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Es humano buscar asideros en la ficción. Echar mano de esa simulación de la realidad para desaparecer, aunque sea por un rato, de un presente que nos inquieta. Quizá esto explique el renovado interés de los italianos por novelas como La peste (1947) o Ensayo sobre la ceguera (1995), dos títulos que se han situado, según recoge La Repubblica, entre los más vendidos en plataformas de comercio electrónico como Amazon e IBS en la última semana.
Ya sea en busca de una explicación o a modo de redención, nos aproximamos a la ficción, a veces desde otro tiempo, con la fascinación de que lo imaginado tiene visos de convertirse en realidad. Parábolas que nos hablan de tiempos inciertos, de carestías y pandemias, mundos imaginados que no distan tanto del nuestro. Como el que relataba José Saramago en Ensayo sobre la ceguera, una novela en la que, tal y como el propio autor apuntó en su día, "plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada".
Pues bien, la distopía del nobel portugués se coló la pasada semana entre los libros más vendidos de Amazon en Italia. En concreto fue el quinto, viendo incrementar sus ventas un 180%, escalada para nada casual que coincide en el tiempo con otra aparición estelar; la de La peste de Camus, pasando del número 71 al 3 en el portal de venta IBS. Una obra, esta última, que partiendo de una plaga que asola la localidad argelina de Orán aborda el sentido de la existencia cuando se carece de Dios y de una moral universal.
Los virus, pandemias y epidemias constituyen una fértil tradición temática y su incursión, tanto en literatura como en cine, ha sido recurrente a la hora de armar las más variopintas tramas. Hablamos, por ejemplo, de cuando Boccaccio decide comenzar su Decamerón (1351) con una descripción de la peste bubónica (la epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348). El escritor se sirve de este hecho infausto para motivar una historia en la que diez jóvenes –siete mujeres y tres hombres– se ven obligados a refugiarse en una villa a las afueras de Florencia.
Y de uno de los padres de la literatura en italiano a un maestro del género de aventuras; Jack London (1876–1916). En su clásico La peste escarlata (1912), London sitúa en un azaroso y remoto 2013, el estallido de una peste fulminante que arrasa el mundo tal y como se conocía. Sin antídotos conocidos, la pandemia acaba devastando las ciudades y las zonas de cultivo. Sesenta años después de la tragedia, el último superviviente de la peste intenta al final de su vida transmitir algo de experiencia y sabiduría a sus nietos casi salvajes, evocando un mundo que ya nadie sabe que ha perdido.
London abría la veda y cientos de escritores con mayor o menor fortuna se entregaron con denuedo al género epidémico. Uno de los que mejor lo trabajaron, referente de la ciencia ficción, fue el escritor y guionista estadounidense Richard Matheson. Su novela Soy Leyenda (1954), cuya adaptación al cine en 2007 fue protagonizada por Will Smith, ofrece una visión postapocalíptica de la ciudad de Los Ángeles en la que un tal Robert Neville es el único superviviente de una pandemia provocada por una guerra bacteriológica que convierte a los vivos en vampiros. El bueno de Neville hará lo posible por sobrevivir intentando descifrar a estos nuevos seres que habitan el mundo.
No hay que ser un lince para saber de qué trata Epidemia (1987), a cargo del médico estadounidense Robin Cook, empeñado en combinar la escritura médica con el thriller. Fruto de ese anhelo surge este libro en el que Cook recrea los sinsabores de un equipo de médicos y biólogos que tratan de frenar la propagación de una epidemia mortal. ¿Les suena, verdad? La ficción, una vez más, se adelanta a un presente que parece que ya algunos previeron o intuyeron, malos augurios que el tiempo ha convertido en realidad.
Es el caso, por ejemplo, de Virus, cinta surcoreana estrenada en 2013 que, siete años después, parece resignificar lo que está sucediendo. Dirigida por Kim Sung Soo y titulada en inglés The Flu (La gripe), esta película adelanta, en cierto modo, hasta qué punto en una sociedad hiperconectada, el miedo puede llegar a ser aún más contagioso que la propia enfermedad. Una vuelta de tuerca a las ficciones ya apuntadas que abunda en el pánico generalizado como uno de los rasgos distintivos de la civilización contemporánea.
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