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Margarethe von Trotta: “Confío profundamente en las mujeres”

La cineasta alemana cierra con ‘El mundo abandonado’ un episodio de su propia vida: descubrió hace pocos años que tenía una hermana, hija de su madre. Tras su trilogía política este filme es, según sus palabras, su regreso al presente.

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‘El mundo abandonado’ un episodio de su propia vida

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MADRID.- Margarethe von Trotta descubrió, tras la muerte de su madre, que ésta había tenido otra hija y que, antes de que ella naciera, la había dado en adopción. Noqueada durante años por este hallazgo, la cineasta consiguió que la impresión emocional fuera dejando paso a la comprensión.Ahora, con su nueva película, ‘El mundo abandonado’, da por cerrado este episodio de su vida, un capítulo que comenzó incluso antes de revelarse.

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Barbara Sukowa, protagonista de su anterior trabajo, la exitosa ‘Hannah Arendt’, y Katja Riemann son las hermanas de esta película, un filme que estrenó en el Festival de Berlín, donde las mujeres cineastas denunciaron un año más la discriminación que sufren respecto de sus compañeros hombres. Ganadora del León de Oro en 1981, el David di Donatello en 2003, nombrada Oficial de la Legión de Honor y Caballero de las Artes y las Letras, y muchas más veces galardonada, esta artista, miembro destacado del Nuevo Cine Alemán, asegura que “todavía hoy, yo misma tengo menos presupuesto que mis colegas masculinos”.

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¿Está en esta película usted más presente que en todas las demás?

En cada película pongo algo de mí. Incluso cuando hablaba de Hannah Arendt estaba hablando de mis ideas políticas, mis sufrimientos… Siempre estoy en mis películas aunque no esté visible. Pero ésta es una historia mucho más personal, es verdad.

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¿Necesitaba contar esta historia?

No era una necesidad, pero ha sido una liberación. ¡Tenía una sensación desde hacía tantos años!

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¿Quiere decir antes de saber que tenía una hermana?

‘El mundo abandonado’ un episodio de su propia vida

Sí. Mi primera película sobre hermanas, ‘Schwestern oder Die Balance des Glücks’, de 1979, la rodé sin saber de dónde venía. Los personajes, las hermanas, se llamaban Anna y María y ya mientras escribía pensé que eran nombres viejos, pero no los cambié. Poco después diagnosticaron Alzheimer a mi madre y murió. Entonces en una entrevista me preguntaron sobre ella y yo conté que llevaba su apellido porque no se había casado con mi padre. Unos meses después cuando emitieron esa entrevista en televisión, recibí una carta de una mujer preguntando por mi madre. Era mi hermana. Fue una especie de shock, porque yo estaba segura, antes de saber que tenía una hermana, de que mi madre me lo había contado todo. Medité y después me di cuenta de que de alguna manera me lo había contado. Siempre sentí que mi madre me había querido por dos. El segundo nombre de mi hermana es Anna y el segundo mío es María.

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Los vínculos ‘especiales’ de su película son entre mujeres, no con el padre o… ¿cree que en la realidad existe un vínculo diferente entre mujeres?

No lo sé, creo que sí, pero no sé si es una cuestión biológica… Crecí solo con mi madre, aunque conocí a mi padre. Pero no conozco tan bien a los hombres, de hecho les conocí demasiado tarde, cuando me casé. Tal vez por eso confío mucho más en las mujeres que en los hombres. Confío profundamente en las mujeres y no me fío mucho de los hombres, es la verdad. Es mi experiencia personal. Ahora tengo un hijo y es un hombre, debe ser mi castigo.

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Con la película, vuelve a denunciar las consecuencias de la discriminación a la mujer.

Claro. En la generación de mi madre la presión social era extrema, imagino cómo fue para ella estar embarazada siendo soltera. Incluso en mi generación, las mujeres aún tenían que ir a Holanda para abortar. En los cincuenta todavía no podían abrir su propia cuenta en el banco sin el consentimiento del marido.

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Dice que después de la trilogía ‘Rosa Luxemburgo’, ‘Rosenstrasse’ (‘La calle de las rosas’) y ‘Hannah Arendt’ quería contar una historia del presente, ¿pero ésta no es, una vez más, una historia sobre el pasado?

Sí. De hecho intento recordar todas mis películas para ver si hay alguna sobre el presente. Tuve muy claro lo de la trilogía. Quería hacer aquella trilogía sobre esas mujeres del siglo pasado. ‘Rosa Luxemburgo’ era la historia de la utopía socialista de una mujer visionaria, asesinada finalmente por soldados de las huestes de Hitler. El nazismo en Berlín se contaba en ‘Rosenstrasse’ (‘La calle de las rosas’), donde las protagonistas eran las mujeres que salvan a sus maridos judíos. Era la época negra. Y al final ‘Hannah Arendt’ que es una mujer mirando hacia atrás, sin ninguna utopía en la cabeza. Una filósofa muy importante. Son tres películas sobre Alemania… Y sobre mujeres que durante mucho tiempo fueron silenciadas por la Historia.

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Y tres películas políticas.

Vivo con los ojos abiertos y los sentidos alerta y, claro, con conciencia política. Ésta se cuela de forma natural en mis películas. Como el tema de la mujer.

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Hablando de mujer, ¿sigue comprometida con la situación de las mujeres directoras?

Sí. Aunque han mejorado las cosas, hoy hay muchas mujeres estudiando en las escuelas de cine. Pero todavía es difícil que una mujer consiga el presupuesto que necesita para su película, incluso yo misma creo que tengo menos dinero que mis colegas masculinos. En 1979, Helma Sanders-Brahms, Helke Sander y yo luchamos por tener iguales presupuestos y conseguimos cosas, pero no demasiadas. Los hombres son los únicos que tienen hoy la opción de hacer películas malas, son los únicos visibles.

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