Este artículo se publicó hace 14 años.
Pesimismo, la receta contra el mal rollo
El filósofo francés Lucien Jerphagnon publica Elogio del pesimismo, un diccionario que recoge a 140 autores de pensamiento negativo sobre el mundo. El escritor advierte que hay que asumir 28 siglos de sufrimiento para ser felices
Cuna de la revolución contra la opresión monárquica, Francia es el país más pesimista del mundo. Frente al populismo de Nicolas Sarkozy los electores perdieron la esperanza y la mitad ni siquiera acudió a las urnas en las últimas elecciones regionales. Mientras, sigue azotando la crisis financiera en medio mundo. "Pesimismo", la palabra está en todas las bocas. Hay que ser francés para salir al rescate de una sociedad "donde reina el mal", según Arthur Schopenhauer. Hay que ser un gran pesimista para hallar la fuerza y seguir adelante.
Lucien Jerphagnon (1921) es un filósofo francés y es un gran pesimista. Su medicina, su remedio contra el lado más oscuro del pesimismo el suicidio, la muerte es un himno a la vida: publica ahora un libro que, irónica y paradójicamente, se llama Elogio del pesimismo (Barril & Barral).
Su libro reúne a 140 autores que describieron lo mal que va el mundo
El pesimismo es, dicen los diccionarios de filosofía, "la doctrina según la cual, en la existencia, el dolor vence al placer". El alemán Schopenhauer (1788-1860), maestro de los pesimistas, sostiene que la mejor solución, en este mundo de sufrimientos infinitos, en este mundo donde no hay nada bueno, es quitarse la vida. Punto final.
A Jerphagnon, suicidarse le parece exagerado. Y a sus 88 años, sabe que todos sufrimos y quiere que todos sepamos que hasta los más grandes filósofos y pensadores han sufrido. "Porque la vida es así. Tenemos que asumirlo. Si tomamos conciencia de que también los otros sufren, no nos sentiremos tan solos y sufriremos menos. Es como un consuelo", explica el filósofo alumno de Vladimir Jankelevich, también un gran pesimista por teléfono.
Elogio del pesimismo no es entonces un libro con principio y fin, no es una novela. Puede empezarse por las primeras páginas o por las últimas. Es un compendio de citas de nada menos que 140 autores que escribieron al menos una vez palabras pesimistas. Jerphagnon las ordenó por temáticas: el amor, la familia, las relaciones humanas, la política, la felicidad, la estupidez, la muerte, la religión... Desde los griegos, como Homero, hasta los pensadores más contemporáneos, como Umberto Eco, todos renunciaron a la fe de tener un mañana mejor, aunque no es una razón para abandonar, para ser menos felices. Es decir: hay que ser pesimista para convertirse en un optimista. "Un pesimista sólo tiene buenas sorpresas", resume Jerphagnon con un tono de profesor de filosofía, su profesión desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Por eso al escritor no le gusta nada el título del libro en su edición castellana. La versión original francesa se llama Laudator temporis acti, que significa cualquier tiempo pasado fue mejor, en latín. Suena un poco pedante, aunque es exactamente la idea que quiere transmitir el autor: "Todo va de perlas, todo va por el mejor camino. ¿Alguien ya lo oyó? Nunca. Nadie. Desde mi infancia, siempre oigo que las cosas van de peor en peor. Mi abuela siempre decía: Era mejor en mi época". "¿Por qué, desde hace siglos, decimos que todo va mal? ¿Es pesimismo o realismo? El mal siempre ha sido presente y es permanente. ¡Soy realista!", añade. Y cita a Heródoto: "No había mortal alguno, ni lo habrá en el futuro, para quien no fuera connatural la desgracia desde el mismo día de su nacimiento".
Jerphagnon se enfrentó joven a la realidad de la muerte: "Perdí a mi madre a los 12 años. Sabía que yo también iba a morir. Ya estoy vacunado contra los excesos de optimismo". Y vio el mal de cerca. Cuando los nazis ocuparon Francia, entre 1941 y 1945, los alemanes le mandaron a una fábrica de armamento. "Quería escapar, pero un alguien que pensaba ser un amigo me denunció y me enviaron a un campo. ¡No fabricaba caramelos!", recuerda. Fueron dos años de trabajos forzosos en el norte de Alemania, una experiencia de la que aprendió una lección: "Se sufre menos cuando tenemos a compañeros de verdad. Por eso pensé que la pena de mis lectores será menor si no se sienten solos".
Años de bibliotecaReunir 28 siglos de pensamiento sobre el pesimismo fue más fácil de lo que parece. "¡No soy ni un masoquista, ni un sádico! Simplemente pasé tres cuartos de siglo en bibliotecas y mientras buscaba otras cosas, apuntaba textos o frases pesimistas que me marcaban", recuerda. Más duro fue para el editor español, quien tuvo que buscar en las múltiples traducciones de los autores citados por Jerphagnon para encontrar la versión más adecuada. "Fuimos a muchas bibliotecas y este libro es como una pequeña historia de la traducción española", aclara Malcolm Otero Barral, de Barril & Barral.
Jerphagnon no da importancia al contexto actual de crisis financiera. "Aún oigo a mi padre hablar de la Crisis, con C mayúscula, la de 1929. Llevo casi un siglo en esta tierra y certifico que jamás han bajado mis impuestos, jamás sentí que hacía más calor por el supuesto calentamiento global", sentencia con humor el filósofo. A pesar de la dureza de algunas citas "No consideréis a nadie feliz... hasta el momento de su muerte", escribió Eurípides en Las troyanas, el humor es un elemento importante del libro. "Cuando uno lo lee, no tiene ganas de ahorcarse", dice. Ya está preparando un Elogio de las estupideces, compendio de frases sin sentido o que hablan de la estupidez.
Schopenhauer es uno de los grandes ausentes de Elogio del pesimismo. Tampoco aparece el griego Hegesias de Cirene, quien sostenía que había que renunciar a la vida porque el placer y la felicidad no eran asequibles. Jerphagnon se sitúa en el otro extremo de la reflexión sobre el pesimismo. Se define como un OPNI, "un objeto pensante no identificado, un pensador que vive en sus tiempos, que respira la época en la que está". Quizá porque vivió momentos de felicidad que nunca olvidará: "Llevo 48 años casado y me encantaría repetir. Mi mujer es la felicidad de mi vida. No pasa ni una sola mañana sin que, cuando me despierto, hable con ella como si fuera por primera vez".
Jerphagnon deja las últimas palabras a Dante Alighieri: "Ha llegado el momento de contemplar de nuevo las estrellas. (...) Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza". ¿Es usted más feliz de lo que un pesimista debería ser? "¡No! Podría añadir a la frase de Dante: ... al menos por el momento. Reitero: soy un realista", responde. ¿Qué dice a los que que creen que todo va bien, a los optimistas? "Que tienen toda la razón, porque son la prueba de que existen las estrellas".
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