Mario Gas y Vicky Peña se convierten en los padres de Eugene O'Neill
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Resulta cuanto menos curioso encontrarse con Mario Gas (Montevideo, Uruguay, 1947) y Vicky Peña (Barcelona, 1954) tras haberlos visto caracterizados, en el teatro Marquina, la noche anterior, de sus personajes, James Tyrone y Mary Cavan Tyrone, en El largo viaje del día hacia la noche, la obra maestra y biográfica del dramaturgo Eugene O'Neill (Nueva York, 1888-Boston, 1953), premio Nobel de literatura y cuatro veces ganador del Pulitzer y dirigida por Juan José Alfonso. La cita es a la una de la tarde, en un bar frente al teatro Español, puntuales caminan parejos al encuentro con una vestimenta nada fuera de lo común, quizás un tanto bohemios, pero a unos cuantos siglos de distancia de los ropajes clásicos con los que se dejan ver en la función. Que hayan sacado tiempo para esta entrevista es un ejemplo de su compromiso con el teatro y su difusión, esta noche (ayer) tienen función doble y dada la complejidad de sus personajes y la energía que necesitan para estar a la altura, todo tiempo muerto es más que bienvenido.
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Peña, en el papel de Mary, ofrece una clase de interpretación solo con los diferentes matices de su vozLa obra se centra en una jornada en la vida de la familia Tyrone. Tras haber salido la madre de un centro de rehabilitación por su adicción a la morfina, ésta vuelve a recaer. Ese mismo día le confirman a la familia una noticia que ya intuían: Edmun (Juan Díaz), su hijo menor está enfermo de tuberculosis. Este retrato familiar, intenso y con gran cantidad de claroscuros refleja a un grupo de personas que se quiere pero que no son capaces de entenderse. Peña, en el papel de Mary, ofrece una clase de interpretación solo con los diferentes matices de su voz, que le permite otorgar verdad a cada línea del texto. Si le añadimos su organicidad, el resultado es una catarsis con el personaje que el espectador sufre y padece con tal fuerza como si de un cuadro hiperrealista se tratase. Aunque otros antes lo hayan intentado no siempre se consigue este efecto: es como ser testigo de la tragedia desde el salón de su casa. Gas, hablando de la reacción de los que ya han visto la obra en ensayos y el día del estreno asegura que sus conocidos le han dicho que en muchos instantes ha sido como "un trallazo en el esternón".
La charla con los actores no comienza del todo bien, la primera pregunta molesta a Peña, no por la cuestión que plantea, sino por su experiencia con otros periodistas que ya la habían entrevistado para este montaje: Gas y tú tenéis una relación más allá de lo profesional desde hace muchos años, a la hora de trabajar ¿os beneficia o es un problema?: "Estoy un poquito mosqueada con la prensa por cuestiones sobre cómo los dos trabajamos juntos y el tipo de enfoque de algunos periodistas... En algunas entrevistas han salido titulares que a mí me han sorprendido y se han malinterpretado. Leí uno que decía que a veces nos gritamos pero lo tenemos muy incorporado, como si fuésemos Richard Burton y Elisabeth Taylor. Me fastidió mucho, porque Mario lo decía en un contexto distinto. A veces discutíamos en los ensayos, pero cada cosa de esta me toca un poco las narices", explica la actriz catalana.
Es cierto que su vínculo va más allá de lo profesional, pero en general, y más tratándose de un oficio tan intenso como el de la interpretación, la mayoría de los actores suelen estrechar lazos tras trabajar tantas horas juntos, por lo que incluso en su caso no tendría por qué transcender su relación más allá de lo normal entre compañeros. Lo que hagan fuera de las tablas no debería interesar a nadie más allá de su círculo cercano, perolo que si interesa (o debería) es analizar la extraña, pero tremendamente efectiva, simbiosis que estas dos fuerzas interpretativas de la naturaleza ofrecen cuando se juntan. Como asegura Gas, en referencia a Peña: "Cuando estás con los mejores siempre es un placer... Es fantástico trabajar con Vicky, con una actriz de su talla, lo digo en el mejor sentido de la palabra". En general, a lo largo de la entrevista no son pocos los momentos en los que ambos encuentran palabras de admiración mutua.
