Entrevista a Rodrigo Sorogoyen"Llevamos 12.000 años de civilización y seguimos matando, agrediendo, siendo violentos"
Madrid-Actualizado a
Rodrigo Sorogoyen retrata, en As bestas, el odio el extranjero desde una tragedia áspera y violenta de la España profunda. Premio del Público a la Mejor Película Europea en San Sebastián, la película ha sido la gran triunfadora en el Festival de Tokio.
Tres hombres sujetan a un caballo, dos le tapan los ojos y el otro le sujeta la cola. Inmovilizado, le rapan las crines, le desparasitan y le curan las heridas, para devolverlo de nuevo a la libertad del monte. Convertida en tradición en muchos rincones de Galicia, la rapa das bestas es un rito que revela un vínculo ancestral de violencia en el planeta, incluso cuando la intención es la contraria a la de dañar. Impresionantes imágenes de la rapa sirven de prólogo a la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, As bestas, una tragedia, áspera y furiosa, de la España profunda que retrata la fatalidad del odio al de fuera.
Estrenada en Cannes Première, Premio del Público a la Mejor Película Europea en San Sebastián y gran triunfadora en el Festival de Tokio (Mejor Película, Dirección y Actor para Denis Ménochet), la nueva película del cineasta, inspirada en una historia real, enfrenta a dos hermanos gallegos con una pareja de franceses que se ha instalado en su aldea para vivir del cultivo ecológico. Estos se oponen a la implantación de molinos eólicos, por sus consecuencias medioambientales, mientras que para los hermanos, que recibirían dinero por ceder sus tierras para ello, sería una solución económica. El enfrentamiento derivará en tragedia.
La violencia de los hombres en la primera parte de una película camina, sin embargo, hacia la actitud conciliadora de las mujeres, en concreto, de una mujer, que resiste pacíficamente. Denis Ménochet, Marina Foïs y Luis Zahera son los protagonistas de esta coproducción con Francia, una obra mucho más precisa cinematográficamente que las anteriores, con un muy habilidoso equilibrio entre tensión y emoción y con la que el cineasta da, sin duda, un paso cualitativo importante en su filmografía.
Ya desde el comienzo de la película, con esas imágenes tan impresionantes, parece todo querer hablar de una violencia ancestral que acompaña al ser humano en su naturaleza, ¿hay algo de eso?
Cuando descubrimos la rapa das bestas y con lo que habíamos investigado, entendimos el amor por la naturaleza de esta gente, pero al mismo tiempo tienen esa tradición de que tres hombres inmovilicen a los caballos para raparlos y desparasitarlos… La violencia es un tema en la película, pero la intención tiene más que ver con el final que con el principio, con esa mujer conciliadora, resistente, que no se deja amedrentar.
El conflicto arranca con los molinos de energía eólica y se habla de las empresas extranjeras negociando con gobiernos autonómicos, de las consecuencias medioambientales y del fin de una forma de vida… Ahora los macromolinos que amenazan Galicia… ¿esto va a hablar a los espectadores de diferente modo, dependiendo de la situación de cada uno?
Sí, pero eso es bueno. Que un espectador interpele con la película, me gusta. Como espectador a mí me gusta que me compartan, que me inviten a estar en la película. Es más interesante. Cuando hacemos guiones, intentamos hacer lo mismo. Lo interesante es que una película te interpele, te haga pensar, que haga tambalearse un poco tus pocas creencias, hacerte preguntas. El caso de las energías eólicas creo que es muy propicio para hacerte preguntas, porque una energía renovable es mejor que otro tipo de energías, pero, claro, si te quedas ahí y no te informas no entiendes otras problemáticas que existen. La implantación masiva de molinos eólicos daña el medio ambiente. La contaminación acústica, visual, especies que tienen que mudarse, aves que cambian sus trayectorias migratorias… Es un tema muy interesante para hablar de ello, que sepan que existe ese problema, además nos sirve de conflicto para la película, y si colocas a dos personajes a favor y a dos en contra, el debate se hace más interesante.
La hostilidad y el odio hacia 'los de fuera', 'los otros', usted la retrata en una aldea gallega, pero ¿cree que es la realidad universal?
