Ohad Naharin, el lenguaje de la danza transformado en placer
Inventó el lenguaje Gaga y revolucionó la danza por algo tan sencillo como recuperar el placer y la expresión a través de ella.
'Mr. Gaga', el documental que explora su carrera y su vida, llega por fin a nuestras pantallas.
Publicidad
madrid, Actualizado:
Estamos blandos. Estamos herrumbrosos. Nos movemos más bien poco, y expresamos cada vez menos con nuestro cuerpo; sentimos cada vez menos. Prácticas como el yoga transforman nuestras agendas —tan sedentes como desquiciantes— porque de pronto nos conectan con partes de nuestra fisionomía que no sabíamos que existían, o que por lo menos ignorábamos qué significaba moverlas. No éramos conscientes de ellas.
Publicidad
"Bailar puede ser de gran ayuda para gestionar el peso y la dificultad de la vida"
Estamos blandos, pero Ohad Naharin, ha venido al mundo para cambiarlo. Él baila, y lleva casi treinta años intentando que nosotros bailemos también; que emocionemos, que seduzcamos, que nos liberemos a través del movimiento, como se ha venido haciendo en todas las culturas desde la antigüedad. Naharin lo tiene muy claro: “Bailar puede ser de gran ayuda para gestionar el peso y la dificultad de la vida. No es que resuelva los problemas, pero los hace parecer más ligeros, y esa es la mitad del camino para revolverlos”.
Gaga, un lenguaje diferente
En la danza clásica el sufrimiento, el estoicismo, la resiliencia —esa palabra tan de moda— son inherentes a la práctica. Por eso, muy probablemente, la Compañía Batsheva de Israel es diferente a todas las demás del mundo. Porque posee un lenguaje propio que rompe con todos los moldes establecidos. Lo creó su director artístico en la década de los 90 y relaciona directamente el baile con el placer, algo nunca visto. Él, Ohad Naharin, lo llama Gaga, y lo define como un lenguaje, no como un método, ni como una disciplina. Gaga es la forma de adquirir conocimiento sobre nuestro propio cuerpo e ir más allá de nuestros propios límites y hábitos adquiridos. Gaga es algo que Ohad tuvo que aprender por necesidad tras una operación de espalda que le dejó un dolor terrible y constante en la espina dorsal.
Publicidad
"Los espejos en sus clases de danza no existen porque mirarse no es lo importante, sino sentir"
Gaga va de escuchar el cuerpo, de cada pequeño gesto que desafía la fuerza matriz; va de relacionarse con la gravedad, con las sensaciones en la piel, con el universo. Por eso en las clases de la Batsheva los espejos se ocultan con grandes cortinas negras. Porque mirarse no es lo importante, sino sentir. Ohad Naharin lo tuvo claro desde niño y lo ha mantenido así porque hasta a los 22 años no se profesionalizó, edad increíblemente tardía para entrar en una compañía como la Juilliard de Nueva York, a la que accedió él. Pero Ohad lo agradece: le conecta con su lado más animal, y así se lo comunica a sus bailarines. Es un gran comunicador. Les da indicaciones como: “Os veo bailar, y parece que no tengáis sentido del humor. Sé que lo tenéis, y quiero verlo. Quiero ver que sabéis disfrutar de una buena comida, o del sexo”.
Publicidad
Lo que a nosotros se nos traduce como público son movimientos que no habíamos visto hasta ahora. Flexiones imposibles, zarandeos explosivos, delicadeza infinita al mover una sola mano, un solo dedo. Porque, de pronto, es como si existiesen muchas más partes del cuerpo de las que creíamos, y ahora sí que las sentimos y las vemos. Vemos caderas, vientres, muñecas, codos, pies. Todo lo que hay que hacer es “colapsar en el movimiento”, como dice Ohad. “Porque no estamos forjados por la gravedad, sino por la fuerza que se opone a la gravedad. Por eso, la importancia de colapsar reside en medir la fuerza que necesitamos para jugar con la gravead”.
Hace ya casi treinta años años, un chico llamado Tomer Heymann servía cafés en Tel Aviv, completamente ajeno de que la pareja atractiva que le dejaba generosas propinas eran Ohad Naharin y Eri Nakamura, las personas que le obsesionarían durante una década entera de su vida. ¿Por qué? Porque, mientras este joven se curtía tras la barra de la cafetería, tuvo la oportunidad de ver en directo a la compañía de danza Bateshva y quedó completamente obnubilado. Fue más de tres veces a ver el mismo espectáculo, hasta que se coló entre bastidores con una cámara para intentar grabarlo. Ahí fue cuando relacionó al cliente usual de su trabajo, el que iba con su pareja asiática y pedía siempre un plato de arroz y un pastel de aceite de oliva. Ohad Naharin le pilló infraganti entre bambalinas y le espetó que jamás volviese a grabar su trabajo.
