Esta es la mejor serie de polis (novatos) del año: drogas, armas y dramas humanos en Belfast
El género policiaco vuelve a brillar gracias a ‘Blue Lights’, una miniserie producida por la BBC y emitida en Movistar Plus+ bajo la que subyace el conflicto norirlandés.
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Cuando la policía no es bienvenida, a los agentes no les queda otra que cubrir el expediente y mirar hacia otro lado. Belfast, comisaría de un barrio católico, abucheos y botellazos cada vez que una patrulla surca sus calles para hacer cumplir la ley. Tres aspirantes a vestir el uniforme deben superar un período de prueba, bajo la supervisión de unos compañeros curtidos y desengañados que se limitan a ser prácticos y desatienden las emergencias en ciertas calles, porque nunca se sabe si esa llamada desesperada puede ser una encerrona.
Grace (Siân Brook) es una madre soltera que ha ejercido como trabajadora social y se implica demasiado en los casos. Pretende cambiar el sistema con la palabra y empatiza con los vecinos, que ve como víctimas mientras otros los consideran unos delincuentes o, simplemente, unos adversarios. He aquí una de las claves de Blue Lights, una miniserie de la BBC que, más allá de su trama policial, explora los problemas de una comunidad históricamente maltratada, donde barrio católico es sinónimo de barrio obrero y deprimido.
Un territorio donde la mera presencia de las fuerzas de seguridad todavía escuece, pues las heridas del conflicto norirlandés todavía no han sido restañadas. De poco sirve que el represor Royal Ulster Constabulary haya sido sustituido por el Servicio de Policía de Irlanda del Norte (PSNI), ya que la población sigue considerándolos unos rivales. En ese contexto, Grace intenta, quizás de manera ingenua, tratar a todos los ciudadanos por igual y profundizar en sus amarguras, revestidas de delitos menores.
Junto a ella, el tímido Tommy (Nathan Braniff) y la vocacional Annie (Katherine Devlin), aunque el trío de novatos podría completarse con la caprichosa Jen (Hannah McClean), quien aborrece un oficio que ejerce con resignación para satisfacer los deseos de su madre, un alto cargo del PSNI. Su falta de comunicación marca otra de las señas de identidad de Blue Lights, las complicadas relaciones maternofiliales, que afectan a Grace pero también a las madres de los cachorros de la mafia local.
El patriarca, James McIntyre (John Lynch), controla el tráfico de drogas en el barrio y parece inmunizado a la acción de los agentes de la ficticia comisaría de Blackthorn, lo que termina provocando sospechas entre policías veteranos como Gerry (Richard Dormer). El primero es un exmiembro del IRA reconvertido en narcotraficante. El segundo, un infiltrado que cayó en desgracia por denunciar los trapos sucios de sus colegas, convencido de que el enemigo no solo está enfrente, sino también dentro.Policías novatos protagonizan la miniserie ‘Blue Lights’. / Movistar Plus+
Así, su búsqueda de la justicia y de la verdad se ve eclipsada por puntos ciegos, por lo que su deseo de hacer el bien lo llevan a saltarse las órdenes de arriba, aunque esa lucha solitaria y quijotesca, al margen de las directrices de la jefatura, lo conduzcan a un callejón sin salida. En ese sentido, Gerry, un policía llamado a empresas mayores que se ve forzado a patrullar las calles eternamente, sin posibilidad de ascenso, encarna la lealtad, la ética y el deber frente a una institución que elude la responsabilidad de combatir el crimen.
El motivo de esa inacción se debe a una investigación de los servicios secretos británicos, que toleran las fechorías de la mafia católica para que una operación de envergadura llegue a buen puerto. Poco les importa que eso suponga dejar atados de pies y manos a los agentes de la comisaría de Blackthorn, sin margen para el error en un espacio conflictivo, donde un pequeño incidente puede desembocar en un grave enfrentamiento, bien con la comunidad católica, bien entre cuerpos policiales.
Dirigida por Gilles Bannier y escrita por Declan Lawn y Adam Patterson, esta serie irlandesa de seis episodios emitida por Movistar Plus+ no se limita a mostrar el trabajo policial, sino que radiografía las fallas de la sociedad: del racismo institucional al machismo atávico, de los daños colaterales de los años de plomo a la soledad y el alcoholismo, encarnados por un borracho que no es tal, sino una persona traumatizada por la pérdida de un ser querido que busca ser arrestado para poder hablar con alguien, aunque vista de azul.
Las interpretaciones son magníficas, pero también brilla en su grisura Belfast, un personaje más, donde afloran los problemas del día a día y los defectos y virtudes de unos policías conscientes de que poco pueden hacer para arreglar la situación. Su humanidad, en cambio, equilibra la balanza y amplía la dimensión de una serie policiaca con trasfondo político y social, donde la visión de los novatos enriquece la perspectiva de la trama. Su éxito en el Reino Unido ha sido premiado, afortunadamente, con una segunda temporada que ya tarda en llegar.
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