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Ya está aquí la reina de la fiesta

Vivió con los límites que quiso sin la moral rancia. Un cómic dibuja una Kiki de Montparnasse libre y vencida por el mito.

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Con los tópicos ocurre que se pueden estirar hasta la fantasía y una vez allí, ya no regresan a la verdad. Porque ya nadie sabe cuál es la verdad. Una montaña de leyendas oculta lo que todos obviaron. Una montaña de invenciones tuvieron que remover el guionista José-Luis Bocquet y la dibujante Catel Muller, para encontrarse con la verdadera Kiki, Alice Prin de niña, la reina de Montparnasse de mayor.

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“La documentación ha sido muy difícil. Cuando fuimos a Châtillon nos dijeron que la casa ya no existía, que había sido bombardeada, y todavía estaba allí. También cuando fuimos al Hotel Welcome, en el que estuvo con Cocteau, descubrimos cosas que no aparecían en los libros. En realidad, buscando información in situ, nos dimos cuenta de que la gente la recordaba como una prostituta de pasaje. Esa es la imagen que ha quedado, la de las peleas de los marineros, la cárcel… Nadie recordaba sus pinturas, ni sus bailes”, explica la dibujante francesa a Público. El cómic Kiki de Montparnasse, de Ediciones Sins Entido, es un intento de reconstruir la historia de un una mujer con ganas de vivir y una sociedad con ganas de castrar.

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Más de 380 páginas de novela gráfica con pinceladas muy duras y crudas, como las escenas en las que ella y el periodista Henri Broca se pasan de la raya, pero con un poso que alimenta el mito de mujer alegre y pizpireta. “Tuvo una vida muy difícil, pero como todo el mundo entonces. En sus memorias aparece la alegría de vivir. No tuve -explica Catel Muller- la sensación de que fue una mujer miserable y triste. Fue una persona realmente generosa, siempre sacó lo positivo, se enamoró una y otra vez. Y cantó hasta el final”.

Vital y generosa   

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Esa alegría que cuenta la dibujante está perfectamente recogida. Curiosamente, el blanco refuerza esa imagen de luchadora y contraria a la moral rancia. Naturalmente, todo ese universo visual de entreguerras es en blanco y negro y las fotos de Man Ray (la espalda de Kiki, una de las fotos más vendidas y consumidas) no hacen más que apuntalar esa memoria compartida. Además, ella parece haber sufrido una transfusión de personalidades: “Me he reconocido en sus dibujos. Tenemos el mismo tipo de trazo fino y un poco incisivo. Me reconocí en su espíritu gráfico, pero también en el de la mujer”.      

Pero el gran logro de esta novela gráfica no está en intentar desmantelar o alimentar el mito. El relato está por encima del personaje, y eso ayuda a no ridiculizar el cruce de grandes artistas como Soutine, Modigliani, Kisling, Man Ray o Tzara en plena narración de los acontecimientos. De los últimos ejemplos de biografías de grandes personajes aparecidos en cómic, este Kiki de Montparnasse es el más certero de todos gracias a su fluidez, a su confianza en el lector y al recorrido estructurado en capítulos, que corresponden a las estancias que habitó. Una lectura deliciosa, una mujer inmortal.

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