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Actualizado:Regresa Juan Manuel de Prada con Lucía en la noche (Espasa, 2019). Una novela de misterio en la que la muerte solo es el principio de la historia. Un amor que hace resurgir de las tinieblas a un escritor que es la sombra de lo que fue, entregado al abismo y a los platós de televisión –¿les suena de algo?–. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, De Prada lo sabe y se sirve de lo vivido para engalanar un historia hecha de misterios y ausencias.
El protagonista de 'Lucía en la noche' es un escritor treinteañero con un pasado de éxito pero que ha tocado fondo y frecuenta las tertulias televisivas... ¿Cuánto hay de De Prada en este personaje?
Sin duda mucho, sobre todo en una etapa de decepción y hundimiento a nivel anímico y literario. Pero también hablo del efecto regenerador que tuvo para mí el amor, y más concretamente el hecho de conocer a mi mujer. Digamos que en esta novela lo que hago es sublimar algunos estados y situaciones personales.
El amor como salvación... Son tiempos descreídos para estas cosas, ¿no pecará usted de naíf?
[Ríe] Hombre, pero el amor... Es cierto que solemos renegar y decir que no existe pero lo cierto es que nos pasamos toda la vida buscándolo, es la fuerza motriz de nuestra vida y es lo único que nos permite salvar nuestra angustia y nuestro temor a la muerte, no te miento cuando digo que el amor mueve todas y cada una de las acciones, pensamientos y omisiones de nuestra vida.
Son duras declaraciones...
Otra cosa es el pudor. En ese sentido creo en lo que dijo en su día Cortázar sobre lo difícil que es trasladar al papel todo lo que es alusivo al amor. El hecho de que se trate de una experiencia tan íntima desarrolla unos códigos que expuestos públicamente pueden resultar ridículos. Ese pudor natural es un escollo difícil para el escritor, pero Cortázar decía que había que perder el miedo a ser un poco cursi.
Estará conmigo que la línea es muy fina a veces.
Sí, pero como decía Ramón Gómez de la Serna, lo cursi abriga [ríe]. Hay que perder el miedo a lo cursi, pero siempre con moderación.
Su protagonista deja de escribir, cae en un vacío que ni siquiera la literatura consigue redimir. ¿No se escribe mejor desde la zozobra?
El dolor es una experiencia fecunda, no hay duda. Yo me atrevería a decir que es la más fecunda de todas, lo que ocurre es que hay otros mundos fuera del dolor que además son muy propios de la época presente, que es el dolor con anestesia.
¿Con anestesia?
Sí, el vacío. Yo creo que es la gran enfermedad del hombre contemporáneo. Me refiero a esa sensación de vivir una vida a la que no le encuentras sentido, o a la que solo le encuentras sentido a través de una serie de placeres de los que puedes disfrutar si tienes éxito. Esto es algo que me ocurrió de joven y que te lleva al vacío, al hastío más profundo, te conviertes en una persona plana. Hoy día lo percibo muy claramente en todas estas aplicaciones móviles que lo que hacen es facilitarte la posibilidad de echarte un polvo cuando quizá lo que en realidad necesitas es dar o recibir cariño.
Cierto, no hay aplicaciones para dar cariño... ¿Terminaremos pagando por acariciar gatos?
Es que yo creo que precisamente ese vacío hace que lo intentemos remediar con experiencias muy impactantes. Dicho de otro modo; nos han convertido en consumidores bulímicos de experiencias. No hablo de dolor, porque el dolor es a fin de cuentas la conciencia de la ausencia del bien, sino de una anestesia, y de ahí no surge nada creativo. De hecho yo creo que esa anestesia es una de las razones por las que en nuestra época se están marchitando las artes. El arte, si te fijas, se ha convertido en un grito, más que en un intento de comprender la realidad.
¿No cree en el arte y por tanto en la literatura como refugio ante esa anemia espiritual que apunta?
Yo creo que la literatura tiene dos facetas, sirve tanto de antídoto como de veneno. Por un lado nos permite expulsar demonios pero al mismo tiempo abres una serie de puertas que te metan en otras desazones distintas. El escritor es como ese Aquiles que va corriendo tras la tortuga pensando que la va a alcanzar y nunca termina de hacerlo.
Subyacen junto a la trama principal miedos muy actuales como el miedo a la tecnología, al islamismo o al espionaje. ¿Son una excusa para sustentar la trama o verdaderamente le preocupan?
