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Música sin ley

El séptimo Experimentaclub comienza hoy en Madrid abriendo el paraguas de las obras sonoras de riesgo y cobijando a artistas tan variopintos como James Chance o Merzbow.

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Aventura arriesgada y subversiva para unos, tostón raro y extravagante para otros. Así es Experimentaclub, fuente de amores y odios. Sin meter mucho ruido –mediático, se entiende– suma ya siete ediciones en La Casa Encendida de Madrid. Enfocado a la música experimental, su singularidad está en su misma génesis.

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Mientras este tipo de eventos suele apoyarse en algún tipo de idea rectora, el Experimentaclub surge básicamente de las querencias de sus organizadores. Esto, que en principio es peligroso pues lo fía todo a la inspiración personal y ha marcado una cierta irregularidad a lo largo de los años, finalmente lo ha convertido en un evento único. Lo crean o no, Experimentaclub también tiene sus estrellas. Además del icono de culto James Chance está el japonés Merzbow, insigne amasador de ruido con 30 años de investigaciones a sus espaldas. Sus aglomerados ruidistas, puras búsquedas sónicas que trascienden la subversión, han despertado el interés de gente como Mike Patton, Jim O’Rourke o Pan Sonic.

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Ruido y pureza

Otro plato fuerte es Mouse on Mars, tan productivos como decisivos en la electrónica de los últimos diez años. Como una máquina de mutaciones sintéticas, el dúo descodifica estilos —krautrock, minimal techno, dub— y los embala en nuevos continentes. El festival intensifica este año su relación con Oriente y Latinoamérica.

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Japón exporta a Satanicpornocultshop, terrorismo sonoro en la línea subversiva de Negativland. Algo parecido a Frikstailers, dúo argentino que meten a Madonna o Britney Spears en su trituradora de melodías para despachar píldoras de electrónica de juguete que empujan al baile.

Es complicado encontrar una línea dominante en la edición de este año. La relación entre las principales figuras —James Chance, Merzbow o Mouse on Mars— no está demasiado clara. Pero, una vez acostumbrados a la sorpresa, ésta prolonga el espíritu arriesgado de los artistas. La incoherencia, en esta ocasión, se transforma en virtud.

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