Julia de Castro (Ávila, 1984) es una artista singular que ha transitado del cuplé al cine. Formada en Historia del Arte, estudió violín en el conservatorio e interpretación textual en la RESAD antes de liderar el grupo musical De la Puríssima.
Luego debutó en solitario con La historiadora, al tiempo que publicaba un ensayo sobre la prostitución, ejercía como locutora en Radio 3 y actuaba en obras teatrales, series, películas y proyectos audiovisuales emparentados con la performance.
Su ópera prima, presente en el festival LesGaiCineMad, ha sido coescrita y codirigida junto a María Gisèle Royo. En On The Go encarna a Milagros, una mujer que le propone tener un hijo a Jonathan, su amigo gay, interpretado por Omar Ayuso.
Ha explorado el arte a través del cuerpo y de la voz, caso de su pornografía sonora en Arniches 26, pero no ha probado con otras disciplinas, como la pintura o la escultura.
Ni había entrado, hasta entonces, en un marco tan ortodoxo como el de una galería, porque me movía más en el mundo de la música.
¿Por qué estudió Historia del Arte y no Bellas Artes?
Jamás me sentí una persona artísticamente... Nunca estuvo en mi horizonte, porque vengo de una ciudad donde eso no es una posibilidad a largo plazo. Hasta que llegué a Madrid con dieciocho años, no había conocido a nadie que se dedicase o viviera del arte. Yo me quería ir a otro país, pero mis padres me obligaron a acabar el grado medio de violín. Entonces elegí Historia del Arte por una profesora con verdadera vocación que nos transmitía mucha ilusión.
En la película hay rostros conocidos y familiares, como su padre y su hermano. También actúan los cantantes de Derby Motoreta’s y RomeroMartín, incluidos en la banda sonora.
María Gisèle Royo me propuso ir a un concierto de Derby Motoreta`s Burrito Kachimba en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. Durante la actuación, su energía me impresionó. Hacía tiempo que no veía a un líder de un grupo tan carismático como Miguelito García, alias Dandy Piranha, y me propuse conocerlo. Cuando le comenté que queríamos hacer un homenaje a Corridas de alegría, de Gonzalo García Pelayo, se sorprendió y me dijo: “¡Pero si es mi película favorita! ¡Sus diálogos están en mi primera maqueta!”.
Siempre deja claro que usted ha dirigido la película junto a María Gisèle Royo.
Todo está consensuado y es un diálogo muy enriquecedor entre dos mujeres que, sin ser familia ni pareja, abordamos este proyecto a los 33 años, cuando tenía bastantes ganas de ser madre, aunque era algo inviable. Nos conocimos en la Academia de España en Roma y, cuando le hablé de Corridas de alegría, no se podía creer que conociese una película tan rara, perteneciente al underground de los ochenta. Entonces, nos propusimos rodar y pedimos subvenciones, pero no las conseguimos.
¿Cómo se saca adelante una película sin ayudas ni una productora detrás?
No tengo ni idea. Sin embargo, ahora entiendo las dificultades de tantos directores. Nosotras tuvimos el apoyo de un inversor y buscamos una fórmula para sacarla adelante de una forma más lenta, aunque sin parones. De hecho, rodamos a una sola toma, en 16 milímetros.
El inversor, imagino, es Gonzalo García Pelayo.
Gonzalo nos ha apoyado a todos los niveles, sin pedirnos explicaciones. También le debemos dinero a familiares y a personas muy cercanas.
Algún ahorro le quedará de las ganancias en los casinos.
Bueno, está haciendo tantas películas que no sé cuánto cash le queda [risas].
Tanto él como su hermano, Javier García Pelayo, hacen un cameo.
Javier ya había protagonizado Corridas de alegría, en la que nos hemos inspirado para rodar nuestra película, si bien no es un remake.
La Reina de Triana, interpretada por Chacha Huang, comenta que quiere ser madre, cuidar de sus hijos e ir de compras. Jonathan, entonces, responde que su actitud es tan retrógrada que hasta le parece transgresora.
