Pablo Berger abre el cofre de las emociones con 'Robot Dreams'
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madrid,
Alfred Hitchcock decía que se podía saber si una película era buena si podías entenderla con el sonido apagado. Pablo Berger, que ya quiso apartarse de los diálogos en Blancanieves, se ha sumergido en un cine sin palabras, pero rebosante de sonidos y de música, en Robot Dreams, una de las mejores películas del año y con la que da mucho más que la razón al maestro británico. Estrenada en Cannes y ganadora de uno de los dos premios grandes en Annecy, el festival de referencia mundial en el cine de animación, y de unos cuantos galardones más, es un tesoro que desborda emoción, cierta nostalgia, humor, alegría, dolor... Puro gozo y amor por el cine.
Adaptación al cine de la novela gráfica de Sara Varon, es una historia de amistad -o de amor, depende de la edad del espectador-, de pérdida, de recuperación, de vida, ambientada en la ciudad de Nueva York en los años ochenta y al ritmo del September, de Earth, Wind & Fire -"Do you remember? (¿Rercuerdas? Bailando en septiembre, nunca fue un día nublado)-". Está nominada a cuatro premios Goya -película de animación, guion adaptado (Pablo Berger), música original (Alfonso de Vilallonga) y montaje (Fernando Franco). Ya en Cannes, Neon compró los derechos para distribuirla en EEUU y abrió la posibilidad de la película en la carrera por el Oscar.
Es la historia de Dog, un perro solitario que vive en Manhattan y decide construirse un Robot para tener un amigo. Inseparables muy poco después, una noche, tras un día feliz en la playa, Dog tiene que abandonar contra su voluntad a su amigo allí. "La película es la vida misma, porque la vida es agridulce".
¿Qué hay en la película que no esté en la novela, además de muchos más personajes, los 'new yorkers'?
La presentación de e Dog no existe en la novela gráfica. En el libro a Doc le llega la caja con el robot. A mí me faltaba la introducción del personaje solitario. Las dos páginas del final de la novela en la película se convierten en diez minutos. Pero el espíritu es el mismo. Otro detalle importantísimo es que en la novela gráfica Nueva York no está presente. La novela gráfica es una persona trabajando durante un año y la película son cien personas trabajando durante muchos años, son dos medios tan diferentes que varían mucho, pero el alma, la razón de hacer esta película que era contar una historia sobre la amistad, sobre las relaciones, sobre su fragilidad, sobre la pérdida, sobre la separación y cómo la memoria puede jugar como bálsamo, eso está igual de fuerte. Eso era lo que yo como director tenía que proteger. Afortunadamente a Sara le encanta la película y estamos en el mismo lado de la historia.
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La película tiene la cualidad de llegar a todo el público, pero depende de la edad del espectador ¿van a ver películas diferentes?
Sí, pero es que la película no pertenece al director, pertenece al público y la acaba el público siempre, y más una película como Robot Dreams o como también lo fue Blancanieves, que son películas sensoriales, más abstractas, donde el diálogo no está presente. Aquí, además, los personajes están hechos con dos trazos y son mucho más icónicos. Creo que el espectador empieza a hacer sustituciones desde el minuto uno.
Si eres el perro o el robot, si un personaje que aparece en la película es una examante o examigo o un amigo. He hablado con gente que también habla de la pérdida de seres queridos. En la superficie parece que es una historia de amistad y está claro que los niños lo van a leer así, pero yo creo que la gran mayoría de los adultos van a ver más una relación de pareja…o también puede ser de amistad, porque ¿qué diferencia hay entre la amistad y el amor si el amor es la amistad más sexo, o el sexo ya tiene menos importancia?
Hablando de la empatía que se puede producir con cualquier personaje. ¿Usted es más Dog o Robot?
Soy Dog cien por cien. Mi director de arte, José Luis Ágreda, es más Robot. Es curioso porque ésta, junto con Torremolinos 73, es mi película más personal, aunque todas tengan mi ADN. Yo he sido ese ese perro en ese apartamento solitario en el East Village, viví diez años en Nueva York y siempre allí, incluso mi último apartamento era muy parecido en el diseño, la altura, el punto de vista que el de la película.
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La dirección del apartamento es la misma, el edificio por fuera es aquel apartamento. En Nueva York he sido un perro solitario, he encontrado el amor, el desamor, he vuelto a enamorarme, he hecho amigos, he perdido amigos. Y hay muchas cosas de las que hace Dog en la película que son las cosas que más me gustaban a mí hacer. Y esos sentimientos básicos... me identifico mucho. Además, para mí esta película es muy personal porque está dedicada a mucha gente que he perdido en el camino, amigos y amores, mis padres. Hay algo que me que me sirve como cajón de sastre, como una especie de bálsamo que me ayuda a entender ciertas cosas.
¿En este mundo tenemos menos herramientas para enfrentar la pérdida de un amigo que de un amor?
Sin duda, y la pérdida no solo por el fallecimiento, sino a veces por la separación. A veces desconocemos por qué nos hemos separado de un amigo, hay rupturas de amistades que pueden ser mucho más dolorosas que las amorosas porque no las comprendes. Esta película habla muchísimo de ese amigo o esos amigos muy cercanos que, de repente, ya no son parte de nuestra vida. Y te duele y te preguntas por qué. A veces es porque no cuidamos lo que tenemos.
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Esta película tiene más bondad que las anteriores suyas, ¿está en otro momento vital y necesitaba esto?
