Este artículo se publicó hace 6 años.
FeminismoLas superheroínas del cómic ya no le friegan los platos a la Liga de la Justicia
La historia de las mujeres con superpoderes tampoco es perfecta. En sus más de 75 años de recorrido han tenido que enfrentarse a la hipersexualización, los roles establecidos e incluso han sido imagen de la lucha sufragista.
Paola Aragón Pérez
Madrid-
En los cómics de superhéroes y sus adaptaciones audiovisuales, los personajes encarnados por mujeres constituyen una madeja de clichés: ellas son pocas, casi no llevan ropa y su función es acompañar a los protagonistas (hombres). Estas premisas son verdad hasta cierto punto. Los últimos tiempos han puesto de relieve que las superheroínas tienen un hueco propio en la industria del cómic y su cine, o al menos, que se lo están construyendo a golpe de lucha por la justicia de todas.
El éxito de taquilla inusitado que supuso Wonder Woman el año pasado, o las expectativas generadas en torno a la próxima película de la Capitana Marvel –a la que dará vida la actriz Brie Larson y que tiene previsto su estreno el 8 de marzo de 2019– arrojan luz tras los batacazos históricos de público y crítica que supusieron adaptaciones como la Catwoman de Halle Berry o la Elektra de Jennifer Garner a principios de milenio.
El problema, sin embargo, de la falta de visibilidad y abundancia de estereotipos machistas que ha caracterizado a las superheroínas no se reducen a un par de films de una calidad que no convenciera mucho a los fans. El problema viene de largo. Y además no siempre ha vivido un entorno tan negro como ahora parece.
"Estamos hablando de un arquetipo, el de la superheroína, que tiene más de 75 años: en ese tiempo ha habido épocas para todos los gustos", reivindica Elisa McCausland, periodista e investigadora especializada en cultura popular y autora del libro Wonder Woman: El feminismo como superpoder. McCausland defiende, por ejemplo, que la esencia de Wonder Woman desde su creación en 1941 es "netamente feminista".
"En los años 40, todas las heroínas que nacen antes de la Segunda Guerra Mundial sí tenían un potencial transformador importante", explica la experta. "Wonder Woman nace en un contexto histórico muy determinado: ella, junto a Superman y Batman, fue luego utilizada como instrumento propagandístico en la lucha simbólica contra el nazismo". Además, McCausland cuenta que la creación del personaje bebe de una "tradición sufragista, reflejo de ese feminismo de la primera mitad del siglo XX en las ficciones". "Ella nace sin intervención de dioses u hombres, solo de la mano de amazonas, en una isla donde únicamente hay mujeres –o esas amazonas, que no es exactamente lo mismo–", explica, "y se plantea cómo llevar todas sus enseñanzas y cómo se relaciona con los hombres y mujeres del mundo patriarcal, nuestra propia sociedad, dejando en evidencia sus dinámicas".
Amantes y compañeras
Aun así, en plena Edad de Oro de los cómics, Wonder Woman era la única superheroína que había surgido hasta el momento con identidad propia. "Muchas veces, la creación de las superheroínas se basaba en coger a un superhéroe y ponerle falda", describe José Joaquín Rodríguez Moreno, historiador especializado en la cultura de masas y la historieta. Mary Marvel (1942), compañera del Capitan Marvel; Namora (1947), compañera de Namor; o Miss America (1943), compañera del Capitán América, son algunos de los ejemplos que enumera. Y así, compañera, es la palabra que más se repite. Del mismo modo sucede que, cuando empiezan a surgir los grupos de superhéroes, ellas se encuentran siempre en clara minoría.
Además, el amor romántico se convierte en una constante narrativa en las aventuras de las superheroínas. "En Los 4 fantásticos, la Mujer Invisible está ligada a su relación con Mr. Fantástico y en Los Vengadores pasa lo mismo, la historia de la Viuda Negra se centra en que tiene un pasado oscuro y su amor con el héroe no es posible; con la Bruja Escarlata ocurre igual", ilustra Rodríguez Moreno. "Para todas ellas, cuando están en un grupo de superhéroes, el romance es, sobre todo, su razón de ser", añade. "El amor romántico como fin o como algo que te desvía de tu aventura, para los superhéroes es algo más lateral", corrobora McCausand.
"Muchas veces, la creación de las superheroínas se basaba en ponerle falda a un superhéroe"
El principal motivo de esto es doble, como explica Asunción Bernárdez Rodal, docente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) especializada en Comunicación y Género, directora del Instituto de Investigaciones Feministas y autora del libro Soft Power: Heroínas y Muñecas en la Cultura Mediática. "Los espectadores implícitos –el espectador imaginario al que te diriges cuando haces un texto– de los cómics siempre eran y siguen siendo varones", explica. "Es algo que ocurre hasta en Tintín", pone sobre la mesa Bernárdez. Y también lo achaca a que "la idea de la heroicidad ha sido construida clásicamente como masculina; las heroínas aparecían como la feminización en algunos rasgos de los héroes hombres, como una especie de trasunto".
La Chica Invisible no era un adorno
La época más dura para las mujeres superpoderosas, sin embargo, llegó unos años después. Tras la Segunda Guerra Mundial, el recrudecimiento de los roles de género tradicionales es más que palpable, algo manifiesto en las viñetas de superhéroes que, para más inri, se vieron drásticamente afectadas por la autocensura impuesta en 1954, con la fundación de la Comics Code Authority. Eran múltiples las quejas que desde la sociedad estaban criticando a la industria por ser demasiado subversiva, y había que buscar un modo de evitar que se regularan las publicaciones. Así, una de las cosas que se limitó fue el propio rol desempeñado por las superheroínas. "A Wonder Woman se la acusó de alentar el lesbianismo y cosas por el estilo", recuerda McCausand.
