Cargando...

Premio para los poemas sin aluminosis

El Nacional de Poesía recae en Joan Margarit, el poeta más terrenal y cruel

Publicidad

El poeta arquitecto no se esconde tras las cortinas de la retórica, ni busca auxilio en los rodeos. El poeta certero levanta edificios con precisión y tira poemas meridianos. Joan Margarit (Sanahuja, Lleida. 1938) es el nuevo Premio Nacional de Poesía, gracias a su libro Casa de misericordia (Proa/Visor, 2007) y a una trayectoria poética granada con temas como la guerra, la posguerra civil, las mujeres, el clasicismo, el jazz, la arquitectura, Barcelona y la pluralidad lingüística.

Publicidad

A lo largo de algo más de 30 años de actividad creativa, Margerit encontró en el idioma común, en el lenguaje coloquial, su mejor aliado. Eso, junto a una sintaxis clara, logró una combinación propicia para la intensidad. Él mismo dice que "la poesía solo es una cuestión de intensidad, de concentración", refiriéndose a que el poema debe, por encima de todo, "entenderse".

Click to enlarge
A fallback.

Comenzó su carrera escribiendo en castellano, en 1974, pero pronto regresa a su lengua materna y en 1981 escribe en catalán. Siempre reconoció que no fueron motivos culturales, ni políticos los que le llevaron a utilizar la lengua de su familia en su poesía. De hecho, como no llega a "decir en castellano aquello que se quería decir", vuelca al catalán toda su formulación lingüística, y de aquellos primeros libros en castellano solo rescata Crónica (1975), "el único que puede contener aún algún fragmento de cierto interés", reconoce. Otro hito en su extensa producción (más de 20 poemarios) es Joana (2002), un texto a partir de la muerte de su hija.
Reconoce que utilizó el libro como salvación, al verse a sí mismo contemplando la muerte de su hija mientras se controlaba para no ser desbordado por la tragedia.

La verdadera caridad da miedo. Por Carlos Pardo 

Publicidad

Joan Margarit es capaz de hacer que un poema sea una “estructura de un edificio muy particular, a la que no le puede sobrar ni faltar un pilar, ni una viga”. Margarit hace veraz la metáfora del habitar poético: escenas nítidas que conforman la vida de un individuo, en las que el lector debe reconocerse. Como en sus admirables y archiconocidos versos: “Trist el qui mai no ha perdut per amor una casa” (“Triste quien no ha perdido por amor una casa”). ‘Casa de misericordia’ lleva al extremo la sequedad realista, el lenguaje descarnado y amigo del dolor, que Margarit empezó a trabajar de manera emblemática a partir de ‘Edad roja’ y cuyo fruto más amargo es ‘Joana’. Ha hecho de la poesía algo terrestre y cruel, que ocurre aquí y ahora, sin los bálsamos de la metáfora brillante ni los consuelos de la religión. Un cobijo para incurables.

Publicidad