Este artículo se publicó hace 14 años.
Novela negra sin whisky ni pistolas
Marta Sanz se estrena en su género favorito, sin tópicos, para mostrar la violencia con la que se relaciona la sociedad hoy
"No. Las personas normales matamos con lo que tenemos a mano. Cuerdas, pedruscos, cuchillos, palabras", manda por SMS Marta Sanz cuando le preguntamos si hay pistolas en su novela. Ni pistolas ni whisky, porque Black, Black, Black (Anagrama) es una novela negra con muertes de andar por casa. Es más, los asesinatos, que de esto sí hay, ocurren en un viejo edificio con escalera de madera, en el que las rencillas entre vecinos han llegado demasiado lejos.
Marta Sanz (Madrid, 1967) se propuso jugar limpio con el lector y relacionarse con él sin trampas, ni presiones. Reconoce haber leído mucha novela negra, "lo que más", y detesta que la traten como a un cliente. "No quiero tratar a mis lectores como a clientes", dice. "Esta novela muestra la violencia del sistema, como la que los autores ejercen habitualmente sobre los lectores, con sus estrategias. Prefiero mantener un diálogo real con el lector, porque la seducción o la violencia no es la única manera de tratarle", aclara.
"La presión sucede en superficies pequeñas, como en una escalera de vecinos"
Por eso esquivó el primer tópico del género: la acción que desborda la trama. "No quería una historia trepidante. Sólo quería que ocurriese una cosa: la violencia de las personas en algo concreto. Me interesa la violencia pequeña y mezquina, no las mezquindades de las grandes corporaciones. Por eso soy más de Patricia Highsmith y George Simenon que de Henning Mankell".
"La presión sucede en superficies pequeñas, como en una escalera de vecinos", resume la autora al hablar del corazón de la novela, que Sanz ha divido en tres "blacks", protagonizados por tres voces en primera persona, la del detective, una vecina y la ex mujer del detective. El libro de la finalista del premio Nadal en 2006 con Susana y los viejos llamó la atención del jurado del último premio Herralde, que recomendó a la editorial la publicación de Black, Black, Black.
Humor sin parodiaEl libro es divertido, es reflexivo, es entretenido, pero no hace escarnio del género negro. "Yo soy moderna, no posmoderna y la parodia es muy posmoderna", aclara. La ironía en el título apunta que lo negro pretende ser reformulado, desde los recursos a las imágenes, desde los personajes a las situaciones, porque como ella misma dice "no podemos seguir contando la realidad como hace un siglo".
"Hay una apuesta por el lenguaje literario para ver la realidad desde otro sitio"
Para empezar, Poirot y Holmes hoy carecen de sentido. Ellos vivían en un mundo bien hecho, sin problemas, y se dedicaban a acabar con los villanos, las anomalías. La partida de Marta Sanz, tras leer mucho a Georges Simenon, es que el mundo está en ruina y que la violencia está en las palabras y en los gestos más insignificantes, como "los que se dan en las relaciones más cariñosas, las familiares".
Bajo la capa del asesinato y las investigaciones de turno, el libro simula un discurso serio sobre el devenir de la literatura en los días de la "falsa diversidad narrativa". "Hay una apuesta por el lenguaje literario para ver la realidad desde otro sitio que no sea el lugar desde el que miramos habitualmente, los medios de comunicación. En los medios, la noticia es espectacular y plana; en literatura debes mirar sin frases hechas y desde lugares incómodos, tanto para el escritor como para el lector", explica su propuesta la autora.
De ahí que rompa el relato con un capítulo escrito en forma de diario por la vecina. "Lo incorporé para reflexionar sobre la verdad y la verosimilitud de la literatura y poner a prueba la capacidad de las ficciones al intervenir en la realidad", explica. La fuerza de las primeras personas que utiliza, además, parece que no deja duda a nada de lo que diga la voz narradora.
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