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Jack el Destripador, cuando el monstruo se hizo carne y habitó entre nosotros

El primer asesino en serie moderno de la historia es uno de los protagonistas del libro 'El lado oscuro de la cultura victoriana' (Akal), donde Antonio Ballesteros sitúa a los monstruos como un contrapeso al progreso.

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Víctimas de Jack el Destripador, el primer asesino en serie moderno de la historia. — Jack the Ripper

madrid, Actualizado:

Toda época crea sus monstruos, también ahora, aunque campen por las calles, los platós, los parlamentos y los despachos sin colmillos ensangrentados ni tornillos en el cuello. El peligro hoy es precisamente ese: el engendro presenta menos evidencias de su condición, pese a su turbiedad intrínseca, ya cantaba Gardel que al mundo le falta un tornillo y a esas temibles criaturas, dos.

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Antonio Ballesteros González siempre ha sentido atracción por los monstruos literarios, tras ser seducido por las historias que le contaba su madre al oído. No eran cuentos infantiles, sino una versión sui generis de los libros y las películas que ella devoraba con fruición, de Drácula de Bram Stoker a Psicosis de Alfred Hitchcock. Una infancia terrorífica que lo sumió en el mundo de lo oculto y en la sombra de Jung.

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No extraña que, años después, publicase Vampire Chronicle. Historia natural del vampiro en la literatura anglosajona, un libro descatalogado que pronto verá reeditado. Se ha hecho de rogar porque le daba pereza no tener que escribir un último capítulo, sino incluir en este a chupasangres descafeinados que no resisten la comparación con su Drácula. Luego hablaremos de Crepúsculo y demás sucedáneos, porque ahora toca Jack el Destripador.

El primer asesino en serie moderno

Ballesteros, catedrático de Filología Inglesa de la UNED, ha llevado a su terreno un encargo de la editorial Akal sobre el primer asesino en serie moderno de la historia. Así, el planteamiento inicial, centrado en el despiadado criminal aficionado a la casquería, derivó en una panorámica de los monstruos de la época, personificados en el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Dorian Gray y Drácula, así como en precedentes como Frankenstein.

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El resultado es El lado oscuro de la cultura victoriana, donde su autor contextualiza los miedos de la época, que explican, como reza el subtítulo del libro, a Jack el Destripador y otros monstruos, un contrapeso literario al progreso científico y tecnológico. "Es una constante en la historia que se produce cuando predomina el racionalismo, del mismo modo que el romanticismo fue reacción contra la ilustración", explica Ballesteros.

En este caso, la novela gótica resurge frente a las obras realistas y, con ella, también la monstruosidad. "Además, se vive un apogeo del ocultismo, de la Sociedad Teosófica, de la investigación psíquica, de los médiums y de las sesiones de espiritismo", que recluta desde el más allá a Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes. "Incluso hay una bipolaridad en algunos autores, como Elizabeth Gaskell, quien escribe novelas realistas y al mismo tiempo relatos de fantasmas".

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Un policía descubre el cadáver de una víctima de Jack el Destripador, el primer asesino en serie moderno. — Jack the Ripper

El catedrático de Filología Inglesa entiende que el género fantástico supone una vía de escape para las mujeres escritoras, sometidas a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos: "El fantasma, que antes habitaba en un castillo —donde subyace una crítica a la aristocracia—, de repente irrumpe en el hogar". Una liberación entre comillas, porque se sobreentiende que ellas debían asumir un doble trabajo, el de la casa y el de la escritura.

Esto sucedía con los literatos, pero la inquietud que provocaba el progreso también afectaba a las clases populares. ¿La sociedad necesitaba a esos monstruos?

Hay un fetichismo de la sangre, de lo grotesco, de lo morboso y de lo monstruoso. Jack el Destripador causó tanta fascinación en el pueblo que se vendieron cientos de miles de ejemplares de periódicos. Incluso en Estados Unidos estaban ávidos de que llegasen los barcos para poder seguir los seriales sobre sus asesinatos.

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Abundan los paralelismos entre aquella época y la actual. A la prensa como fábrica de bulos habría que sumar la proliferación de las pseudorreligiones, las pseudociencias, etcétera.

Siempre ha habido un miedo a la tecnología. Entonces, hubo un movimiento contra la industrialización y la mecanización, del mismo modo que ahora el enemigo es la tecnologización. Así, asistimos a la proliferación de una nueva literatura distópica y neogótica, así como de fenómenos como el de la Iglesia de la Cienciología o la del Palmar de Troya, por poner solo dos ejemplos. La diferencia radica en la calidad cultural, muy superior en aquella época, porque ahora la gente cree en el calendario maya o en el mundo líquido de la new age.

Antes la credulidad campaba a sus anchas, pero las manifestaciones artísticas tenían un mayor peso cultural, aunque hasta hace poco haya sido considerada una literatura popular barata que no entraba en el canon. Sin embargo, la creencia o el deseo de espiritualidad de antaño han sido sustituidas por auténticas parodias.

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No se puede comparar Drácula con Crepúsculo y otras sagas contemporáneas del universo vampírico. Así, se ha producido un desencantamiento de las figuras que infunden terror. Por encima de su valor literario, el personaje de Bram Stoker entonces daba mucho miedo, lo que ya no sucede con un vampiro adolescente.

Incluso Marx recurrió a ese universo oscuro.

