoso presentador de la teletienda venido a menos, ha vuelto a recuperar la forma: ayer se despertó a las 8 de la mañana para correr por el Lido veneciano. 'Soy un enganchado de larga duración al footing. Pero, claro, cuando estaba gordo, no podía correr', dice para empezar.
Usted está ya en su peso habitual.
Suelo pesar 75 kilos, como mucho había llegado a 80 y ya me notaba un poco pasadete. Pero 102...
Explique el proceso.
La hora de ruta fue la siguiente: el 20 de diciembre de 2007, pesaba 69 kilos. A finales de abril de 2008, pesaba 102. En julio, 88 kilos, y en octubre, 73. Me acuerdo de las fechas porque coinciden con los días de arranque de este rodaje por etapas. Todo el proceso fue controlado por un endocrino, Antonio Escribano, médico del Sevilla F. C., y con un nutricionista contratado por la productora para supervisar al reparto: nos hacía análisis de sangre mensuales. El asunto estaba muy controlado, no es que me pusiera por mi cuenta a comer como un loco.
Y dígame, ¿le costó mucho engordar?
A mí me encanta la comida, casi de un modo compulsivo, y mi familia siempre ha sido de buen comer... Vamos, que intuía que iba a poder engordar con facilidad. De hecho, me costó más adelgazar que engordar. Eso sí, engordar fue muy sufrido. Estaba todo el rato comido o comiendo. No dormía bien. Me despertaba por la noche y me ponía a comer. Tenía que coger aire para atarme los cordones. No fumaba nada, así que cuando tenia ansiedad, comía. Engordé y engordé...
Su personaje parece odiar a todo el mundo...
Lo he compuesto desde la gordura. Es un hijo único de padres separados, desatendido completamente, gordo, feo y acomplejado desde la más temprana adolescencia: los niños se reían de él porque era mariquita. Ve el mundo como un terreno hostil. Daniel me decía todo el tiempo que pusiera una mirada triste... A veces me dicen que menudo hijo de puta al que he interpretado. Y pienso: perdona, siéntate ahí y vamos a hablar de mi personaje. Hace cosas terribles, pero es un tío que no ha conocido la felicidad, que todo le provoca rechazo.
Tampoco le gusta la terapia para gordos. Va muy cabreado, como si no le sirviera para nada y fuera una pérdida de tiempo...
Lo que aprende ahí es que él no es el único que está jodido: todos los que van a la terapia están viviendo una mentira. También entiende que ser feliz no es estar gordo o delgado, sino aceptarte y entender tus limitaciones.
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