Entiendo que el que nos hayan dado tres premios en Tokio puede hablar de eso, ¿no? Un país que creo que es lo más alejado a Galicia que puede existir… Claro que sí, la xenofobia, el racismo, está en todo el mundo. Esta película sucede en Galicia, pero podría ocurrir en cualquier lugar de España y en del mundo.
Con esta película sigue usted indagando en nuevos territorios, cada una de sus películas es diferente, pero en todas hay violencia, ¿por qué le interesa tanto?
Me interesa la violencia porque seguimos siendo violentos. Llevamos 12.000 años de civilización y seguimos matando, agrediendo, siendo violentos… con nuestros prójimos, a veces seres queridos, lamentablemente, o con desconocidos que vienen en pateras, o con países como en Oriente Medio… Me interesa, uno se pregunta por qué, por qué seguimos haciéndolo.
¿Con las películas que ha hecho se ha podido contestar a eso?
Va a parecer que no sirve de nada hacer películas, porque todavía no me lo he contestado. No tengo una respuesta. Hay algo que está en nuestra forma de ser, en el fondo tenemos algo animal de lo que no podemos huir y la violencia es una forma de intentar tener un poder.
La primera parte, los hombres violentos; la segunda parte, esa mujer conciliadora, que resiste. ¿Es un reflejo del mundo?
Sería muy generalista. La película no es un reflejo del mundo, pero si tengo que pensar en todas las injusticias del mundo, creo que el hombre ha demostrado en toda la historia que es mil veces más violento que la mujer y que la mujer es mil veces más conciliadora, que está en la naturaleza. Eso no quita para que haya muchísimos hombres pacíficos, por supuesto.
El propio personaje de la película es un tipo pacífico al principio…
Totalmente, lo que nos gusta de la película es que el hombre de repente cae en la trampa, cae en la provocación y la mujer le dice que lo deje. En la película la mujer es más conciliadora.
De alguna forma, con su cine está haciendo crónica de la actualidad y de la historia emocional de este país, ¿es uno de los sentidos del cine?
Claro que el cine tiene ese sentido. Yo no soy consciente de hacerlo y no es mi objetivo, pero sí que lo es del cine, contarnos, explicarnos de la manera que sea, por supuesto.
A través del cine, ¿se explica usted mejor el mundo?
Supongo que sí, poco a poco. Creo que gracias a mi profesión entiendo mejor el mundo.
Además de dirigir, produce, ¿hasta dónde le interesa esa faceta en el cine?
Me interesa producir porque tengo una productora y me interesa que siga trabajando. Aprendes, descubres talentos nuevos, les das oportunidad y seguimos contando historias. A mí no me da tiempo a contarlas todas, veo perfecto que otra persona cuente su historia. Creo que hay algo dentro de mí que lo que quiere es contar historias. Está muy bien cuando te rodeas de gente que cuenta muy bien las historias, darles una oportunidad desde una posición que afortunadamente pues tengo ya. Siempre que pueda ayudar, ahí estaré.
Autoproducirse da libertad. ¿Trabajar ahora con una producción ajena se le haría más difícil?
Puede que sí… depende. Pierdes libertad, claro que sí, pero a veces eso también está bien. Ahí está la figura del productor que te sujeta. No le haría ascos para nada, depende del productor o de la productora, puede ser muy beneficioso.
Has estado en el jurado en el Festival de Venecia, ¿cuánto ha aprendido?
Todo lo que es conocer a gente que te comparta sus ideas, historias, tristezas, ingenios o sensaciones eso ya te enriquece. En un entorno en que son seis personalidades potentes del cine, pues te enriquece el doble. Y ver tres películas al día en Venecia, pues es el sueño de cualquier cinéfilo. Te abre la mente muchísimo, porque cosas que yo no veía o que veía de otra manera, de repente llegaba la actriz iraní (Leila Hatami) y te decía una cosa que es otra mirada, otra reflexión. Por eso viajar es tan importante, porque cada vez estancamos más la mente y todo lo que sea abrirla es necesario para tener una visión del mundo más global y más libre, en el fondo.
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