sevilla
Actualizado:Una mujer espía y, además, doble, primero de un bando y después del otro, durante la Segunda Guerra Mundial y en el Campo de Gibraltar, que entonces era un nido de agentes secretos de los nazis y de los aliados en torno a la posición clave del Peñón, territorio británico incrustado en la España de Franco, amigo de Hitler. De ella habla la película documental que se ha empezado a grabar en la provincia de Cádiz, con la que se pretende rescatar la historia de una mujer, Larissa Swirski, que, como tantas otras, ha quedado oculta por quienes la han escrito, en su gran mayoría, hombres.
La historia en este caso la cuenta su propia hija, Liana Romero, que, con 11 años, acompañaba a su madre cuando iba a Gibraltar a cumplir alguna misión de espionaje. Ella era su tapadera, la que hacía creer a quienes vigilaban que una mujer con su niña no podía ser una agente secreto ni nada por el estilo. Y lo hizo muy bien, porque nunca la descubrieron, aunque estuvieron a punto en alguna ocasión. Liana es la base principal del documental, titulado Reina de Corazones (Queen of Hearts, en inglés)—el nombre en clave de Larissa—, dirigido por Chema Ramos, producido por The Flow Studio con la participación del Instituto Andaluz de la Mujer y la Consejería de Cultura de la Junta, la Diputación de Cádiz, el Gobierno de Gibraltar y Canal Sur Televisión.
El nombre de Larissa Swirski no es otro apodo del mundo del espionaje, es que ella era de Odessa, nacida en una familia noble emparentada con los Romanov, la dinastía que dirigió Rusia hasta la Revolución de Octubre de 1917, cuando los bolcheviques acabaron con el régimen zarista. Larissa logró salir del país antes de acabar ejecutada como una buena parte de su familia y empezó un largo periplo por Europa: Berlín, París —donde se codeó con el pintor Salvador Dalí o la diseñadora Coco Chanel—, Ceuta y luego Andalucía, tras casarse con un militar sevillano, íntimo amigo del hermano pequeño de Franco. Pero el pasado, la causa de su huida, fue la que acabó marcando su destino, convirtiéndola en espía.
Según la hija, que tiene 88 años pero conserva muy bien la memoria, Larissa se decidió a trabajar como espía cuando los alemanes le convencieron de que con su labor contribuiría a derrotar a los que habían matado y expulsado a su familia de Rusia y, de esa manera, podría recuperar todo lo que habían perdido en Odessa. Vivían entonces en Ceuta y fue otra espía de los nazis, Anita Colombo, la que le engatusó para que fuera a Tánger, donde recibió luego el entrenamiento pertinente para hacerse agente secreto. Ahí empezó todo, al menos la historia en la que se centra esta película biográfica.
Liana Romero la cuenta por teléfono a Público desde su casa, en la costa noroeste de Cádiz, entre Sanlúcar de Barrameda y Chipiona. Está rodeada de animales: de un pollito recién nacido, un gallo que no para de cacarear aunque sea media mañana y un gato negro que juega con una pluma también negra. Liana ha tenido igualmente una vida bastante ajetreada. Además de acompañar en su infancia a una espía de la Segunda Guerra Mundial, ha sido directora de casting de películas, corresponsal de prensa en EEUU, ha escrito un libro sobre la vida de su madre (pendiente de publicar) y ahora tiene un programa semanal en una radio de Sanlúcar, La hora de Liana. Por eso, sus amigos le llaman cariñosamente 'Liana Jones', porque se mete en todos los líos. Su voz sigue sonando muy joven.
Una mujer muy inteligente con una gran retentiva
A la pregunta de cómo era su madre, la respuesta de Liana es rotunda: "Era una mujer inteligentísima y muy bella. Tenía una capacidad mental, de retentiva, tremenda. No necesitaba un cuaderno para apuntar las cosas, porque se le quedaba grabado en la cabeza todo lo que veía. Eso es lo que más valoraban en ella los alemanes, primero, y luego los aliados".
Valoraban eso y también su dominio de varios idiomas y su buena relación con la alta sociedad, aunque, según la hija, estaba tan solicitada por la jet, en las embajadas de Madrid y París, como por los pescadores de Chipiona para darle un paseo en barca. "Le llamaban la rusa —recuerda Liana—. Fue la primera rusa que vieron en Sevilla, en 1932. Ella iba con sus pantalones de Coco Chanel, fumando, y cuando la veían, decían: ahí va la rusa". La conocían por eso o por los destellos de una de las pocas joyas que la familia había podido salvar en su rápida huida de Rusia, un anillo con un diamante que en la oscuridad del cine Pathé refulgía con la luz de la pantalla como una señal y entonces alguien decía: "Ahí está la rusa". El anillo se lo robaron luego una noche en el tren en un viaje de vacaciones a Cannes, la ciudad donde nació Liana.