Publicidad
"Gaga lo bailan los profesionales, pero es para todo el mundo"
Pues bien, la insistencia de Tomer Heymann no solo convenció al coreógrafo de realizar un documental sobre su forma de bailar, sino que consiguió inmiscuirse en sus clases y en su vida personal durante 8 años, accediendo a las cintas de vídeo de la infancia de Ohad, lo cual le llevó cerca de 125.000 dólares digitalizarlas y casi un año para visionarlas. Así, en 2015, dio por fin con el documental más exitoso de la historia de Israel: Mr. Gaga. En él se pueden ver los más de 30 trabajos que ha realizado con la Bateshva, y los que hubo antes de ella. En él se puede ver su conciencia política y su sutileza a la hora de expresarla; porque para Ohad Naharin la narración del sufrimiento mundial resulta aburrido comparado con la habilidad de una persona para utilizar texturas y movimientos con múltiples capas. Pero pregúntale de qué tratan sus coreografías y se evadirá en inconcreciones, como cada vez que se le pide hablar de su vida personal. Lo que está claro, es que la diversidad religiosa, política y étnica de la que disfruta su compañía son difíciles de apreciar en el propio país para el que bailan.
Publicidad
Mr. Gaga habla de todo esto y mucho más, y en España ya se puede ver en Movistar + y en el Kultur Leioa de Bilbao, dentro del ciclo de cine y danza DOOS-cinema, en abril.
Todos bailamos
Pero, por poco que a Ohad le guste hablar de sí mismo, por poco que le guste dar entrevistas, sigue siendo un gran comunicador, y sigue intentando inspirar para que todos bailemos. Porque todos bailamos, según él.
Publicidad
No es necesario extenderse en el tema de las endorfinas, porque nos lo conocemos todos, pero moverse es necesario, y podemos movernos todos. Ya no solo para utilizar el cuerpo como medio para hilar una historia, sino para relacionarnos con el de al lado. Todos podemos desarrollar nuestra motricidad desde niños, a pesar de que cada vez estemos menos acostumbrados a estas destrezas. El trabajo que realizamos cada vez es más de pulgares, en realidad. Pero todos podemos estirarnos, coordinarnos, comunicarnos. Y no solo podemos, sino que debemos. La disminución de la actividad física y de la exposición al sol nos está generando trastornos de peso y metabolización de la vitamina D, algo en lo que tampoco es necesario entrar porque estamos hartos de oírlo.
En lugar de copiar una coreografía, los alumnos interpretan la información que se les da tal y como ellos encuentran oportuno
Publicidad
Y para Ohad Naharin es un convencimiento que se ha afianzado más, si cabe, con las clases Gaga/People. Estas son fuera de su compañía, y están abiertas a todo el mundo que tenga más de 16 años, sin importar su bagaje o capacidad. No se necesita experiencia previa. En lugar de copiar una coreografía o imitar un movimiento, los alumnos interpretan la información que se les da tal y como ellos encuentran oportuno, para explorar sus propias habilidades y su propio placer. Porque eso es lo más importante: mejorar la flexibilidad, la conciencia de uno mismo y el placer del movimiento. A estas clases asisten octogenarios, personas con discapacidad, con sobrepeso… y Ohad es donde más profundiza: “Cuando trabajo con bailarines no profesionales es donde más aprendo porque al hablar del uso de la gravedad, de lugares de atrofia, de delicadeza, de posibilidad… todas esas cosas hablan de nosotros, de las personas, de cómo vivimos y cómo cuidamos de nuestro cuerpo y nuestro alma”.
Gaga lo bailan los profesionales, pero es para todo el mundo. “Si coges, por ejemplo, a una persona que nunca ha practicado ningún deporte, y a un atleta olímpico, tendrán mucho en común física y genéticamente, incluso en sus habilidades. Uno de los dos correrá más rápido, pero los dos pueden correr. Uno de los dos saltará más alto, pero los dos podrán saltar. Hay un enorme denominador común entre todos. Y esa es la única verdad”.