Así, empezó a comercializarse un tipo de cómic más polarizado, más para hombres o para mujeres. Y el destinado a estas mostraba cómo debía ser la mujer buena de la época. "Una cabecera dedicada a Lois Lane que fue bastante longeva –Superman's Girl Friend, Lois Lane–, aunque no muy conocida, enfocaba sus aventuras a intentar satisfacer el horizonte de vida que suponía el matrimonio con Superman", describe McCausand. "Eran temas muy limitados, así que había que estar haciendo recovecos narrativos para que duraran, dando lugar a una colección bastante bizarra", declara.
"Las villanas eran figuras más eróticas que las superheroínas"
Rodríguez Moreno ilustra con dos anécdotas la continuidad que tuvo esta estereotipación de las mujeres todavía durante los 60. "Al acabar una reunión de la Liga de la Justicia, donde todos se reúnen a comer, Wonder Woman se tiene que quedar recogiendo y fregando los platos", narra el experto, "y en Los 4 Fantásticos, la Chica Invisible se asusta al ver a Hulk; a lo que le responden que no se preocupe, que lo importante es que sea guapa y anime a sus compañeros".
Toda esta caracterización de las superheroínas como buenas esposas contrasta fuertemente con el modo en que se han construido las mujeres antagónicas, las villanas, casi a lo largo de toda la historia. "Una villana es una mujer poderosa pero mala, porque es así como se neutraliza su poder y se justifica el castigarla o asesinarla", desarrolla Bernárdez.
Rodríguez Moreno añade que "en una sociedad donde se espera de la mujer que sea sumisa, a las villanas se las representaba independientes, sexualmente activas, indómitas, con sus propios planes". "Han tenido un interés casi más erótico que las heroínas: estas eran con la que deberías casarte, y la villana con la que perderías la virginidad", continúa. "Ahora hay heroínas que hacen todo eso sin que la forma en que se comportan en su vida privada tenga que determinar que sean buenas o sean malas, no se habla en términos tan patriarcales", concluye.
Años 70 y 90: liberación y vuelta a la decadencia
Tras esta época oscura, a partir de la década de los 70, el cambio social caracterizado por el empoderamiento activo de las distintas luchas –entre las que se encuentra la del movimiento feminista– deriva también en una tendencia de liberación de estos personajes en los cómics.
"Empiezan a surgir historias donde ellas tienen más protagonismo; en los X-men, Fénix cuenta la historia de la corrupción que provoca el poder; Wonder Woman empieza a centrarse en la autodefensa; o Catwoman vive igualmente una transformación: por ejemplo, si un hombre se equivoca y tienen que llevarle la contraria, lo hacen", ilustra Rodríguez Moreno. "No es que los cómics se transformen en publicaciones militantes combativas, pero son más realistas", matiza.
Sin embargo, con los años la imagen de las superheroínas vuelve de nuevo a enturbiarse, aunque en una dirección distinta a la de décadas atrás. En los 90 comienza a darse una tendencia por la cual ellas son hipersexualizadas,
en una "deriva pornificadora" hasta el punto en que había quien "prefería un póster de la Patrulla X en el especial de trajes de baño antes que una doble página en una revista erótica", critica McCausand. "Empezó a ser común presentarlas con poca ropa, grandes pechos y sexualmente muy activas para complacer a los hombres", describe Rodríguez Moreno. El especialista cuenta que esto fue acompañado de una "hipermasculinización de los hombres, que tenían cuerpos musculosos, poseían grandes armas y nadie les podía controlar". "Ellos representaban lo que los hombres querían ser y ellas, a las mujeres que los hombres querían tener", evidencia el historiador. Y señala que a día de hoy, aunque la hipersexualización "no ha terminado de desaparecer, está menos patente".
Actualidad plural y feminista
En los últimos años se ha dado al fin un surgimiento cada vez más amplio y plural de nuevos personajes. Algo que ha ido acompañado de un imperativo social que parece exigir que estos sean feministas, aunque los términos sobre cómo hacerlo están todavía en plena gestación. "Ha habido ejemplos de superheroínas a las que sí han vestido, pero su aventura era de todo menos feminista", denuncia McCausand. "A mí me parece importante que en la aventura, en el arquetipo, tengan una ruptura con el sistema", concreta, y especifica que "la revolución no puede venir de superhéroes que no se plantean cómo está repartido el poder de una forma estructural, que solo hacen una defensa del bien y del mal". Aquí es donde entra el "factor género", afirma.
"Ellos representaban lo que los hombres querían ser y ellas, a las mujeres que los hombres querían tener"
Así, la experta enumera una serie de ejemplos que, desde principios del siglo XXI y en el último lustro con más fuerza todavía, han ido contribuyendo a cambiar de paradigma. Desde la Promethea (1999) de Alan Moore, Kamala Khan (2013) –la sucesora musulmana y adolescente de Ms. Marvel–, la Batwoman (2009) de Greg Rucka –lesbiana, judía y que desafía a las instituciones del patriarcado y el Ejército–, pasando por el grupo A Force (2015) –compuesto únicamente por superheroínas– o Gwenpool (2015) –adolescente friki llegada del mundo real cuyo superpoder es saberlo todo sobre el resto de superhéroes–, son múltiples los ejemplos de diversidad.
Rodríguez Moreno, por su parte, incide en que la responsabilidad de promover nuevos modelos no viene solo de la industria. "Los aficionados tenemos que apoyar cómics no solo que nos parezcan fácilmente entretenidos, sino que nos digan algo", declara. "También es nuestro deber castigar las obras que potencien la desigualdad", asume.
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