Este artículo se publicó hace 12 años.
'Robos' literarios, de Shakespeare a Ana Rosa Quintana
Manuel Francisco Reina repasa la historia de los ‘robos' en la literatura en su libro 'El plagio como una de las bellas artes'
Francis Ford Coppola siempre que puede cuenta que, cuando iba a comenzar el rodaje de El Padrino, su padre le dijo que si copiaba, lo hiciera de los más grandes. Woody Allen ha confesado repetidas veces que lleva toda su vida intentando imitar a Buñuel, aunque sin conseguirlo. Son dos de los maestros del cine que no tienen ningún reparo en admitir cuánto han alimentado su propio talento buscando en el talento de otros.
En la historia de la Literatura, sin embargo, el mismo asunto se oscurece considerablemente. "Todo lo que no es autobiografía es plagio", dijo Pío Baroja. No se refería, claro está, a las copias e imitaciones más burdas que han dado lugar a escándalos mayúsculos en los últimos decenios. Tampoco tenía en mente los ajustes de cuentas del mundillo literario, en los que a menudo se emplean palabras mayores y se habla de robo de ideas, personajes y argumentos para manchar la honestidad creativa de ciertos autores. De ello, pero también de otros usos menos desvergonzados que han hecho algunos escritores del material de algún antecesor habla Manuel Fracisco Reina en su reciente libro El plagio como una de las bellas artes (Ediciones B).
Shakespeare incluía en sus sonetos versos de los clásicos griegos, T.S.Eliot tomó para su grandioso poema La tierra baldía párrafos de Dante Alighieri, Virgilio o Marlowe, entre otros; el mismo Lorca reprodujo en Sonetos del amor oscuro fórmulas de La noche oscura del alma, de san Juan de la Cruz. Los ejemplos son miles. Blas de Otero comenzó uno de sus poemas con palabras del Cantar del mio Cid, Gil de Biedma recogió una estrofa completa de John Donne en Pandémica y celeste... pero ninguno de ellos, en estos casos, cruzó a la zona prohibida.
Manuel Francisco Reina analiza el plagio literario acudiendo a críticos y estudiosos que mencionan términos como intertextualización, tradición literaria, imitatio... y recuerda acusaciones como la de Javier Marías a Luis Racionero -"a la intertextualización de Racionero la llamo yo inmoralidad social, y, además, plagio"- o la de Lola Canales a Ana Rosa Quintana, a la que calificó de "caradura".
¿Cuál es el plagio más escandaloso de la historia de la literatura española?
Es difícil. La mayoría se queda con los que son más contemporáneos, pero son importantes también aquellos en los que las editoriales han tenido algo que ver, y ese es un tema que no se toca mucho, como el de los negros literarios. A mí, de los actuales, el que más me sorprende es el de Bryce Echenique, porque creo que es el escritor con la trayectoria y el prestigio más importantes y, por tanto, el que menos necesitaba entrar en ese juego. Llama la atención por innecesario. Pero casi me divierten más los casos de las vacas sagradas, como Shakespeare o Cervantes, que son autores intocables.
En su libro menciona casos de acusación de plagio para conseguir una utilidad política...
Sí, Vargas Llosa y Luis Alberto de Cuenca. Ambas acusaciones eran infundadas y fueron desestimadas. Pero, ya se sabe, "difama que algo queda". En el caso de Vargas Llosa se produjo cuando éste se enfrentaba a Fujimori y en el de Luis Alberto de Cuenca la acusación se produjo un mes después de que fuera nombrado Secretario de Estado de Cultura.
De todas, ¿qué acusación de plagio ha sido más descaradamente un ajuste de cuentas?
Creo que la de Vargas Llosa y, además, creo que es la más brutal, porque su vida corría peligro. El servicio de inteligencia de Fujimori se sabe que había puesto precio a su cabeza, pero no se conformaba con eso, también quería destruir su prestigio. Buscaba todas las muertes posibles. El plagio es lo que más daño hace a una carrera literaria.
¿Hay algún escritor al que hoy se le pueda tachar definitivamente por su historial como plagiador?