Estamos despertando, porque antes la mujer pensaba que podía con todo: el trabajo, los niños, etcétera. Eso lo he visto en la generación de mi madre, que estudió Farmacia, aunque en su caso lo dejó para cuidarnos. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que no tenía sentido imponernos tanta presión, porque ves que no llegas a todo y supone un gran desgaste. Trabajar y criar hijos no es realista. Es más, yo no me puedo permitir tenerlos. Esta película plantea eso: ¿qué hago?, ¿lo dejo todo para ser madre?, ¿es económicamente sostenible?, ¿recurro a mis padres? O, sencillamente, ¿acepto que no es una posibilidad y apuesto por mi trabajo?
En cambio, en la película no se percibe una crítica a la imposición de tener un hijo por parte de la sociedad.
Es una reflexión desde nuestra experiencia: ¿y si, de repente, me apetece tener un hijo? La pregunta surge desde la inconsciencia, porque precisamente queríamos ver la maternidad con menos seriedad, gravedad e, incluso, intimismo. De ahí que la protagonista le proponga a su amigo gay tener un hijo juntos, un lugar que no está tan retratado en el cine y que incluso está mal visto. Puede dar vértigo, pero es una decisión de ella.
Aunque se le había pasado por la cabeza, cuando rodaba la película se le quitaron definitivamente las ganas de ser madre soltera.
Claro. Sin embargo, la película plantea que esa posibilidad existe: es mi decisión y es mi cuerpo.
¿Y usted lo llegó a barajar en la vida real?
No, pero tenemos amigos y amigas que les han propuesto a sus colegas tener un hijo, aunque no conozco a ninguno que lo haya materializado.
Tras exhibirse en Locarno y en la Seminci, le ha tocado el turno al festival LesGaiCineMad. Sin embargo, la película trasciende el universo LGTB.
De hecho, no es tan gay. Te puedes quedar en la superficie, pero en la película hay muchas capas que permiten profundizar en sus lecturas. La relación entre Jonathan y Tonic está muy trabajada y construida en los ensayos, con propuestas de los actores. Omar Ayuso ha sido un apoyo incondicional en esta película y ojo con Manuel de Blas, un actorazo de 83 años que ha trabajado con Marlon Brando. Aunque es historia del cine español, curiosamente no tiene ningún Goya, algo que me extraña con su apabullante filmografía.
Jonathan, a su vez, tiene una relación de amistad ciega e incondicional con Milagros.
Las mujeres de nuestra generación tenemos muchos amigos gais, pero siempre habíamos visto retratada esa amistad de una manera frívola. Nosotras, en cambio, hemos buscado una relación de tú a tú, porque en realidad es una historia de amistad de dos personas que se acompañan en momentos vitales muy diferentes.
Siempre se había planteado la música como algo más: un relato, una interpretación escénica… Sin embargo, tras poner fin a su anterior proyecto, De la Puríssima, ahora hay más canción y menos performance.
En los conciertos de La historiadora no hago interrupciones, ni dejo que el público aplauda entre canciones. En todo caso, ahora mismo, en el día a día estoy un poco más alejada de la música, porque es imposible compaginarla con el rodaje de una película.
Si tuviera que elegir entre ser únicamente cantante, locutora, actriz, directora…
Ahora mismo, la dirección es lo que más me está gustando, porque engloba muchísimas cosas que adoro. Aunque también me entusiasma la interpretación, porque soy muy feliz actuando.
En Teresa, dirigida por Paula Ortiz y protagonizada por Blanca Portillo, encarna a Beatriz de Ahumada, la madre de santa Teresa, cuya figura está siendo revisitada.
Santa Teresa por fin se está desligando de un yugo exclusivamente religioso —aunque necesario para entenderla—, porque en realidad fue una sacrílega. Y, por otra parte, la gente cada vez tiene menos prejuicios respecto a ella. Paula y yo estuvimos en una celda del convento de las Carmelitas Descalzas de Toro, una de las experiencias más fuertes que he tenido en mi vida. Es muy difícil de transmitir y de explicar lo que nos pasó allí. Durante aquellos días, ellas nos decían: “Las verjas no están para que no salgamos, sino para que no entren. La libertad es la clausura”.