Ya instalada la familia en el Campo de Gibraltar, en una preciosa casa en Puente Mayorga, entre La Línea y Algeciras, el trabajo de Larissa Swirski era constante. Tenía que ir a Gibraltar, donde la Armada británica mantenía una base crucial en el control del Estrecho, para tomar nota de la ubicación de posibles objetivos para los hombres rana italianos —los maiale— y alemanes que se desplazaban al puerto del Peñón a lomos de pequeños submarinos, de los que se desprendían las bombas lapa que se incrustaban en la quilla de los barcos aliados. Y después para verificar que la misión había tenido éxito. Aunque nada de eso podría haber hecho sin la ayuda del Gobierno de Franco. El teniente coronel del Servicio Español de Información Eleuterio Sánchez Rubio, llamado igual que quien luego fue el atracador más buscado por la Policía del franquismo, El Lute, le proporcionó el pase que necesitaba para que le dejaran entrar en territorio británico.
Y, además del pase, Larissa Swirski se llevaba a su hija para disimular, para que pareciera que se trataba tan sólo de una madre con su niña yendo de paseo, de compras por el Peñón. "Era como una aventura. Era como uno de los muchos libros que me hacía leer mi madre. A mí me hacía mucha ilusión y yo seguía las reglas que ella me decía al pie de la letra", recuerda Liana.
Sin embargo, aquello no era un juego. Al contrario, Larissa se estaba jugando la vida cada vez que entraba en Gibraltar, porque allí, en territorio británico, a los espías se les ahorcaba. Un verdugo, Albert Pierrepoint, se desplazaba desde Londres para ejecutar a los agentes secretos enemigos detenidos en La Roca. Dos jóvenes de La Línea que trabajaban para los servicios de inteligencia de los nazis, Luis López Cordón y José Martín Muñoz, fueron ahorcados en 1944.
Una escena de máximo suspense en la aduana
Uno de los momentos más peliagudos fue el día que pararon en la aduana a Larissa y a su hija. La espía había ido a hacer unas fotos con su diminuta cámara Minox, de fabricación alemana, del estado en el que habían quedado unos depósitos de combustible del muelle tras un ataque submarino de los maiales italianos. Alguien debió de haber visto algo, porque en la aduana, de vuelta a casa, sometieron a Larissa a un riguroso cacheo. Tuvo que desnudarse por completo, pero antes, in extremis, cuando la guardia se dio la vuelta mientras ella se quitaba toda la ropa, pudo esconder la cámara en la bota de su hija y el carrete de la película fotográfica dentro de un guante que tiró detrás de un armario. "Y yo allí mirando, sin decir nada, callada, como me decía mi madre que estuviera, pensando qué interesante era todo lo que nos pasaba", cuenta Liana.
Otro día la horca asomó en el mar. La 'Reina de corazones' tenía que dibujar en un cuaderno unas lanchas de desembarco que estaban a bordo de un portaviones aliado atracado en el muelle de Gibraltar y se aproximó lo más que pudo en un bote. Liana, que le encantaba remar, le acompañaba. Pero, de pronto, por la proa del portaviones apareció una lancha rápida británica. "Mi madre me dijo, 'Liana, nos han cogido'. Yo le dije que tirara el cuaderno, pero ella se lo metió en el bolsillo, decía que en el agua flotaría y lo verían. Y cuando llegaron los de la lancha, le dijeron a mi madre que subiera. Ella les contestó que no, que estábamos en aguas internacionales. Y los otros le respondieron que era la hora del té. Al final, fue y se tomaron el té y a mí me dieron unas chocolatinas. No pasó nada, pero tuvimos un susto de muerte".
Cambio de bando
Larissa Swirski dejó luego de trabajar con el Ejército alemán gracias a su hermana, que un día fue a visitarla desde su residencia en París y le contó lo que estaban haciendo los nazis en Francia, en toda Europa, la persecución de los judíos, el exterminio en los campos de concentración, noticias que en la España franquista no se daban. Entonces, la 'Reina de corazones' decidió cambiar de bando y ayudar a los aliados a derrotar a Hitler. Tampoco era una empresa muy complicada, porque entonces el Campo de Gibraltar estaba lleno de espías de uno y otro lado, dado que, entre otras cosas, se hallaba en juego la Operación Félix que el Führer había estudiado con Franco para apoderarse del Peñón.
Eran espías que frecuentaban Villa Carmela, donde se organizaban las salidas de los torpedos humanos y había una jaula de coloridos pájaros que escondía minúsculos telescopios que apuntaban a Gibraltar, o el hotel Reina Cristina de Algeciras, todavía abierto, cuyo director, un austriaco antinazi, y su mujer, inglesa, el matrimonio Lieb, trabajaban para el servicio secreto británico y utilizaban el edificio como casa de seguridad para acoger a aviadores franceses huidos de la invasión nazi camino hacia territorio aliado en el Peñón.
