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Las Luisa, un error maravilloso

Tres bailarinas y una actriz montan un grupo de rock sin saber tocar y ahora triunfan en festivales.

JESÚS MIGUEL MARCOS

Sid Vicious se unió a los Sex Pistols sin tener ni idea de tocar el bajo. Uno de los aspectos más interesantes, si no el que más, de la filosofía del Do it yourself (hazlo tú mismo) es que cualquiera puede montar una banda. Esa radical creencia en las posibilidades de cada uno es de lo más positivo que trajo el punk, curiosamente un movimiento nihilista.

Siguiendo el espíritu del ángel caído Vicious, ha aparecido en el panorama musical nacional un grupo de lo más recomendable: Las Luisa. Con este nombre, bastante cañí para un conjunto musical, se presentan Idurre Azkue (cantante), Mia Esteve (guitarrista), Sofía Asencio (bajista) e Iva Horvat (batería). En realidad, ni la una es batería, ni la otra bajista, ni las de más allá cantante y guitarrista. Son tres bailarinas y una actriz.
Rock sin complejos
Esta es la historia: “Pertenecemos a una compañía teatral. Nos llamaron de un festival temático sobre el error. Nos preguntamos, ¿y si formamos un grupo de rock para la ocasión?”, explica la bailarina Sofía Asencio. Compraron unos instrumentos, pidieron prestados otros, alquilaron un local de ensayo y de error en error nacieron Las Luisa.

Aquello debía sonar a rayos, pero el grupo no escatimó en riesgos: “Dos de nosotras cantábamos bastante bien, así que pusimos a la que peor cantaba al micrófono”, recuerda Asencio. No sabían ni enchufar los instrumentos, por no hablar del lío que se montaban al nombrar los elementos que forman una batería. Los ensayos podrían ser como secuencias de Chaplin: tocando con el bajo al revés, desafinando nota sí, nota también o escuchando frases como “pásame el platillo ese que aplaude” (por el chaston).

Ensayo tras ensayo lograron ir limando errores, pero como de eso se trataba, de disertar artísticamente sobre el error, tampoco ensayaron mucho más. Dos meses después de iniciar la aventura, se subieron al escenario: “Al final el error se transformó en un acierto. Lo del no saber tocar gustó y, pese a que las limitaciones técnicas eran más que evidentes, nos empezaron a salir conciertos”.

Y grabaron sus primeras canciones. El resultado es sugestivo, sorprendente; y aunque no admite comparaciones, suena más fresco que muchas bandas de postín. En Bricolage les sale un rock oscuro destartalado, Autoputada tiene algo de nana medieval asilvestrada, La danza es puro post-punk experimental y El bosque revela que en cuestión de letras no les falla la puntería.

Su debut en el festival del error despertó en ellas el gusanillo del rock. La primera, en la frente: la música no es el teatro. “El mundo de la música es más duro que el de la danza. En Barcelona hay muchos sitios donde tienes que pagar por tocar, o actuar por copas”, dice la bajista del grupo.
Eso no les impidió iniciar un bosquejo de gira por salas de prestigio de la Ciudad Condal –Sidecar, Apolo–, por España –Girona, Valencia, Madrid– e incluso por Francia.

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