La figura de Teresa no se entiende sin Beatriz, una mujer insólita que sabía leer cuando ser analfabeta era una virtud, porque estaba mal visto. Sin embargo, introdujo a su hija en la lectura, pese a que su marido lo tenía prohibido. Esa actividad cómplice determinó que Teresa se expresase a través de la escritura, algo que le recordaba a su madre ausente, pues murió muy joven después de tener diez hijos.
En las antípodas, su personaje de la cuñada en la serie Poquita fe. ¿Le atrae la comedia?
Antes de hacer el casting, no entendía el guion, porque es una locura. Cuando me eligieron, pensé que yo era más bien una persona seria. Luego, le cogí un gran respeto al género, porque Raúl Cimas y Esperanza Pedreño son unos magos de la comedia y el elenco es de diez.
Su película también es bastante loca.
Sí, es muy espontánea y fresca. También refleja la absoluta fe y confianza de que íbamos a lograr terminarla. Recuerdo la mirada seria de mi padre en el rodaje, mientras me decía: “Para esto. No va a salir. Es imposible”.
Aguantar a una pareja toda la vida es un rollo, le dice Jonathan a Milagros, quien replica que un hijo te hace compañía y que es mejor que estar sola. ¿Usted también ha tenido esa preocupación?
Personalmente, no me preocupa. Sin embargo, como directoras, nos planteamos: ¿desde qué lugar quieres ser madre? De hecho, el oráculo, encarnado por Patricia Caballero, le pregunta a la protagonista: ¿tú quieres dar vida o que tu hijo te dé vida a ti? O sea, ¿buscas ser madre o no estar sola?
En la Academia Española en Roma desarrolló el proyecto de La rettorica delle puttane, inspirada en la obra de Ferrante Pallavicino, donde usted se pregunta qué es la prostitución. Una cuestión que genera debate y enfrentamiento, también entre las feministas.
Y que todavía no está resuelta. Yo tenía una idea teórica sobre la prostitución, que cambió una vez terminado el proyecto. No se puede afrontar este tema sin separar la trata de la prostitución. La trata es un crimen que debe ser erradicado y la prostitución, una opción laboral o trabajo sexual que han elegido mujeres u hombres, a quienes no se les puede negar la regularización de su actividad.
Hay trabajadoras sexuales especializadas, por ejemplo, en personas que llevan años encamadas o con parálisis cerebral, sin posibilidad de tener sexo, ni de relacionarse con nadie: ¿les impedimos por ley el derecho al contacto y a la sexualidad? Podemos debatir durante largo tiempo sobre ello, pero no negarlo.
En La rettorica delle puttane, lo importante para mí era entrar en contacto con mujeres que decidieron voluntariamente ejercer la prostitución, habiendo tenido otros trabajos previos. Entonces conocí a Valerie, una prostituta y activista que antes era trabajadora social. Este libro nació porque, sobre todo, quería entender.
Habrá segunda parte de Poquita fe y ya preparan el guion de una nueva película. ¿Con qué actores le gustaría trabajar?
He conocido en un festival de Australia a Hugo Weaving y le encantó On The Go. Me gustaría trabajar con él y con la gente que, al ver la película, se sienta muy cerca de nuestro lugar creativo. Un actor debe entender tu universo.
En el recuerdo, Anatomía de una criminal, una propuesta transgresora: usted, desnuda por las calles de Barcelona, apenas cubierta con una chaquetilla de torero.
Me interesa explorar y mezclar el cine y la performance. Ese proyecto tuvo lugar en una ciudad antitaurina como Barcelona porque, precisamente, me gusta investigar en los sitios donde se produce una censura tan explícita.
¿Su portada en Interviú pretendía subvertir la mirada masculina a la mujer como objeto?
No. Estaba en sintonía con mi investigación sobre el cuplé, un género con una rama sicalíptica, que era la pornografía de la época. Alberto Gayo flipó conmigo en un concierto y, cuando me estaba haciendo una entrevista en el José Alfredo, me preguntó si me gustaría ser portada de Interviú. “¡Hombre, es uno de mis sueños!”, le respondí. ¡El epítome de lo que significa una cupletista sicalíptica! Tenía todo el sentido y, además, simbolizaba el cierre del proyecto. Cómo no iba a aceptar...
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