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Hablando de Mary Cavan, el personaje que interpreta Peña, la actriz asegura que lo que más le ha atraído es que se trata de un personaje que "está conectado con su sensibilidad". Más allá, la obra, según la intérprete catalana, "habla de seres humanos, de la vida, de lo complejas que son las relaciones, del amor, de dolor... Está escrita con gran sinceridad y en ese sentido a mí me parece una pieza interesante del teatro", y añade que "dentro de esta función el personaje que va con mi edad es ese, pero todos están cargados de verdad. Si hay un papel maravilloso pero la obra no me gusta, no voy a hacer esa obra", asegura.
Sobre El largo viaje del día hacia la noche, opina Gas: "Me pareció que sigue teniendo mucha verdad, que tiene un dolor y un ajuste de cuentas que si sólo hubiera sido autobiográfica ya por si misma sería muy buena pero tiene una categoría universal, hay personajes muy contradictorios, que tienen facetas buenas, malas, mezquinas...". El intérprete explica que esta es "una obra escrita con dolor, con agudeza y compasión sobre la sociedad occidental media. Los personajes están muy vivos y reflejan muy bien ese microcosmos. Para un actor, en principio, es muy atractivo hacerlo porque responde a una verdad y a una realidad. Si no fuera una obra efectista o que los personajes tocan muchas teclas y son muy complejos pero no están al servicio de algo que destila verdad en sí mismo y que plantea una serie de contradicciones pues igual no tiene un interés".
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Pero esta obra maestra de la literatura no se fraguó en un día, O'Neill tardó 30 años en escribirla. "Creo que empezó a escribir esbozos sobre los años 20", explica Peña. Ese es el tiempo, explica la actriz, que el dramaturgo tardó en "metabolizar, asimilar, entender o intentar entenderse a sí mismo y a su familia. Lo que para él debió de ser muy intenso y muy doloroso". Finalmente, cuando la finalizó, se la dedicó a su mujer como regalo de aniversario de bodas. "Te ofrezco este regalo que aunque pueda parecer lleno de oscuridad y de dolor tú sabes que para mí está representando una luz", relata Peña.
Peña y Gas son dos artistas cuyas vidas han sido entregadas al oficio de la interpretación casi desde el instante de su llegada a este mundo, y en caso de Gas también a la dirección y al doblaje. Ambos provienen de familias de actores, por lo que fueron concebidos con el duende ya corriendo por sus venas. Son muchos años sobre las tablas, y no pocas las figuras a las que han dado vida. "Es bueno en cualquier tipo de oficio, creo que siempre juega a tu favor la experiencia, a no ser que seas tan absurdo que te dejas llevar por una presunción de que lo sabes todo, y en mi caso hacía tiempo que no hacía un papel así y me siento como un principiante", asegura Gas.
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Este tipo de personajes, sobrados de matices, suelen ser un caramelo para los actores. "Resultan un reto, porque es mucho más entretenido hacer un personaje con dificultades que hacer uno monocorde... Suponen una dificultad añadida, y lo que nos atrae es ese valor añadido", explica Peña y añade Gas: "la vida es complicada, está llena de personajes muy complejos aunque lo disimulen. Cuando uno quiere hacer algo interesante siempre se fija en aquellas cosas que ofrecen una dificultad, no porque planteen una dificultad en si mismas, sino porque son reflejos de lo que ocurre en la vida".
Es esta complejidad la que hace que los clásicos sean clásicos, porque tratan aquello que llamamos: los grandes temas universales, y que reflejan las alteraciones del ser humano, sus contradicciones y en definitiva sus demonios internos. "¿Y por qué sigue interesando obras como Medea, Hécuba, Las Troyanas y autores como Bertolt Brecht,Chéjov o Hölderlin...?" se pregunta Gas, reflexiona y responde:"Será que el macrotiempo no coincide con el microtiempo, será que somos tan tontos que no aprendemos, será que el teatro vía metafórica sigue hablando de cosas más interesantes que el telediario".
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¡Será!. Lo que es seguro es que estas obras se seguirán representando cuando nosotros ya no estemos, a no ser, como indica Gas, que hagamos como presumiblemente hizo Walt Disney y nos criogenicemos cien años para reconocer los clásicos escritos en 2014. "Hay dramaturgos jóvenes estupendos y los que van a venir y hay otros que ahora tienen mucho renombrón y son llamativos y dentro de 30 años no tienen ningún interés", asegura Peña, que no se moja en el resultado de sus quinielas.