Este artículo se publicó hace 3 años.
El rostro desfigurado del western
La cineasta Kelly Reichardt muestra en 'First Cow' el reverso de la épica del western, el nacimiento del capitalismo en EE.UU., desde el relato de una hermosa amistad. Entre las diez mejores películas de 2020 por National Board of Review y triunfadora del D’A Film Festival de Barcelona.
Madrid-
"Todo el mundo está aquí. Todos vienen en busca de riquezas". La cineasta Kelly Reichardt, nombre imprescindible del cine independiente americano, le da la vuelta a la épica del western en First Cow, una espléndida película que muestra el reverso de la leyenda. La valentía de los colonos, los intrépidos conquistadores, los pioneros... se ensucian de polvo y de sangre en el lejano Oeste, tierra de mercenarios y de violencia. Es el reverso de la épica del western.
El western, mito fundador del estilo de vida estadounidense, se revela aquí como la historia del nacimiento del capitalismo en EE.UU., corriente salvaje del 'todo por dinero' que arrastra dolor, pobreza y muerte. Y ello desde el relato de una hermosa amistad, o para ser más exactos y utilizando las palabras de la propia directora: "Es una película sobre otras cosas menos bonitas, pero en el centro está la amistad".
El libre mercado y la codicia
"Queríamos contar una historia sobre unos inmigrantes, un cocinero y un marinero en una tierra desconocida", dice Reichardt, que a través de estos personajes retrata la vida en la frontera a principios del siglo XIX, en 1820, y se pregunta acerca de los cimientos sobre los que se levantó el país. El cocinero es Cookie y el inmigrante es King-Lu. El primero trabaja contratado por un grupo de traperos del territorio de Oregón y conoce a King-Lu mientras éste huye de un grupo de rusos que le persiguen para matarle.
Rusos, chinos, ingleses, sudamericanos... el mundo entero invadiendo el lejano Oeste, territorio hostil para los dos personajes principales que deciden reunir talentos –la cocina y el comercio– para salir adelante juntos. Comienzan a vender dulces, cada vez con más éxito, aunque para hacerlos cada noche roban la leche de la primera y única vaca llegada a la zona, propiedad de un terrateniente prepotente y cruel.
"Todas las películas son políticas"
John Magaro y Orion Lee son los actores principales de este western, bello y conmovedor relato de amistad, y bárbaro y acertadísimo dibujo de un sistema económico y social naciente. Al fin y al cabo, el mito del lejano Oeste no es otro que el de un libre mercado feroz, el de las implacables reglas de la oferta y la demanda, y el de la barbarie de la codicia. First Cow, incluida entre las diez mejores películas de 2020 por National Board of Review, se alzó con el Premio a la Mejor Película del Círculo de Críticos de Nueva York y ha sido la triunfadora del D’A Film Festival de Barcelona.
"El verdadero problema es empezar, se necesita capital", afirma King-Lu. A lo que Cookie le contesta: "Un poco de ayuda o un milagro... o un crimen". Dinero y violencia inseparables en esta aventura de la conquista del Oeste, donde robar un cubo de leche puede significar la muerte. Es la lógica del capitalismo que resuena muy alta en el mundo de hoy. "Porque, en cierto modo, todas las películas son políticas. Es algo intrínseco a todo lo que nos interesa. ¿Dónde reside el poder? ¿Dónde encaja la gente en la escalera hacia el éxito y la supervivencia? ¿Y cómo influye eso en cómo nos tratamos los unos a los otros? Todo eso parece estar en el centro de las historias. Pero luego, con suerte, las películas tratan en realidad sobre personajes individuales en situaciones individuales", explica la cineasta en las notas de producción.
"Tan ridículo que no se desgasta"
Inspirada en la novela The Half-Life de John Raymond –coguionista con la directora–, la película está rodada en 4:3, un formato que proporciona intimidad, en contraste con la imagen panorámica asociada tradicionalmente al western. "El formato en cuatro tercios no busca grandeza: es un formato más bien humilde". La cámara, además, se mueve cerca del suelo, donde se encienden las hogueras, se extienden improvisados lechos para pasar la noche y se buscan algunos alimentos, donde la tierra está todavía virgen.
Por ello la naturaleza y la relación del ser humano con ella están muy presentes en esta historia, en la que la directora y guionista no se olvida de representar "debidamente" a los habitantes de la época, indios que aparecen en los márgenes, y que no tienen más remedio que entrar en el juego del dinero. Un juego de hombres, del que Kelly Reichardt sabe reírse bastante en algunos momentos. "Es para burlarse de algunos de ellos, especialmente ahora mismo. Bueno, siempre –dijo en una entrevista en EE.UU. realizada poco antes del final del mandato de Trump–. Todo parece tan ridículo que no se desgasta. Quiero decir, en serio, tenemos un presidente que no puede usar una mascarilla porque daña su masculinidad. ¿Qué puedes hacer además de burlarte de él?".
First Cow es al mismo tiempo alegre y triste, tiene la luz que hace olvidar por momentos la profunda oscuridad de lo que se cuenta. Y en ello, Kelly Reichardt recuerda a antiguos maestros y a grandes westerns. A Tom Elder, entrañable Dean Martin, subastando su ojo de cristal en el saloon para poder tomarse unos whiskies. (Los cuatro hijos de Katie Elder, de Henry Hathaway, 1965). Y al actor Antonio Moreno, que olía las monedas que llevaba Ethan Edwards –John Wayne en la inmensa Centauros del desierto (John Ford, 1956)–. "Ese hombre soy yo. Emiliano Gabriel Fernández y Figueroa, para servirle por un precio, siempre por un precio. ¡Tequila para los caballeros!". Y a Sergio Leone que firmó la imprescindible Trilogía del dólar (Por un puñado de dólares, 1962; La muerte tenía un precio, 1965, y El bueno, el feo y el malo, 1966). Al final, en el mítico Lejano Oeste americano todo era, como ahora, cuestión de dinero.
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