Responde a la esencia de la historia, el vínculo entre una persona y otra, o entre un ser vivo y otro. Esa bondad o esa ternura estaban en el libro. El director de animación, José Luis Ágreda, me decía que veía pureza en la película. Pureza en el comportamiento, en el diseño y en la forma de narrar. No sé, a lo mejor tiene que ver con la edad, que nos hacemos más mayores y buscamos lo simple, lo sencillo, las pequeñas cosas. Sí es verdad que esta película es la más directa y la más pura de todas las que he hecho. Cada vez intento tocar melodías más sencillas.
A su edad ¿la amistad es más importante que nunca?
Pues, sin duda. Siempre veo luz al final del túnel, que creo que es una característica de muchos directores porque nuestro día a día es la guerra. Y de alguna manera eso surge también de las relaciones humanas. Nosotros siempre trabajamos desde el equipo, yo esta película no la hubiese podido hacer sin mi gran director de arte, José Luis Ágreda, sin mi gran montador, Fernando Franco, sin la diseñadora de sonido Fabiola Ordoyo, sin Yuko Harami, que es mi colaboradora, sin el director de animación Benoît Féroumont… Los directores tenemos que ser humanistas. No hay otra manera de enfrentarse a un rodaje.
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Todo lo que parece una limitación -animales, sin diálogos…- aquí se convierte en lo contrario. ¿Cómo se consigue eso?
Supongo que la ausencia de voz tiene que ver en eso. Creo que también tiene mucho que ver un diseño tan sencillo de los personajes. Cuando me enfrenté a este proyecto pensaba en lo que podría traer yo como director de imagen real al mundo de la animación y, sobre todo, lo que podía aportar era mi experiencia con los actores, quería tener buenas interpretaciones en la animación. Porque hay una tendencia en la animación, aunque no siempre, a la sobreactuación a indicar demasiado a sobreexplicar. Si estoy llorando me salen cien lágrimas, si estoy contento, gesticulo y muevo la boca en todas las direcciones, no. De alguna manera yo lo que buscaba era la contención, las mismas indicaciones que doy a los actores en imagen real. Mi obsesión era la mirada, los ojos y pequeños gestos, estaba más obsesionado por lo pequeño que por lo grande.
Por otro lado, la animación le permite soñar a lo grande y hacer lo que quiera sin las limitaciones del cine en imagen real, ¿no?
Sí, a veces la animación te permite contar otro tipo de historias y ese ha sido nuestro caso. En imagen real, sin ser consciente, el guionista-director, que es mi caso, se autocensura pensando en el presupuesto. Si esta película la hubiese hecho en imagen real, hubiese costado muchísimo. Nueva York, película de época, miles de figurantes (…) hemos hecho un musical con miles de bailarines, hay una secuencia de acción que no existe en las películas de James Bond con posiciones de cámara súper complejas. Por eso, me he permitido tocar diferentes géneros. He hecho una mega producción de Hollywood, pero siendo una película de autor y con control y siendo una película muy personal también.
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'Robot Dreams' tiene emoción, angustia, miedo, pena, alegría… excepto odio, ¿falta algo por meter en la película?
Es verdad, no hay odio. No hay grandes conflictos. La película es la vida misma, porque la vida es agridulce, está llena de obstáculos. No necesitaba un gran protagonista y un gran antagonista. A lo mejor, el antagonista aquí es la gran ciudad, porque puede provocar soledad, está presente la burocracia, pero al mismo tiempo ésta es una carta de amor a Nueva York y a la ciudad, porque yo soy una persona urbanita y amo Nueva York. Pero con lo que sea mi objetivo siempre es sorprender al espectador.
¿Y cuánto se ha sorprendido a sí mismo haciendo de pronto una película de animación?
Mucho, pero lo que más me ha sorprendido es lo que he disfrutado. Cuando te enfrentas a un proyecto, te enfrentas con miedo. Y yo, siempre he puesto el riesgo en el punto de partida de todos mis proyectos. Entonces hay algo que para mí es excitante. El viaje a lo desconocido. Pensaba que la transición de director de imagen real a director de animación me iba a costar muchísimo más, pero, sinceramente, pienso que las otras películas que he hecho anteriormente me prepararon para esta. Al final el director no es más que un contador de historias. Además, como soy un director paciente que hago muy pocas películas, me han funcionado bien los tiempos de la animación, han encajado con mi forma de ser.
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Entonces, ¿podría volver a la animación si surgiera un proyecto?
Podría hacerlo perfectamente. Además, soy un director muy afortunado, tengo unos productores que me animan siempre. No tengo unos productores castradores que quieren que repita fórmulas, ya hemos hecho tres películas juntos, cada una muy diferente, muy arriesgadas que, afortunadamente para ellos y para mí, han funcionado en taquilla.
Este ha sido un buen año de animación en España, ¿eso ayudará a que el público entienda que la animación es una técnica, no un género, y que no es solo para niños?
Sí, pero creo que tenemos que seguir repitiéndolo como un mantra. Creo que la clave fue cuando Guillermo del Toro, al recoger el Oscar por Pinocho, lo dijo y eso fue un gran altavoz. Pero es real, ese prejuicio existe, yo me lo encuentro constantemente. Hay gente que identifica animación con cine infantil y gente que dice: "A mí no me gusta el cine de animación". No te gustarán las películas malas de animación, pero si es una película buena, te va a gustar. Pero incluso pasa entre los profesionales, nuestros compañeros. Hay un techo de cristal y ahora en la temporada de premios lo vemos muy bien. En los Oscar de vez en cuando las películas de animación han roto ese techo de cristal.