'Mañana cuando me maten' recuerda los últimos fusilamientos de Franco que estremecieron al mundo
"Billy El Niño se puso como loco a golpearme"
Publicidad
Actualizado:
SEVILLA.- “Mañana cuando me maten” es la frase que da título al libro del periodista Carlos Fonseca sobre las últimas ejecuciones del franquismo (editado por La esfera de los libros), que se produjeron apenas dos meses antes de que el dictador muriera en la cama. El 27 de septiembre de 1975 eran fusilados simultáneamente a primera hora de la mañana en acuartelamientos militares de Madrid, Barcelona y Burgos cinco militantes antifranquistas del FRAP y de ETA que había sido condenados a muerte en consejos de guerra carentes de las más elementales garantías jurídicas, a quienes se arrancó la declaración de culpabilidad tras haber sido sometidos a torturas.
Publicidad
No obstante, las dos únicas dos mujeres que había entre los once condenados a muerte lograron salvar la vida porque estaban embarazadas, aunque posteriormente se supo que una de ellas solo tenía un retraso en la regla, circunstancia que le pudo salvar la vida. El testimonio de la que sí estaba realmente embarazada Concepción Tristán demuestra la plena vigencia de la tortura entonces como medio policial para extraer confesiones y apunta a uno de los agentes más conocido por esas prácticas, Billy el Niño, uno de los imputados por la jueza argentina María Servini en la única causa que se sigue en el mundo contra los crímenes del franquismo.
"Billy El Niño se puso como loco a golpearme"
Tras su atención en la calle, Tristán fue llevada a la Dirección General de Seguridad (DGS) en la Puerta del Sol y así relata su experiencia: “Me pasaron a una habitación y entre seis o siete me golpeaban en la espalda, en el cuello, la cara, los oídos (…), me hacían andar en cuclillas, me tumbaron en el suelo y con un palo me golpearon en la planta de los pies. Durante toda aquella noche se turnaron para pegarme y al amanecer me dejaron descansar allí mismo. Durante cinco días me torturaron casi de continuo. En una ocasión, Billy el Niño se puso como loco a golpearme con las manos, los pies, las rodillas y un social tuvo que sujetarlo y calmarlo porque me iba a matar (…) Estuve una semana sin poder andar y los mismos guardias tenían que llevarme en brazos al cuarto de baño. Al sexto día de estar en la DGS vino por primera vez el juez militar, a quien hice constar las torturas. Luego, ya en Yeserías, estuve nueve días incomunicada”.
“Me pasaron a una habitación y entre seis o siete me golpeaban en la espalda, en el cuello, la cara,
los oídos..."
Publicidad
Tras las confesiones forzadas a base de violencia física y psicológica, los detenidos se retractaban ante los jueces y denunciaban las torturas y los prolongados procesos de incomunicación en celdas de castigo que padecían por parte de los funcionarios policiales, unas denuncian que caían sistemáticamente en saco roto. Máxime en unos juicios como estos últimos consejos de guerra de la dictadura que pretendían ser ejemplarizantes en un contexto en el que los sectores más recalcitrantes del búnker franquista impusieron su ley forzando condenas predeterminadas.
Las sentencias estaban decididas de antemano
Misión imposible era para aquellos letrados la tarea de contrarrestar los argumentos de los fiscales militares. Todos los intentos por demorar el desarrollo del juicio, desde el rechazo a la legitimidad del tribunal militar hasta cuestionar la veracidad de las confesiones arrancadas a golpes se vieron abocados al fracaso y en algunos casos tuvo que ser un defensor militar de oficio el que se hiciera cargo de su representación legal.
Según Carlos Fonseca en juicios como estos que se habían declarado sumarísimos, reduciendo a la mínima expresión las posibilidades de ejercer una defensa, lo de menos es profundizar en si aquellos militantes antifranquistas habían sido realmente autores de los hechos -atentados contra agentes del orden público- de los que se les acusaba, ya que desde una perspectiva democrática eran tribunales y procedimientos ilegítimos, como finalmente vendría a reconocer la Ley de Memoria Histórica de 2007. Pero hay más, ya que Fonseca aporta en su libro testimonios de abogados y familiares a los que al menos dos acusados confesaron que nada habían tenido que ver con los hechos.
Publicidad
Policías riéndose con corbatas de colores para la ocasión
Los testimonios de familiares y testigos en las horas previas y posteriores a las ejecuciones constituyen unas de las aportaciones de mayor dramatismo del libro, como la de Victoria, hermana de José Luis Sánchez-Bravo -de 21 años que tenía a su mujer embarazada de tres meses- quien, tras escuchar las primeras descargas en el cuartel madrileño de Hoyo de Manzanares, vio aparecer riéndose a los integrantes de los pelotones de fusilamiento "como si vinieran de celebrar algo". O como la del fotógrafo catalán Gustavo Catalán Deus que vio congregados a un buen número de miembros de la Brigada Político Social "desde el famoso comisario Saturnino Yagüe a Billy el Niño, que se habían puesto corbatas de colores chillones para la ocasión".