Este artículo se publicó hace 14 años.
Olof Palme desató la novela negra sueca
La muerte del primer ministro en 1986 dio lugar a una nueva hornada de escritores de novela negra
El día que el primer ministro Olof Palme fue asesinado, los suecos despertaron del sueño en el que creían vivir. Aquel día se dieron cuenta de que su sociedad no era tan perfecta como quería mostrar el Estado del Bienestar. Vieron cómo en Suecía también había asesinos de presidentes y una violencia soterrada que nadie había sacado a la luz. Y algunos escritores decidieron contarlo.
Así nació el fenómeno de la novela negra sueca de los últimos años, según señaló ayer el escritor Arne Dahl, pseudónimo de Jan Arnald. El sueco hizo esta reflexión durante la presentación en la Feria del Libro de Madrid de Misterioso (Destino), su primera novela negra traducida al español de una saga de once entregas. Lo hizo con autocrítica incluida: "Nosotros mismos pecamos de que éramos superiores a los demás, que teníamos un sentido ético y moral superior al resto de los países. Tras lo de Palme vimos que no era así", señaló Dahl
"Creíamos tener una ética y una moral superior", dice Arne Dahl
No es el único escritor que piensa en Palme como causante del éxito del género policiaco. Camilla Läckberg que también visitó Madrid para hablar de Crimen en directo (Maeva), el cuarto libro sobre Erica Falck y Patrick Hedström, se mostró contundente al citar este momento histórico como un punto de inflexión en la sociedad sueca: "Con este asesinato, Suecia perdió su virginidad. Nos sentíamos tan seguros que pensábamos que no nos ocurriría nada. Lo peor es que nunca se encontró al asesino. Además, años después [en 2003] fue asesinada la ministra de exteriores Anna Lindh. Daba la sensación de que Suecia se estaba convirtiendo en Italia".
Pero si una razón puede ser la muerte sangrienta de Palme, a ella también se unen otras de diferente calado. Una tiene que ver con el éxito de la trilogía Millenium, de Stieg Larsson, a quien todos los escritores suecos parecen venerar."Es increíble su capacidad para renovar el género y alejándolo del realismo", afirma Arne Dahl. "El personaje de Lisbeth Salander es increíble. Mi madre, que está obsesionada con la idea de la venganza, está encantada con ella", señala Linda Olsson, autora de Astrid y Veronika (Salamandra).
Novelas menos políticas"Todos somos capaces de cometer un asesinato", afirma Läckberg
La tradición también cuenta. Ahí están los libros de la pareja de escritores Maj Sjöwall y Per Wahlöö, creadores del policía Martin Beck a finales de los sesenta. En España han sido publicados recientemente cuatro libros de esta saga.
"Para mí fueron muy importantes. De hecho, el nombre de mi personaje, Rebecka Martinsson, viene de Martin Beck", confesó hace algunos meses Asa Larsson. También Camilla Läckberg reconoce que "la tradición de Sjowall y Wahlöö ha sido determinante. Yo los leía bastante cuando era pequeña".
El asesinato de Palme no derivó, a excepción de las historias de Henning Mankell, en una novela negra tan militante como la que escribieron Sjowall y Wahlöö, conocidos simpatizantes comunistas. Los escritores que empezaron a publicar a mediados y finales de los noventa cuyo boom ha llegado ahora a Españaprefieron centrarse en llamar la atención sobre aspectos morales que no estaban demasiado bien engrasados dentro de la maquinaria del publicitado estado del bienestar. Así empezaron a cobrar importancia los casos de violencia de género, los crímenes racistas o el uso legítimo de instrumentos no democráticos para defender el estado democrático. A sacar, de alguna forma, "toda esa violencia que permanece oculta siempre en Suecia", sostiene Dahl.
"Esto es lógico. También Mankell pertenece a otra generación y sus convicciones son bastante más firmes que las de la mía. Él trata de dar respuestas en sus novelas y yo me hago preguntas. Me planteo los libros de otra manera. Por ejemplo, yo quería hacer una novela sobre un grupo de policías. Un solo protagonista central me hubiera resultado muy pesado", confirma Arne Dahl. Para Camilla Läckberg, las diferencias políticas también son decisivas a la hora de que las novelas policiacas sean distintas: "En los sesenta y setenta había otra manera de enfrentarse a los asuntos políticos. Sjowall y Wahlöö son escritores de su tiempo".
En el siglo XXI, los escritores están más cerca de las reflexiones morales acerca de lo que es el mal y el crimen.Asa Larsson dijo a este periódico que "el mal está en todos nosotros. Como el bien". Camilla Läckberg sostiene que "todos podemos cometer un asesinato, aunque tenemos distintos niveles. En mi caso, si les hicieran algo malo a mis hijos no dudaría en matar. Todos tenemos un límite. Los seres humanos somos salvajes". Y la sociedad nos civiliza.
La mirada hacia el sistema legal tampoco es ya el de un ciudadano confiado. Muchos de estos escritores, como Asa Larsson, proceden de la abogacía y conocen sus deficiencias. Otros simplemente no lo ven como garante de la seguridad. "Las leyes son una especie de fina capa social. Los seres humanos no dejan de hacer cosas porque tengan miedo a las consecuencias jurídicas. Tenemos más miedo a las consecuencias sociales como la exclusión del grupo", sostiene Läckberg. Arne Dahl va aún más allá: "A menudo hay que salir fuera de la ética jurídica para alcanzar la justicia".
La vida cotidiana ha ganado un peso notable en la novela negra sueca. Problemas familiares, de pareja o el aborto se entremezclan con los asesinatos. Camilla Läckberg llegó a incluir en su tercer libro, Hijas del frío, la depresión posparto que ella misma sufrió cuando nació su primer hijo. "Fue una auténtica terapia", reconoce. Esta escritora ha trasladado de alguna manera su propia vida a sus novelas, ya que los protagonistas son un policía y una escritora, las mismas profesiones de ella y su pareja. Con una curiosidad aún mayor: su último libro gira en torno a un reallity show y casualmente su marido ganó el último Supervivientes sueco.
El 'boom' de las suecasDentro del boom de la novela negra sueca es posible hablar de un fenómeno femenino. Läckberg cree que una de las razones es que "somos muy buenas cuando escribimos sobre la vida cotidiana". No lo relaciona tanto con los derechos que la mujer adquirió en Suecia antes que en los países mediterráneos. "No, porque no estamos tan liberadas como se cree el resto del planeta. Trabajamos en casa igual que fuera de ella. En casa, los avances todavía no se han conquistado", afirma.
Astrid y Veronika, de Linda Olsson, no pertenece al género negro, pero es un excelente retrato de la cotidianidad de dos mujeres, separadas por la edad y por la vida que han tenido, a las que, de repente, les une una gran amistad. Ambas establecen una relación muy libre, muy abierta. Con esta novela, Olsson rompe el estereotipo del sueco individidualista: "No creo que los suecos seamos especialmente solitarios. Lo que ocurre es que solemos ir a la esencia de las cosas. En vez de quedar a comer todos, nos limitamos a llamarnos por teléfono".
Para esta escritora, que vive en Nueva Zelanda desde hace 25 años, un aspecto que explica el triunfo de la novela negra y que ha sido poco analizado es la exactitud del lenguaje. "El sueco es muy preciso. Tenemos adjetivos que sólo tienen una acepción, no como el inglés, que puede tener tres o cuatro
Aún así, esta escritora reconoce que no tiene las claves del fenómeno del género en su país. "Cuando voy allí me parece gente muy pacífica. La verdad es que no sé de dónde salen cosas tan terribles", zanja.
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