Definitivamente, no, pero hay manchas. Si lees a Shakespeare en inglés descubres pasajes de Horacio, de un autor contemporáneo... y eso es algo que ya está más que contrastado por los propios anglosajones. Cervantes, en su teatro, usó de negro a Lope de Vega...
¿Personalmente, hay algún caso que le duela más?
Me duele el poco respeto al trabajo del otro y también la escasa solidaridad en el mundo intelectual. Hay declaraciones terribles de unos autores a otros y eso habla mal de nosotros como gremio. En momentos como éste, deberíamos hacer causa común. Nos estamos disgregando y eso está acabando con nosotros.
El que Ana Rosa Quintana siga teniendo predicamento en la sociedad española después de demostrarse la gigantesca trampa que hizo, ¿qué reflexión le provoca?
Vivimos en una sociedad que está muy perdida, a la que no le importa tanto la coherencia o la honestidad del personaje como que éste siga dando espectáculo. Creo que en el caso de Ana Rosa Quintana hay que tener en cuenta también que uno de los pocos púlpitos que quedan es el de la televisión y que, entonces, se produjo una especie de efecto boomerang. Además, ella gestionó hábilmente el asunto, reconociéndolo. Ha sido de los pocos pillados que han reconocido el delito.
¿Legalmente, los escritores víctimas de plagio están cubiertos justamente en España?
Sí, lo que pasa es que para el que sufre el latrocinio, el robo de una obra o de un fragmento, la compensación económica, quizás, es poco. La legislación española ahora es similar a la de otros países, como Inglaterra. Pero todavía hay mucho trabajo que hacer en el caso de los derechos de autor y hay que ampliar las fronteras a las redes sociales y a internet, que son hoy el gran problema, además de un gran medio.
¿Es más fácil o más difícil plagiar hoy que, por ejemplo, en el Siglo de Oro?
Ahora, por ejemplo, hay programas informáticos que rastrean textos y te dicen si hay apropiación o no. Sin embargo, la persecución del delito de plagio puede ser también más difícil con las nuevas tecnologías. Hoy circulan pirateadas obras literarias adulteradas bajo el anonimato de Internet y es imposible poner coto a ello. Es la cara y la cruz. Es más fácil reconocerlo, pero es más difícil pedir responsabilidades.
Plagios -verdaderos y falsos- históricos
-La pelea entre Avellaneda y Cervantes por el personaje del Quijote es una de las más conocidas de la historia.
-Una mayoría de estudiosos asegura que Marlowe se convirtió en el negro de lujo de Shakespeare y que éste, además, plagió algunas de sus obras.
-Hay quienes aseguran que Romeo y Julieta está algo más que inspirada en el clásico de Ovidio del mito de Píramo y Tisbe.
-El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, fue acusada de ser un plagio de L'oui des conventes. El ataque hizo que dejara de escribir teatro para siempre.
-Se acusó a José de Cadalso de plagiar en sus Cartas marruecas a las Cartas persas, de Montesquieu.
-Los enemigos de Clarín fueron contra él asegurando inmoralmente en la prensa de la época que La Regenta era un plagio de Madame Bovary.
-Pío Baroja acusó a Valle-Inclán de plagiario, mientras que los hermanos Muruáis hicieron exactamente lo mismo con Baroja.
-Ana Rosa Quintana en su debut como novelista, Sabor a hiel, que presentó Ana Botella, reproducía párrafos completos de Álbum de familia, de Danielle Steel.
-Todavía se espera un fallo judicial sobre el supuesto plagio de Cela, en La cruz de San Andrés (Premio Planeta de Novela 1994) de la novela Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia), de Carmen Formoso.
-A Luis Racionero se le acusó de plagiar en su libro La Atenas de Pericles otro de Gilbert Murray, El legado de Grecia.
-El primer libro de poemas de Lucía Etxebarría fue tachado, para muchos injustamente, de copiar poemas de Antonio Colinas.
-Alfredo Bryce Echenique fue condenado en enero de 2009 por el plagio de dieciséis artículos periodísticos de quince autores diferentes.
-J.K.Rowling, autora de Harry Potter, fue demandada por un presunto plagio de ideas de la obra Willy el brujo, de Adrian Jacobs. La demanda fue desestimada.
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