Llámalo nocilla
Agustín Fernández Mallo fue el primero en destapar el tarro de las esencias de la literatura con ganas de romper, gracias a ‘Nocilla Dream'. No es el único, detrás de él hay una lista de escritores que pract
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Puedes llamarlo Nocilla o como te de la gana. Puedes ponerle todas las etiquetas que necesites para entender que el fantasma de la literatura se ha levantado, y que ha regresado por puro hartazgo para imponerse al mercado y a las ventas. También, podrías decir que nunca antes se había exigido tantas ventas a un libro, ni tantas habilidades comerciales a un escritor. Incluso, podrías decir que hay un autor que, divinas casualidades del mercado, ha ayudado a promocionar a un grupo de autores que llevaban mucho tiempo ahí, reventando lo correcto y anacrónico.
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El fenómeno Nocilla Dream (Candaya) apareció para dejarlo todo bien pringado. La crítica aseguraba que en la novela de Agustín Fernández Mallo había mucho más que leche, cacao, avellanas y azúcar, que de tener alguna fórmula ésta no correspondía a lo literariamente correcto. Acaba de salir Nocilla Experience (Alfaguara), segunda parte de la trilogía, y vuelve la literatura de impacto, troceada, soltada a bocajarro y sin complejos. Libros cargados de clasificaciones, como la de "experimental". Pero como el mismo Fernández Mallo dice, "para mí experimentar sería escribir un novelón con su trama y su linealidad". Esto es lo natural.
"El denominador común de todos nosotros es la insatisfacción por el privilegio de la literatura ofrecida para servir de ocio y la renuncia a una literatura del conocimiento", el que habla ahora es Manuel Vilas, que acaba de publicar la magnífica novela España (DVD ediciones). Añade que no pretenden ninguna revolución, simplemente recuperar la tradición que les ligaba a Kafka, a Faulkner y a Joyce.
¿Qué se hace con todo ese legado, dónde se mete? "Muchos eligen Faulkner y escriben como Delibes", dice Manuel que se moja al nombrar la literatura culta de mercado que hemos tenido que soportar estos últimos años: Los girasoles ciegos o Soldados de Salamina.
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No haberlo levantado
Fernández Mallo es más conciliador: "No pretendemos defenestrar a otra literatura. Simplemente, reclamamos un espacio que antes no existía. Si de algo estoy contento es de que mis novelas hayan valido para sacar a la luz a gente que estaba haciendo cosas muy buenas desde hacía tiempo" y al decirlo coincide con el editor de Caballo de Troya, Constantino Bértolo, uno de los principales instigadores de la literatura que toca: "La antigüedad no es un mérito, pero es un hecho", apunta.
Ya es tarde para echarse atrás. Han pasado muchas cosas que cimentan esta manera de actuar: revistas como Lateral o Quimera, congresos como el de 2004 en Santiago de Compostela y editoriales como Berenice, DVD o Caballo de Troya. Ya hay cómplices suficientes para no volver a la trama, por ejemplo. "Detesto las tramas. Nunca una trama me hará comenzar la escritura de nada, ni de un relato, ni de un poema, ni de una novela", lanza Mercedes Cebrián, dispuesta a luchar contra la convencional "trama de contracubierta de novela".
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Después del pop
Es probable el cerebro, junto a Vicente Luis Mora, de este movimiento. Eloy Fernández Porta prefiere no hablar de fragmentación como algo renovador, porque así recibimos lo que nos rodea. "El tema central de la literatura contemporánea universal es redefinir la experiencia temporal a partir del consumo de los medios tecnológicos", dice el autor del ensayo Afterpop (Berenice). La discontinuidad narrativa que sucede en la nueva literatura se presenta, según el autor, por "regresión, bucle y aceleración", elementos que desvirtúan el tiempo lineal.
