Este artículo se publicó hace 13 años.
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No: ¡Es Justin!
Justin Bieber, la estrella adolescente, pasa por España para dar dos conciertos y presentar 'Never Say Never', un documental que se estrena el viernes 15 de abril
Es posible que en su corta pero disparadísima carrera profesional, el canadiense Justin Bieber (1994) nunca se haya visto en una situación como la de ayer en Madrid, durante la rueda de prensa que dio a los medios pocas horas antes de su concierto en el Palacio de los Deportes: ¡la ausencia de cámaras y flashes! Debido a un retraso de 45 minutos, los fotógrafos decidieron castigarle y darle plantón. Y, los pocos que le esperaron vieron cómo la nueva miniambición rubia del pop global pasaba de largo y, tapándose la cara hasta la altura de los ojos con la capucha, corría hacia al recinto donde estaban los periodistas. Una vez dentro, preguntado por lo sucedido hasta en dos ocasiones, Bieber se negó a dar explicaciones, demostrando que ha aprendido la ajustada educación y los particulares antojos de los grandes artistas. La pregunta es: ¿se puede o se le debe exigir lo mismo a un chaval de 17 años que a una estrellona de 40?
Curiosamente, Bieber venía a promocionar no sólo dos conciertos en España (ayer en Madrid, donde la reventa alcanzaba los 200-300 euros; hoy, en Barcelona). También, para apoyar el estreno en cines, el próximo 15 de abril, de Never Say Never, un documental en 3D que sigue sus pasos casi desde la cuna hasta la conquista, en octubre del año pasado, del Madison Square Garden de Nueva York. Una película cuyo primer fin de semana de emisión en Estados Unidos recaudó 22 millones de euros. En medio, se pueden ver de cerca los esfuerzos de Bieber por cantar donde sea: actuaciones en la calle, su participación en concursos locales de talentos y el fenómeno YouTube. Y es curioso porque la cinta consigue que el espectador se crea que tiene ante sí un ídolo verdadero, o, al menos, que no está delante de otra estrella prefabricada por algún gran canal de televisión. Bieber tiene talento musical (sabe tocar la batería, el piano y la guitarra, entre otros instrumentos, y lo hace en cuanto puede), tiene madera de estrella (sabe moverse, vestirse, venderse) y parece tener los pies en el suelo.
"Tengo la cabeza bien puesta. Mantengo la humildad y los pies en la tierra"
"Tengo la cabeza bien puesta. Y cuento con el apoyo de mi familia y de la gente que me rodea. Mantengo la humildad y los pies en la tierra. Cometeré errores como todos, pero creo que voy por el buen camino e intento acostarme cada noche pensando que he sido buena persona", decía ayer, preguntado por cómo ve el futuro a partir del ejemplo de otras figuras juveniles, como Britney Spears. Bieber viaja acompañado de su madre y su amigo Ryan Butler, con quien jugó el lunes al fútbol en Alcalá de Henares (además de con sus guardaespaldas), vestido con la camiseta del Barcelona. Por si no lo sabían, Bieber es también bueno en los deportes: hockey y baloncesto. Con 17 años, tiene no sólo una biografía oficial, Mi historia (editada en España por Cúpula, y que ya va por la tercera edición), también unas cuantas que no lo son.
Además de la distancia con la que hay que ver cualquier documental centrado en la gira de un artista, Never Say Never es valioso por dos cosas. En primer lugar, porque arroja luz sobre cómo se cocina un fenómeno global. Al comienzo de su carrera, ni las discográficas ni las cadenas de radio se interesaban por un crío si no contaba con el apoyo de la Disney o de Nickelodeon. Gran error: los jóvenes de hoy no ven la tele, sino YouTube, y desde allí Bieber fue creciendo en popularidad, colgando sus versiones de Stevie Wonder y Usher (ayer aseguró que también le va "el rock clásico: Led Zeppelin y AC/DC"). Twitter terminó de apuntalar el fenómeno de las redes sociales y el contagio, finalmente, invadió los medios tradicionales. "Internet ha jugado un papel fundamental en mi carrera. Yo no mandaba maquetas a las discográficas, pero hacía vídeos para YouTube. Agradezco a las redes sociales su ayuda", dijo ayer.
Rap y autoayudaY, sobre todo, Never Say Never permite conocer el equipo que rodea a Justin, empezando por su mánager, Scott Scooter Braun, que le descubrió en YouTube y acosó literalmente a su madre hasta que consiguió que viajaran a Atlanta. Entonces Justin tenía 12 años; ahora 17. De ahí pasó a tener como padrino a Usher y L. A. Raid como productor (Mariah Carey, Pink, Rihanna). Bieber tiene asistentes para todo, desde los que vigilan por el estado de su voz y sus estudios a la ropa.
"No soy religioso: soy espiritual. Dios me ha dado esta oportunidad y le rezo siempre que puedo"
Con ellos, incluso hace oraciones colectivas, aunque ayer confesó: "No soy religioso, pero soy espiritual. Dios es muy importante para mí porque me ha dado esta oportunidad y rezo siempre que puedo". En Never Say Never se deja arropar por raperos como Ludacris y por estrellas infantiles, algunas ya consolidadas (Miley Cyrus), otras que preparan su explosión (Jaden Smith, hijo de Will Smith y Jada Pinkett).
La rueda de prensa de ayer estuvo llena de consignas cercanas a la autoayuda, algo que últimamente practican mucho las estrellas jóvenes, metidas a terapeutas de sus seguidores: su discurso no se aleja del discurso de autoconfianza y superación soltado por Lady Gaga en su visita a España: "Mi historia es un ejemplo de esa gente que cumple sus sueños, que hace sus sueños realidad. Mi historia, como se transmite en la película, puede llevar la esperanza a mucha gente", dijo ayer, para reconocer que never say never (nunca digas nunca) es su lema vital. Y dio dos apuntes para el futuro: Justin aspira a una "vida cómoda con familia e hijos" y, como no podía ser de otra manera, tiene en mente su desembarco en Hollywood. "Quiero tener una carrera larga y no pasar a la historia como alguien que tuvo diez minutos de fama", reconoció ayer.
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