Este artículo se publicó hace 16 años.
"La masturbación es el símbolo del nuevo capital"
Beatriz Preciado expone en ‘Testo yonki’ cómo el Estado ha regularizado nuestra sexualidad
Discípula de Jacques Derrida, uno de los apóstoles del movimiento filosófico del 68, Beatriz Preciado (Burgos, 1970), lleva en su impronta intelectual los dictámenes y la radicalidad de aquella generación de pensadores. Pero con sabor a siglo XXI. De ahí su fascinación por los impactos del movimiento queer, las teorías transgénero y las nuevas reflexiones sobre el efecto de la sexualidad en parangones tan dispares como la política y la economía.
Así, si ya en su anterior libro, Manifiesto contra-sexual (Ópera Prima) echaba por tierra las etiquetas de la homosexualidad y la heterosexualidad –“son categorías normativas impuestas; la vida real de los ciudadanos no se corresponde con ellas, puesto que, en realidad, la elección de género se decide tras el nacimiento según lo que miden los penes. Yo defiendo que cada uno elija su sexo”, afirma tajante–, en Testo yonki (Espasa) parte de Michel Foucault para explicar cómo en la actualidad nos encontramos en la fase del capitalismo farmacopornográfico.
¿Farmaco qué?
Preciado resume el término con rapidez: “Es una etapa que comienza en 1947 con la aparición del término género y con la sintetización de la píldora femenina. Ahí se establece por primera vez la barrera entre sexualidad y reproducción”, explica. Preciado cree que la sexualidad se convierte en pornografía porque pide un placer rápido e inmediato. “¿El problema?”, se pregunta, “que no lo deciden los ciudadanos. Es una sexualidad de Estado. Las mujeres creen que dominan su sexualidad, pero quien lo hace es el Estado. El negocio fue redondo porque las ventas de la píldora fueron altísimas”.
Bien explicado, pero el caso de la píldora ocurrió hace ya 50 años. ¿Dónde está lo nuevo? Sin menospreciar a Internet, que con las páginas webs ha potenciado mucho este negocio, Preciado reconoce que la clave de la nueva revolución farmacopornográfica es la hormona testosterona.
“Hasta ahora ha sido una hormona cuidadosamente protegida. Mientras que los estrógenos y la progesterona comenzaron a venderse tras la
II Guerra Mundial y hoy son las sustancias más vendidas de todos los tiempos, la testosterona ha estado en una caja fuerte. Ahora bien, si el hombre pensaba que se iba a salvar, no contaba con el poder del capitalismo. Con la comercialización de la Viagra a partir del año 2000 se va hacia el control del hombre”, explica.
Maniobras penadas
Echemos de nuevo el freno. Con Preciado hay que ir despacio. Según los postulados de la filósofa, sustancias como la píldora y el viagra son un símbolo de esta nueva fase capitalista, ¿quiere decir esto que nuestra sexualidad está controlada por el Ibex 35? De alguna manera, sí.
Es más, Preciado quiere ir más allá: “Antes la masturbación estaba castigada. Se prohibía. Sin embargo, ahora se ha comprobado que se consiguen más beneficios económicos si se potencia la masturbación con sustancias como el Viagra. Esto demuestra que tanto la masturbación como el control de la reproducción simbolizan el nuevo capitalismo”, sentencia.
En Testo yonki, Beatriz Preciado rinde homenaje a sus maestros del 68. ¿Qué queda de aquella filosofía 40 años después? “Es un movimiento de fondo. La filosofía no provoca erecciones inmediatas. Pero yo soy optimista. Cuando el presidente Nicolas Sarkozy hablaba de acabar con todo lo que oliera al 68, yo me reía porque pensaba que se le iban a echar encima otros movimientos que proceden de aquellos años, como el queer”. Paradójicamente, para Preciado, Sarkozy es todo un ejemplo de su teoría sobre el capitalismo farmacopornográfico. Según la escritora, él ha convertido la política en placer inmediato, en pornografía. “Lo único que nos falta es ver el vídeo porno entre él y Carla Bruni”. ¿Podemos imaginar un vídeo más deseado y capitalista?
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