La realidad ya no es lo que era, porque se puede modificar, mutar, transformar y agredir. Las nuevas tecnologías han logrado incrementar el poder de la palabra. El escritor Germán Sierra dice que ya no es necesario describir el detalle, "porque todos sabemos cómo son las cosas, todos lo hemos visto todo".
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Entrevista a Agustín Fernández Mallo
Tiene un proyecto entre manos: la trilogía Nocilla. Con la primera parte, Nocilla Dream (Candaya) vendió 15.000 libros, suficientes para llamar la atención de Alfaguara. Con ellos escribe la segunda parte: Nocilla Experience, que acaba de aparecer. No es escritor de profesión. Es licenciado en Ciencias Físicas y utiliza las radiaciones nucleares con fines médicos en un hospital de Mallorca. La ciencia es pura poesía, lo dice él. Pura síntesis. Tiene a Félix de Azúa en un altar, aunque estaba convencido de que eso no lo íbamos a contar.
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¿Qué novela no te interesa?
El realismo ingenuo, que es una forma de narrar en la que uno cree que lo que escribe es la realidad que realmente existe. Tampoco me interesa la novela lineal. Me interesa la novela rizomática, en red.
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¿Y en contenido?
Los temas son los de siempre: la soledad, el amor… pero con elementos contemporáneos. Es decir, si yo pongo algo que vi en Youtube lo voy a decir, porque no tengo que ocultarlo. Para un novelista clásico poner eso sería vulgarizar la novela... absurdo.
Todo bien picadito.
Un día en la vida está repleto de materia narrativa y poesía. ¿Por qué va a haber que cerrarlo todo si en mi día a día las cosas que me rodean no se cierran? La realidad está llena de Spam, información que es basura porque no nos sirve de nada, mero ruido. La realidad está llena de cosas que no vienen a cuento. Pero, ¿qué ocurre si consigues meterlo en una novela y convertirlo en objeto de poética?
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¿Hay relaciones entre su poesía y esta novela?
En mi cabeza esta novela son poemas. No soy capaz de distinguirlos. Cada texto parte de conexiones que me vienen por la poesía. Yo soy malo para los argumentos, no tengo ni idea de hacerlo. Lo mío son las conexiones poéticas.
Alguna virtud destacable...
Desde que Bob Dylan triunfó sin saber cantar, la posmodernidad nos enseñó que no hace falta ser un erudito para conmover.
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Y el absurdo que no falte.
No concibo una obra sin su humor absurdo. Cuando el humor se convierte en un absurdo, pincha la realidad y crea la tensión. Saber crear esa tensión es la pericia del autor. La belleza debe tener un punto incómodo, sino es simple droga para entretener.
¿Ha sido difícil lograr trabajar en libertad?
Verás, me interesa vivir como si no fuera un escritor. Tengo mi trabajo en el hospital, mis pacientes, veo la tele, escucho música, leo poco, procuro leer muy poco... No dependo de la literatura para vivir y eso me da mucha libertad, muchísima, porque tienes una seguridad económica. Eso sí, entre semana, trabajo mucho. Tiempo a cambio de dinero.
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¿Algún compromiso?
Mi compromiso como escritor es con mi propia obra. Yo creo en el arte por el arte. Las obras más fallidas son las que reivindican.
‘Nocilla Experience’ camina a golpes de impactos.
Esas citas en sí mismas son bombas. Lo arranco de su contexto y lo meto en otro y eso se convierte en otra cosa. Así hago la monstruosidad (algo que no está en su propia naturaleza) de crear un Frankenstein a base de trozos, citas y metáforas subterráneas. Todo eso tiene un hilo, porque si no sería una mera yuxtaposición. Es como el buen Dj que siempre pincha con hilo. Lo que me fascina es cómo puedes convertir y reconstruir la realidad.
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Así que la realidad es un asunto personal.
Claro, si lo que narras es la pura realidad, no deja de ser puro costumbrismo. Pero esta novela no es la pura realidad, ni mucho menos. Es mi visión. No creo que exista una realidad objetiva.