Creo que sin ser una novela doctrinal en ella subyacen miedos propios del hombre contemporáneo, unos miedos que los poderosos utilizan a su antojo para convertir las sociedades en un gurruño de carne trémula a la que puedes manipular fácilmente. Se nos ofrecen versiones primarias y elementales sobre la realidad que no tienen el coraje de entrar en la letra menuda. El caso de Venezuela es muy evidente; parece que la demonización del régimen de Maduro y la exaltación de la democracia nos hace olvidar que Estados Unidos cuando está detrás de estos conflictos no busca precisamente el restablecimiento de la democracia. Mucha memoria histórica pero parece que se nos olvida que en el 98 cuando los estadounidenses intervinieron en Cuba y Filipinas tildaban a los españoles con las mismas lacras que ahora adjudican a Maduro y sus correligionarios.
La protagonista es una cocinera que hace las veces de musa... Dos roles que, no me negará, no son especialmente emancipadores
Dejando a un lado el tema estrictamente carnal, yo lo que buscaba era mostrar mi amor hacia los oficios manuales, tan desprestigiados en nuestra sociedad pero que al final son los que nos sacan las castañas del fuego. En cuanto a lo de musa, no percibo contradicción alguna, el hecho de ser como una musa o un ángel no es por ser una persona evanescente o no carnal, sino porque transforma espiritualmente al protagonista...
Sí, pero desde la pasividad, a través de la mera contemplación...
Es que la mujer tiene que ser adorada por el hombre porque es como una brecha que se abre en la realidad y por la que irrumpe la belleza. Para Petrarca, Laura era esa brecha por la que la belleza más sublime penetra en su vida y lo cierto es que no entiendo por qué la mujer tiene que renunciar a ese papel. No me parece un papel pasivo como dices, produce una transformación en el hombre. Un hombre que tiene una parte animal o bestial y que necesita ser redimida, el hecho de que la mujer ejerza ese poder sobre él me parece algo hermoso, considero un error que desde el feminismo, como se hace también desde otras políticas de la identidad, se fortalezca una oposición a otra identidad. Creo que el feminismo comete un grave error al generar antagonismos sociales, y creo también que merece una reflexión el hecho de que el año de la revolución feminista coincida más o menos en el tiempo con la derrota de las izquierdas en Andalucía.
¿A qué se refiere?
Pues a que la fortaleza de los humillados y ofendidos está en su unión y no en crear antagonismos. Lo dejó por escrito Eric Hobsbawm cuando analizó la victoria de Thatcher y el motivo por el que la clase obrera la había votado. Su explicación era muy sencilla; la izquierda se había dedicado a exaltar las políticas de identidad y esta políticas lo que siembran son diferencias entre los que pertenecen a un mismo grupo.
¿Qué opinión le merece la irrupción de Vox?
Los máximos paladines de Vox son personas que me suscitan una grave desconfianza, por decirlo finamente. Sus intelectuales de cabecera me resultan muy lastimosos, sin embargo no participo de la demonización del votante de Vox que, creo, fue uno de los errores en los que incurrió la izquierda. Presentar a sus votantes como un cavernícola o un paleto, no creo que sea una estrategia muy útil, más que nada porque se ha demostrado que sus votantes son tanto de ciudad como de pueblo, son de edades diversas y de diferentes niveles culturales.
¿Está de acuerdo en la necesidad de ensalzar la figura de Blas de Lezo?
Creo que reinvidicar esto es caer en una interpelación burda y esquemática al cine español. Considero que hay reproches más urgentes que hacerle, como por ejemplo subrayar que el cine que se está haciendo es eminentemente complaciente y sitémico. Un cine muy atento a seguir las tendencias que resultan provechosas y que complacen los paradigmas culturales de la época. Es un cine que no nos remueve, ni nos lastima y que ni siquiera es incómodo. Fíjate en Campeones, por ejemplo, un película de buenos sentimientos pero que en realidad es complaciente y falsa porque la dura realidad es que muy pronto en España a esos chicos que salen en la pantalla habrá que buscarlos con lupa. No podemos obviar que a los niños que vienen con algún tipo de tara física o psíquica se les aborta, en ese sentido creo que una película realmente incómoda sería aquella que analizara por qué las mujeres en España y Occidente hacen eso. Esto es lo que debemos pedirle al cine, menos ensalzar a Blas de Lezo y más películas que cuestionen los paradigmas culturales en los que nos movemos.
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