Peligroso trabajo como agente doble
Larissa empezó entonces a trabajar como agente doble para impedir que fructificase la 'Operación Félix' y los nazis se hiciesen con el control del Estrecho. Pero, según su hija, los alemanes empezaron a sospechar de ella y le tendieron una trampa. La idea era encomendarle una misión en Argentina, donde nunca llegaría tras subirse a un barco que zarpaba de Cádiz hacia Buenos Aires. En medio de la travesía, dos agentes nazis la tirarían al fondo del océano. Afortunadamente para ella, la inteligencia aliada se enteró de la celada y Larissa no llegó a coger ese barco. Se inventó que tenía que ir a Sevilla con su marido. Y en la capital andaluza es donde ya estableció definitivamente su residencia, donde murió en 1977.
"Desde que empezamos a vivir en Sevilla, mi madre ya no volvió a hablar de su trabajo del pasado, como si hubiera tirado al mar la llave de un cofre después de cerrarlo. Dejó de ser espía, que yo sepa, claro", dice Liana.
Era una espía 'pata negra', de las que siempre pasa desapercibida, pero se entera de todo
Porque, claro, el oficio de espía requiere mucha discreción, un agente secreto no puede ir por ahí contando lo que está haciendo, si no, ya no sería secreto, sólo agente. Y Liana describe a su madre como una espía "pata negra", de las que siempre pasa desapercibida, pero se entera de todo. "Los espías son gente normal, pero con los sentidos muy refinados —explica—. Reciben un entrenamiento especial con el que descubres facultades tuyas que no conocías y ya no eres la misma persona".
Y Larissa también tenía facultades para la interpretación. No en vano, Clark Gable le propuso que se fuera a trabajar a Hollywood como actriz, un trabajo en el que ella había hecho algunos pinitos durante su estancia en Berlín, según la hija. Gable la conoció en el Campo de Gibraltar cuando el protagonista de Lo que el viento se llevó pasó unos días en el Peñón tras haber servido en la aviación británica, la RAF, como observador artillero durante la Segunda Guerra Mundial. Y por allí andaba también Ian Fleming, oficial de la inteligencia británica y escritor, creador luego de la saga del Agente 007, y quien, dicen, se inspiró en la 'Reina de corazones' para las primeras mujeres audaces que representaban las llamadas chicas Bond.
Acabar con “el borrado de las mujeres en la historia”
Ana Aranda, historiadora del Arte, profesora titular de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y nacida en Algeciras, otra de las participantes en el documental sobre la vida de Larissa Swirski, considera que este tipo de trabajos ayudan a acabar con "el borrado de las mujeres en la historia". A su juicio, la labor que han hecho muchas mujeres se desconoce no porque alguien se haya ocupado de tachar sus nombres en los documentos, en los archivos, sino porque, sencillamente, nadie se preocupó de escribir de ellas.
"Las mujeres han tenido un papel de subordinación respecto a los hombres, han tenido que dedicarse a las cosas de la casa y, cuando se salían de esa norma, eran castigadas socialmente, señaladas. Eso ha motivado que muchas mujeres hayan hecho su trabajo en silencio o subordinadas en equipos dirigidos por hombres y que no aparezcan en los libros de historia. Eso es lo que intentamos remediar quienes nos dedicamos a esto, porque lo que no está escrito, luego no se recuerda, como mucho se recuerda durante una generación", explica Aranda.
Esta profesora algecireña también conoce bien la historia de su ciudad y de lo que allí se movía en aquellos años de la Segunda Guerra Mundial cuando Larissa Swirski trabajaba primero para un bando y después para el otro. La propia Gestapo, asegura, tenía en Algeciras una oficina y un par de agentes secretos de los nazis se alojaban en el Reina Cristina, del que ella ha escrito un capítulo dentro de un libro sobre la arquitectura inglesa en el Campo de Gibraltar, en el que narra cómo ese hotel se convirtió en un centro de operaciones de la inteligencia británica en la zona. A su juicio, la mujer del director del hotel, Margaret Lieb, que también ejercía de agente secreto, es otra de las mujeres, como la 'Reina de corazones', cuya labor ha quedado oculta para la historia.
La productora del documental sostiene que esta película ayudará a la sensibilización para el reconocimiento de la labor de determinadas mujeres en la historia que han quedado olvidadas, y destaca, además, el hecho de que el equipo técnico que se encarga de la realización de este trabajo está dirigido mayoritariamente por mujeres.
El director de la película, Chema Ramos, explica en el dosier informativo sobre este proyecto su encuentro con Liana Romero en el hotel Reina Cristina de este modo: "Tras cruzar unas pocas palabras con ella, supe que había una historia casi desconocida detrás de lo que habían contemplado esos ojos cuando era una niña. Entre las paredes de ese hotel, se planearon algunas de las operaciones que acontecieron durante la Segunda Guerra Mundial. Ella me mostró un universo conocido por los historiadores, pero que en el imaginario colectivo aparece difuminado: la creencia de que la Segunda Gran Guerra no puso sus pies en nuestro país. Es verdad que no se vivieron esas grandes contiendas que asolaron gran parte del continente europeo, pero el juego de espías que tuvo lugar en la costa gaditana marcó el devenir de la guerra y fue decisivo para la caída final del eje alemán".
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