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El manual de las heridas definitivas

El hijo de Romain Gary y Jean Seberg escribe sobre el suicidio de sus padres

LIDIA PENELO

La palabra superviviente no molesta a Alexandre Diego Gary (París, 1962). Sus padres, el escritor Romain Gary y la actriz Jean Seberg, se suicidaron con un año de diferencia, dejándolo solo a los 17 años. Desde entonces dice que vivió 20 años en una cárcel de depresión, una situación que lo llevó a perderse y a cometer toda clase de excesos. Pero ya es pasado. Con la publicación de su primera novela S. o la esperanza de vida (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) ha cumplido el sueño de su vida: dejar de ser un Bartleby. Desde los 14 soñaba con ser escritor, empezó con los versos, aunque la etiqueta de 'hijo de' pesaba demasiado y desistió.

Su corpulencia física no consigue enmascarar la vulnerabilidad de sus gestos. Cuando habla de cómo nació este libro, se deja llevar por la ilusión. 'Conocí a la que iba a ser mi esposa, nos instalamos en París y encontré un poco de paz interior, que es lo que siempre estoy buscando. Un día, empecé a escribir en un café y no paré hasta las ocho de la noche. Estuve así durante casi dos meses. El libro me vino sólo. Escribía prácticamente de ocho de la mañana a ocho de la tarde, sin parar, como un torrente', y así salieron algo más de 150 páginas.

A través de digresiones y de un álter ego, Gary rinde cuentas con su pasado en su primera novela, aunque sin olvidarse de que se trata de un género de ficción. 'Callad, muertos, pese a todo el respeto que os debo. Ahora tengo yo la palabra', escribe al principio.

'Mi padre ya me había avisado de que acabaría suicidándose'

Una vez terminado el libro, asegura que ha logrado hacer las paces con su madre: 'Siempre he sentido cierta debilidad por ella, fue una mujer perseguida y calumniada. La CIA y el FBI la destrozaron. Mi padre ya me había avisado de que acabaría suicidándose. En cambio, lo de él fue tan imprevisto e inimaginable... lo veía invulnerable como una roca. Su suicidio me destrozó'.

Gary confiesa que ha practicado la autocensura a la hora de hablar de ciertos temas y que ha frenado reproches. 'El pudor es uno de los problemas de escribir el libro. ¿Convocar a los muertos es indecente? Era una de mis dudas. Desde los 17 me preocupé de la memoria de mis padres, me he metido en pleitos y he procurado que no se digan cosas que no son. Un ejemplo es la decepción que me llevé con el libro de Carlos Fuentes sobre mi madre [Diana o la cazadora solitaria]. Es trivial y está lleno de detalles íntimos. Jamás imaginé que un gran escritor pudiera hacer algo así'.

A pesar de la tragedia que le ha rodeado, quería que la palabra esperanza estuviera en el título de su primer libro. 'Hay heridas definitivas, pero se puede vivir con ellas', asegura.

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