Marx y Engels utilizaron imágenes góticas en el Manifiesto comunista como elementos que integran ese imaginario colectivo en el que surgen todos estos monstruos y visiones distópicas de una realidad que se creía perfecta y racional, pero donde la gente de la clase baja padecía muchos sufrimientos. Marx habla con orgullo de que un espectro sacude Europa, en relación al comunismo, y compara al capital con un vampiro.

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'El lado oscuro de la cultura victoriana. Jack el Destripador y otros monstruos', de Antonio Ballesteros. — Akal 

En cambio hoy, además de los vampiros, asistimos a una 'exploitation' zombi.

Es el paradigma de nuestros días. Sin embargo, se caracteriza precisamente por no tener capacidad racional: un ser vacío y relacionado con la epidemia. Es más, deberíamos preguntarnos por qué el monstruo contemporáneo es el zombi, una reflexión cuya conclusión no nos deja en muy buen lugar.

Volvamos a Jack el Destripador: frente a los temores y monstruos imaginarios, uno de carne y hueso…

Jack el Destripador no podría haber sido un producto de otra época. Los anteriores fueron un preludio, sobre todo el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, del mismo modo que su sombra está presente en las novelas posteriores, aunque no lo citen. Digamos que se ha incrustado en la mente de muchos escritores, de modo que Dorian Gray va al East End a ponerse de opio y Drácula frecuenta el Soho y los barrios bajos de Londres.

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Toda la monstruosidad anterior se encarna en Jack el Destripador, un personaje fantasmal y espectral. Antes eran de ficción, pero desgraciadamente el monstruo se hizo carne y habitó entre nosotros. Participa de la naturaleza monstruosa, aunque es real. Y aparece en una época muy polarizada, la de la sociedad victoriana, con una clase pudiente y otra pobre, atestada de inmigrantes, lo que nos remite de nuevo a Drácula. En el fondo, todas las lecturas, consciente o inconscientemente, llevan a Jack el Destripador.

Previamente hubo otros asesinos en serie, aunque la prensa amplió su eco.

El poder y la influencia de la prensa a finales del siglo XIX lo convirtió en el primer serial killer moderno, es decir, en el primer asesino múltiple mediático. Un icono que provoca pesadillas y desata las pulsiones del ser humano, que se convierten en terriblemente reales. La prensa era el Sálvame de aquella época y algunos editores se hicieron de oro. Incluso dos comediantes quisieron alquilar la habitación de Mary Kelly, la última víctima de Jack el Destripador, para representar funciones teatrales.

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Describe el ecosistema de Whitechapel, en el East End londinense, un territorio asolado por la pobreza donde proliferaba la prostitución, que influye en los crímenes.

Claro. Las cinco víctimas canónicas habían ejercido la prostitución, una actividad que contrasta con el orden y las buenas costumbres de la ideología victoriana, que ensalzaba a la mujer como ángel del hogar. Entonces no había un término medio: era cristiana o puta. Sin embargo, ese ideal se ve subvertido en la obras literarias que reflejan la realidad, donde una cantidad enorme de mujeres ejercía la prostitución.

Jack el Destripador protagoniza el libro 'El lado oscuro de la cultura victoriana' (Akal), de Antonio Ballesteros González. — Akal

Lo que nos lleva a una lectura política. Si las víctimas hubiesen sido ricas y no prostitutas…

Fue la gran polémica de la época. El pueblo decía que si las mujeres hubiesen pertenecido a la burguesía del West End, la Policía habría actuado de otra manera. No obstante, los agentes eran vilipendiados en la calles, porque no eran capaces de capturarlo. Incluso la reina Victoria estaba muy preocupada y llegó a echarle la bronca al primer ministro.

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La criminología moderna le debe mucho a este asesino en serie porque, a partir de entonces, se desarrollaron nuevas técnicas de investigación. Sin embargo, Jack el Destripador iba muy por delante de la Policía y hoy es un enigma fascinante. Así, el hecho de que nadie supiese quién era contribuyó a que adquiriese la categoría de mito contemporáneo.

El gran misterio victoriano. Pese a que en su libro lo deja claro, aventúrese aquí: personalmente, ¿usted quién cree que fue?

Esa es la gran pregunta. La teoría que más me gusta, desarrollada en From Hell, la magistral novela gráfica de Alan Moore y el dibujante Eddie Campbell, es la que señala al médico de la Casa Real, William Withey Gull. A pesar de que es improbable, porque tenía muy mermadas sus facultades, esa trama es fascinante.

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Se supone que, al menos, tenía conocimientos de anatomía.

Todos los expertos coincidían en ello, excepto un forense, y lo cierto es que extraía los órganos del cuerpo con gran rapidez. Sus crímenes fueron absolutamente espantosos, aunque creo que su atractivo se debe a que todo ser humano tiene un lado oscuro. Debemos admitirlo, educarlo y encauzarlo, pero negarlo es estúpido.

Sin embargo, hay momentos en los que te sientes tremendamente conmovido por estas pobres mujeres. Así lo vivió entonces el pueblo londinense, pobre y sin educación. Pese a los sinvergüenzas que intentaron aprovecharse del morbo, la gente dio una lección de solidaridad y de saber estar. Los entierros de cada mujer fueron verdaderos acontecimientos donde reinaban el respeto y el silencio. Todavía hoy, se siguen depositando flores en sus tumbas, víctimas de una auténtica bestia.

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